¿Es en serio o el cuento de siempre?
El martes pasado, hace dos días, el oficialismo hizo varios gestos simultáneos que podrían ser enmarcados dentro de este propósito, que otras veces no ha conducido a nada. Sin embargo, como todo picado de culebra que de bejuco se asusta, no por ello no habría que comentar los hechos de ese día, que fue bastante extraño.
Por una parte, el vicepresidente Jaua se reunió con la Conferencia Episcopal Venezolana (CEV), a la cual entregó una carta del Presidente y recibió, a su vez, otra para su jefe, de parte de los obispos y otra de parte del Papa. Encima, Chávez llamó por teléfono al presidente de la Conferencia, con quien habló unos minutos y ofreció reunirse con él. Por su parte, Tibisay Lucena, en nombre del CNE, dio una declaración, que para su talante habitual, puede considerarse «enérgica». Dijo que el CNE «condena la violencia, venga de donde venga». Como hasta ahora sólo ha venido del lado oficialista es obvio que la chupa le cayó a este.
Nuevamente Jaua, quien estuvo bastante atareado ese día, acompañado del ministro del Interior, se reunió con un grupo de gobernadores y alcaldes, sin discriminación, para discutir el tema de la inseguridad y de los eventuales planes conjuntos para combatirla.
¿Cómo tomar todo esto? ¿Serán las jugarretas de costumbre, dirigidas a neutralizar a algunos sectores de la oposición, o hay alguna sustancia en esos gestos? No podemos saberlo todavía, pero puesto que indicarían un cambio en la agresividad de siempre, habría que juzgarlos con base en su mérito intrínseco, tratando de que la natural desconfianza que ha generado un comportamiento completamente contrario durante trece años, no domine las apreciaciones.
En primer lugar, habría que saludar y estimular esa conducta y, de hecho, salir al encuentro de ella. Esta es la oportunidad, para por ejemplo, proponer al gobierno una reunión del comando de Capriles con el ministro del Interior, e incluso con el vicepresidente, para discutir los pormenores de la campaña electoral y hacer el compromiso que sugiere Tibisay Lucena para garantizar que «la campaña electoral se realice en paz», según palabras de la presidente del CNE. Si estamos ante un gesto serio, demostrar la voluntad opositora de contribuir a controlar la violencia no puede ser sino conveniente para el país. Un encuentro de esa naturaleza podría dar pie para un reexamen de las proposiciones que Capriles hizo al Presidente, para ser consideradas como parte de un documento conjunto que «regularice» la campaña.
Si los hechos evidenciaren que estamos ante una nueva añagaza, pues más pierde el que fraguó la trama que quien quiso dar una prueba de buena voluntad en el sentido de contribuir a crear un clima político en el país menos amenazante, favoreciendo, de paso, la lucha contra la abstención, lo cual conviene, por cierto, a ambas partes. En definitiva, hay que darle un chance a cualquier rendijita, por engañosa que pudiera ser considerada, que se abra para contrarrestar la violencia y buscar una atmósfera de paz ciudadana.