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Stendhal (1783-1842) La voz mas verdadera romántica

(%=Image(6070373,»L»)%) La obra narrativa de Stendhal es de capital importancia para la historia de la literatura universal. Fue considerado por Nietzsche el mejor novelista de su siglo, juicio que la crítica contemporánea no considera desorbitado. Escribió más para la posteridad que para sus contemporáneos (él mismo dijo que no sería comprendido hasta 1860 ó 1880), y su obra, si bien fundamentalmente romántica, anticipa el realismo y psicologismo de la primera mitad del siglo XX.

Stendhal es una de las figuras decisivas para hacer una historia de lo que ha sido la educación sentimental . Por muy varios motivos. En un sentido es uno de los autores más verdaderamente románticos que han existido. Por otra parte vivió la plenitud de la vigencia romántica y llevó al asunto del amor una dedicación triple: la de su vida personal en primer lugar; la teórica o “ideológica” y escribió un famoso libro de pensamiento sobre la realidad amorosa; finalmente, la literaria, la de invención o recreación del amor de sus personajes de ficción, en las extraordinarias historias que compuso con un maravilloso talento de narrador.

Stendhal, seudónimo de Henri Beyle, nace en Grenoble el 23 de enero de 1783 y muere en París el 23 de marzo de 1842. De origen burgués, quedó huérfano de madre a la edad de siete años. Desde su adolescencia dio muestras de ser un espíritu inquieto y deseoso de aventuras. Fue admirador y partidario de Napoleón, a cuyos ejércitos se incorpora muy joven y con ellos fue a Italia, que tanto había de condicionar su vida, y en particular su experiencia amorosa. Cuando cae Napoleón reside en Milán, dedicándose a la música y la pintura y allí conoce a Angiola Pietragrua y más tarde a, Matilde Vicontini-Dembowski, con quienes mantiene relaciones amorosas. Considerado sospechoso de carbonerismo, regresa a París en 1821. Colabora como crítico de arte y música de algunos periódicos y, tras el ascenso al poder de Luis Felipe es nombrado cónsul en Trieste (entonces bajo dominio austriaco), no consiguió ser aceptado y fue cónsul en Civitavecchia, en los Estados Pontificios.

Stendhal se sintió disidente de la Francia de la Restauración y también de la monarquía de Orleáns, tras la revolución de 1830; despreciaba el mundo en que tenía que vivir, pero era irremediablemente francés. Estaba, en cambio, enamorado de Italia, y un poco irrealmente también de España. Estaba apasionado por la pasión, que encontraba en Italia y en España, frente a la estimación francesa del dinero y la vanidad. España se le presenta concentrada en Andalucía y vista por su amistad con Prosper Mérimée, que lo acercó a la condensa de Montijo y sus dos hijas, todavía niñas. La vida de Stendhal estuvo absorta en dos ocupaciones –y preocupaciones-: por una parte, la mujer y el amor; por otra, la literatura. “Se trata de un hombre que ni verdaderamente amó –escribió Ortega y Gasset-, ni, sobre todo, verdaderamente fue amado. Es una vida llena de falsos amores”. En 1835, Stendhal da una lista de doce mujeres (y una de ellas aparece dos veces), que, dice, “han ocupado, literalmente, toda mi vida. Después de ellas, mi obras”.

Antes de escribir sus novelas, Stendhal escribe un libro Del amor (1822). Este libro, que inicialmente no tuvo ningún éxito, ni apenas resonancia, fue luego famoso. El libro comienza clasificando cuatro amores diferentes: El amor-pasión, el amor-gusto, el amor físico y el amor de vanidad. Y al final del capítulo añade: “Por lo demás, en lugar de distinguir cuatro amores diferentes, se pueden muy bien admitir ocho o diez matices”.

Stendhal inicia su carrera literaria con obras de carácter ensayístico relacionadas con sus intereses musicales y con sus viajes: Vidas de Haydn, Mozart y Metastasio (1815) e Historia de la pintura en Italia (1817). Usó por primera vez el nombre de Stendhal para publicar Roma, Nápoles y Florencia (1819). Su estudio Racine y Shakespeare (1823-1825), contiene una defensa del Romanticismo. En 1827 aparece Armance, su primera novela, a la que siguió Vanina Vanini (1829). En 1830 publica una de sus dos obras maestras Rojo y negro y en 1836 La cartuja de Parma, en el que muestra tanta genialidad como en el libro anterior. También hay que señalar Victoria Accaramboni (1837), Memoria de un turista (1838), La abadesa de Castro (1839), así como las obras póstumas Lamiel (1889), Lacien Leuwen (1894) y las autobiográficas Vida de Henry Brulard (1890) y Recuerdos del egotismo (1892).

Las novelas y sobre todo las dos capitales, son fundamentalmente historias de amor. Es el amor lo que hace vivir a los personajes y les da relieve. Acaso las novelas fueron la realización virtual imaginaria, de lo que le faltó en su vida. En todo caso, hay que incluirlas, y con pleno derecho, entre sus trayectorias, porque la vida no es solo lo que hacemos, sino también lo que no hemos hecho pero hemos deseado fervientemente. Y como dijo el más verdaderamente romántico de los novelistas: “Todos los amores que se pueden ver en este mundo nacen, viven y mueren, o se elevan a la inmortalidad, según las mismas leyes”.

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