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Marquez de Santillana

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LA VOZ DEL PRIMER CRÍTICO LITERARIO DE POESIA

Muchas veces se ha repetido esta mágica estrofa de la Comedieta de Ponza –del admirable poeta, Iñigo López de Mendoza, nacido en Carrión de los Condes, el 19 de agosto de 1398-, de donde destaca este verso “… y profundamente vio la Poesía”.

El elogio se refiere al rey caballero don Alfonso de Aragón; y lo hace su madre dolorida: doña Leonor, contestando a Juan de Bocaccio, al lamentar la derrota de Ponza. Y esta estrofa sigue a la que empieza por el verso: “las sílabas cuenta e guarda el acento…”; y añade evocando a Euclides (“pues en Geometría Euclides no tuvo gran sentimiento…”). Es decir, que en muy poco espacio, muy pocos versos, el primer crítico literario de poesía de nuestra lengua (primero cronológicamente) encierra una poética, y hasta una retórica, cuyo alcance se prolongará siglos, llegando diría que hasta nosotros intacta en su vigencia fundamental.

Detengámonos en estos versos. Y en sus versos, verdaderamente finales, por su medida aconsonantados: filosofía, naturaleza, pureza, poesía. El último se nos afirma, ante todo, como visión: y visión profunda. Tan profunda que su musicalidad se transparenta en ella y por ella luminosamente. Y ésta es, para el poeta la poesía. Admirable “visionario” y “oidor” o “escucha” de poesía, este elegantísimo Santillana. “hablando como extranjero, armado o vestido como francés…” como se le cantó satíricamente en su tiempo por las famosas Coplas de Panadera.

El autor de tan mágica estrofa, durante su juventud, se consagró con éxito al servicio de las armas, cooperando en las guerras de la Reconquista, habiendo figurado en la batalla de Olmedo, en 1445, año en que recibió el título de Marqués de Santillana y conde del Real de Manzanares. Hijo del almirante de Castilla, peleó contra los moros tomando Huelma, y contra don Álvaro de Luna, a quien atacó con dureza en alguna de sus obras. Figuró en las cortes de Juan II y Enrique IV como una de las figuras más representativas. Humanista de amplia cultura, fue un escritor refinado, conocedor, sobre todo, de las literaturas italiana, provenzal y francesa. En poesía fue discípulo del duque de Villena, siendo un gran protector de poetas en la corte. El Marqués de Santillana murió en su palacio de Guadalajara el 25 de marzo de 1458.

El manuscrito de sus obras se abre con un opúsculo en prosa, la Carta Prohemio al condestable don Pedro de Portugal, que, además de ser el primer intento de crítica e historia literaria de la lengua castellana, muestra los gustos personales de Santillana. Además dejó en prosa las Glosas a los Proverbios, Lamentación en profecía de la segunda destrucción de España, Prólogos a varias de sus obras poéticas Refranes que dicen las viejas tras el fuego, la primera selección de refranes de nuestra lengua.

 Fue autor además de 42 Sonetos fechos al itálico modo, que introduce la nueva estrofa italiana en España, y de los poemas alegóricos Planto de la reina Magarida, Infierno de los enamorados (h. 1430) y La comedieta de Ponza (h. 1440), una de sus obras más celebradas, que, escrita en versos de arte mayor y con una notable influencia de Dante, es una especie de lamentación por la derrota que había sufrido la flota de Alfonso V de Aragón en 1435, así como de los tratados poético-políticos, morales o filosóficos Proverbios o Centiloquio (1437), conjunto de coplas de pie quebrado que escritas para la educación del príncipe don Enrique constituyen un tratado del “bien vivir”, Diálogo de Blas contra Fortuna (1448), Doctrinal de privados (1454), que compuesto a raíz de la caída de Álvaro de Luna, es un comentario sobre la inconsistencia de las grandezas humanas, y Favor de Hércules contra Fortuna, también alusivo a su enemistad con don Álvaro. No obstante, su fama literaria está también ligada a sus composiciones de inspiración popular: Serranillas(1429-1440), de temática pastoril y marcada influencia provenzal, Cantares y decires, centrados en los motivos del amor cortés, o la célebre Vaquera de la Finojosa.

La figura de este poeta se ha ido agrandando y afinando, perfilando cada vez más “pura”, firme, poderosa, con los siglos. Es tiempo de darle en la historia y tradición de la mejor poesía española el sitio que le corresponde y merece. Situar su nombre poniéndole junto a Juan Ruiz, a quien sucede como la mayor figura literaria de su siguiente siglo; y al lado de Manrique y Ausias March; al lado, en los siglos siguientes, de fray Luis, de Herrera, de Lope, de Góngora, de Quevedo… Pues, como todos ellos acompaña a su creación, a su poesía e invención poética, una conciencia crítica, reflexiva, poderosísima. Conciencia o reflexión igualmente poética.

En Santillana, esta “reflexión del poeta” se nos ofrece con singularísimo interés literario. Leámosle. Releámosle, tomando como “punto de partida” su reflexión critica; la que en estas estrofas a que he aludido nos expresan su poética con tan clara evidencia: oír, escuchar “los secretos de la filosofía” y “los fuertes pasos de la naturaleza”; obtener con pureza ese intento, obtenerlo poéticamente: viendo, mirando, en profundidad, con profundidad la poesía. ¡Y con qué puro mirar y oír reflexionó este lírico poeta español, extraño, del siglo XV!

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