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Carolina Coronado (1820-1911)

La voz de la feminidad

(%=Image(9861500,»R»)%) “Dicen que tienes trece primaveras / y eres portento de hermosura ya…”, con estos versos, que habían de hacerse famosos, saludaba Espronceda el poema “A la Palma”, que él calificaba de “música de la inocencia”, y con el cual se revela al mundo literario su paisana Carolina Coronado.

Al año siguiente, Carolina escribe a una amiga una carta en verso que terminaba de este modo: “Un concierto suave / escucho en mis sentidos, / cual si dentro de mí hubiera sonidos”. Y ya es la definición perfecta de la inspiración de la que había de ser una gran poetisa.

¿Cuáles eran estos sonidos, cuyo peso oprimía el alma adolescente de Carolina Coronado? Ante todo la emoción liberal. El genio de Carolina brotó sublevado por el atropello de que era víctima el padre de la futura autora de “El amor de mis amores”. La prisión de don Nicolás Coronado, perseguido por la represión fernandina, las penalidades sufridas por su esposa y su hija para lograr abrazarle en su calabozo, fueron impresiones que determinaron para siempre el carácter de esta última. El batallón de voluntarios, creado en Badajoz en 1838 para luchar contra el carlismo, llevaba una bandera bordada por nuestra poetisa, a quien, por lo visto, el recuerdo de Mariana Pineda, antes servía de acicate que de amedrantamiento; al fracasar la revolución de 1866, el hogar madrileño de Carolina Coronado fue el asilo en que se ocultaron Castelar, Becerra, Martos y Carlos Rubio. Su dilatadísima carrera literaria ostentó siempre un fondo generoso y vibrante.

Carolina Coronado nació en Almendralejo el 12 de diciembre de 1820, y pasó su infancia y parte de su juventud en Badajoz, desde donde su celebridad irradió por toda la península. En 1843, se publicó por primera vez una selección de sus poesías en Madrid, llevando un prólogo encomiástico de Hartzenbusch. En 1850 se instala definitivamente en Madrid. Allí contraerá matrimonio con un hombre de negocios de considerable fortuna, Mr. Horacio Justo Perry, que es secretario de la Embajada de Estados Unidos en Madrid. En 1874 se instaló el matrimonio en el palacio de la Mitra, en Portugal. Allí murió, el 18 de enero de 1911, siendo traído su cuerpo a Badajoz, junto con el de su marido, del que no había querido separarse un solo día en los veinte años transcurridos desde su muerte.

Las principales obras de Carolina Coronado son: En el teatro: Alfonso IV de León, Un alcalde de monterilla, El cuadro de la Esperanza, El Divino Figueroa, Petrarca. En la novela: Dos muertes en media vida, Jarilla, La Sigea, Paquita, Adoración, El oratorio de Isabel la Católica.De sus poesías, muchas fueron traducidas a otros idiomas, y alguna, como El poeta del Porvenir, al inglés y al alemán.

La feminidad de Carolina fue el pedestal más seguro de su gloria. Valera, cuando la compara con la Avellaneda, recalca, muy complacido, que la Coronado “es más sincera, más espontánea, más original a veces, y siempre más mujer”. Castelar llega a decir “no conocer poetisa que la aventaje en conocer la naturaleza de las pasiones, ni que la iguale en la delicadeza del sentimiento”. Todo ello explica la emoción causada, en los medios intelectuales de la corte, por la falsa nueva, en 1843, de su prematura muerte: “Aún el pesar me asesina / de cuánto aquí, por muy cierto, / se dijo, de Carolina, / que ¡Dios me libre! había muerto”, le escribía Campoamor a Pastor Díaz, con una vehemencia en la cual el afecto personal podía contar tanto como la admiración literaria.

Carolina tuvo un gran éxito con muchas de sus producciones dramáticas, y el Liceo madrileño organizó una función de honor para representar, ante la Real Familia, El cuadro de la Esperanza. Con todo, y aun para sus contemporáneos, el mérito principal de Carolina residía en sus versos. Pese a sus triunfos en otros órdenes, ella era siempre la autora de aquel poema: ”A la Palma”, que había merecido el homenaje de Espronceda; era, sobre todo, la cantora de “El amor de mis amores”, la más inspirada composición de Carolina: “Mas si te encuentro a orillas de los mares, / cesarán para siempre mis temores, / porque podré decirte en mis cantares. / Que tu eres el amor de mis amores”.

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