Pablo Garcia Baena
LA VOZ TEMBLOROSA DE LA POESIA
(%=Image(2386814,»C»)%) En sucesivas tabernas cordobesas van conociéndose los poetas que más tarde constituirían el grupo de la revista Cántico. En 1947, Córdoba era una ciudad andaluza bella y oscura. Todavía no había comenzado la demolición urbanística que llevarían al paroxismo los sucesivos gobiernos tecnocráticos del régimen imperante en España. “Y en el ensueño de esa Córdoba que ya no existe Pablo es el último ciprés”, decía Ricardo Molina, otro de los poetas de “Cántico”.
Libro tras libro; Pablo García Baena ha elaborado una obra insólita, sin par en la poesía española de posguerra. Por el uso cuidadoso del lenguaje, su poesía puede ser considerada como el nexo entre la generación del 27 y lo más valioso de las jóvenes generaciones.
Esta obra ha sido realizada con una lucidez insobornable, primero en su Córdoba natal, durante la década de los 40, luego en la luminosidad de la Costa del Sol, en la bella localidad malagueña de Benalmádena.
Pablo García Baena nace en Córdoba el 29 de junio de 1923. Cursa estudios en la Escuela de Artes y Oficios. Por eso, es notable la precisión de su vocabulario cuando se refiere a algunas de las artes que ama (orfebrería, pintura, escultura…). Entre sus libros más relevantes se cuentan Rumor oculto (1946), Mientras cantan los pájaros (1948), Antiguo muchacho (1950), Junio (1957), Oleo (1958), Almoneda (1971), Antes que el tiempo acabe (1978),Gozos para la Navidad de Vicente Núñez (1984), Fieles guirnaldas fugitivas (1990), Prehistoria (1994) y Poniente (1995).
Su obra Fieles guirnaldas fugitivas obtuvo en 1989 el Premio Internacional de Poesía Ciudad de Melilla. En 1984 es nombrado Hijo Predilecto de Córdoba y se le otorga la Medalla de Oro de la Ciudad de Córdoba. Desde 1988 es Hijo Predilecto de Andalucía y en 1991 recibe el Premio de las Letras Andaluzas. En el 2004 se le otorga la Medalla de Oro de la Ciudad de Málaga. En 1984 fue galardonado con el Premio Príncipe de Asturias.
García Baena fue fundador de la revista Cántico, cuyo principal valor está en haber servido de enlace con el eslabón perdido de la generación del 27 y por tanto con la mejor poesía española de siempre.
Era octubre de 1947. Otoño en una ciudad azotada por el hambre, aislada –como el resto de España- de la cultura y el pensamiento europeo. En aquella Córdoba de la “solera pálida”, se enciende la antorcha de la poesía. Aparece el primer número de Cántico. Abriendo el número, un poema de García Baena, con el bello título de “Ágatha”.
“Antes de Cántico –escribe García Baena- ya vivían en Córdoba o en la provincia, los poetas de Cántico… Y es ese Juan Bernier, ya entonces casi tan mítico como ahora, el que va uniendo las manos que luego han de levantar el arco esbelto de Cántico. Este es Ricardo Molina, y éste es Pablo y éste es Julio Aumente y éste es Mario López”. Más tarde, Ricardo Molina se preguntaría: “¿Es ésta aquella Córdoba de la “solera pálida” / en las viejas tabernas patriarcales / cuando con voz un poco tembloroso leía / Pablo García Baena la Egloga de Belisa”.
En una lectura atenta de García Baena, podemos rastrear huellas del Duque de Rivas, de Juan Ramón y de Lorca, poetas que fueron a la vez pintores. También están presentes en la obra de este hondo poeta lírico San Juan de la Cruz, Bécquer y Cernuda. Y el modernismo (Rubén Darío y Manuel Machado) tiene una importancia decisiva en la formación técnica de García Baena, que para Adriano del Valle era el primer poeta de la época.
El pensamiento que informa Antes que el tiempo acabe, es de un desolado estoicismo, indiferencia, resignación, despego de los bienes terrenales… El poeta llega a formular este ideal de vida: “Danos la paz, Cordero de Dios, que es el olvido, / la paz que es el silencio, el sueño, el alimento / de nuestra muerte. Réquiem. El corazón, ya piedra, / aguarda de tu dedo el epitafio justo”.