Abraham Salloum Bitar, poesía revisitada
(%=Image(3496198,»L»)%) A juzgar por la lectura del amplio legado poético que nos dejó para la posteridad Abraham Salloum, la inquietante Ars Poética que propuso el bardo nacido en Ayoun El Wadi, Siria, en 1953 y sembrado en Ciudad Bolívar, Venezuela, en 2005, palpita en las mentes y corazones de quienes en algún momento de sus vidas son tocados por lo que el poeta venezolano Francisco Pérez Perdomo llamó «la mágica enfermedad» refiriéndose a la poesía.
¿Quién puede osar negar que la poética de Bitar se ciña siempre a una sabiduría axiomática en la que el río nunca estuvo del todo ausente? Muchísimos textos líricos y de naturaleza narrativa (no pocas crónicas legatarias de una profunda mnémesis local con indudable vocación universal) testimonian una obsesiva fijación estético-literaria del río como emblema impregnado de hondas raíces simbólicas y de reminiscencias místicas. En uno de sus libros más celebrados por la crítica literaria hispanoamericana titulado «Palabras, Sueños, Innominaciones» nuestro artífice archimandrita de antiquísimas alquimias verbales, forjador de insólitos universos lingüísticos que patentizan una tradición escritural se puede leer:
«los ríos corren a esconderse en aguas azules (…)
Perdiéndose en los naufragios
Con las víctimas de los misterios y las soledades».
El yo, o mejor dicho; los inasibles corolarios de los cuales se vale el yo para perpetrar las insoportables verdades de las que es capaz la existencia humana, constituye una de las más socorridas estratagemas de la primera persona del singular en la historia universal de la poesía a la hora de enunciar el alfa y omega del sujeto lírico. Abraham Salloum es, entre la intrincada cartografía literaria venezolana, uno de los poquísimos poetas que nunca sucumbieron a las falsas mieles seductoras de la poesía yoica. Dentro del policromo espectro literario de los últimos cincuenta años de creación poética venezolana jamás hubo escritor que se emparentara más y de mejor manera al genio francés Artur Rimbaud que Salloum Bitar; la poética de Abraham resume y sintetiza el «yo soy otro» rimbaudiano de un modo fiel e inapelable. Toda la cosmovisión lírica de Salloum está indefectiblemente signa por un terco afán de reconciliación del ser consigo mismo y con el mundo. Como Shopenhauer en su magistral libro de aforismos «Parerga y Paralipómena», Abraham siempre escribió y tradujo el mundo consciente del constitutivo dolor irremediable que lo funda. Quien lee la poesía de Abraham confirma lo que salta a la vista como evidencia incontestable en su arte poética: vivir es padecer. La poesía como forma superior de conocimiento en la weltanschauung estético-sensible de Salloum se erige como alucinada clarividencia taumatúrgica y dona, con pasmosa obsequiosidad y galanura sígnica/simbólica, otro mundo-universo de representaciones metafísicas radicalmente distante de la enajenante reificación objetivista que habla por boca del empirismo lógico racionalista y matematizante.