Opinión Nacional

Los alumnos del Guardián de Luz y HCR

A algunos analistas que actúan como videntes les habría gustado elegir el candidato de la oposición en un cenáculo donde el voto no se contara, sino que se pesara. Suponen que con su densidad intelectual y experiencia, habrían inclinado tanto la balanza a favor de su aspirante favorito, que este habría resultado fácilmente ganador. En realidad no creen en la democracia. Prefieren los métodos elitescos. Les disgusta el criterio popular. Les molesta que Henique Capriles Radonski haya sido elegido por dos millones de votantes comunes y corrientes (en verdad, más de tres millones), carentes del sólido criterio que ellos creen haber alcanzado a lo largo de décadas de sesudas reflexiones.

         Para esos alumnos del Guardián de Luz –que se equivocan con frecuencia en sus pronósticos y escogencias, y se dejan embaucar por mercaderes de las encuestas- la campaña de Capriles no termina de arrancar. El aspirante no entusiasma. No luce como claro ganador de los comicios del 7-O. No está a la altura de su rival, el monstruo electoral nacido en Sabaneta.

         Los argumentos que estos astrólogos de la política esgrimen constatan lo evidente: que la candidatura carece de la fuerza arrolladora que –según ellos- debería poseer a estas alturas del proceso comicial. Tienen razón en que la gente no vocifera el triunfo de HCR en el metro, en los mercados populares o en las paradas de autobuses. Tampoco se observan ataques de histeria cuando aparece en público. Pero, ¿tal fenómeno telúrico ocurre por Hugo Chávez? De lo único que tenemos noticias es de datos trucados que crean el espejismo de una victoria del enfermo cubano.

         ¿Es factible que en el cuadro actual HCR luzca como un candidato imbatible y que esa invencibilidad sea recogida con claridad por los sondeos de opinión? No creo que tal aspiración pueda complacerse. La campaña de la alternativa democrática transcurre, y transcurrirá en el camino que falta por recorrer hasta octubre, en condiciones muy adversas. El régimen cuanta con suficientes recursos para opacar cualquier intento de la oposición por mostrarse como una opción triunfante. Los recursos económicos que maneja son inagotables. Controla o mediatiza casi todos los medios de comunicación nacionales y regionales, a través de la publicidad y el SENIAT, entre otros instrumentos. ¿Cómo puede proyectarse la sensación de victoria en una sociedad urbana de masas sin el apoyo continuo de los medios de información masivos?

         Para los profetas de la debacle HCR debería competir con Chávez en estridencia, desfachatez y mesianismo. ¿Conviene adoptar esa actitud? Las primarias del 12-F evidenciaron que una amplia franja de venezolanos está hastiada de la pugnacidad del comandante. De su verbo demagógico. De su destemplanza. Esos venezolanos optaron por la serenidad y la austeridad que representa HCR, más cónsona con lo que se aspira sea el Presidente en una República constitucional. El 12-F los sectores democráticos se pronunciaron por un líder que ha ido cosechando éxitos a los largo de su carrera, sin dar brincos acrobáticos, ni saltos al vacío. De la presidencia del antiguo Congreso Nacional pasó a la fundación de un partido que ha ido creciendo; de aquí transitó a la alcaldía de Baruta y luego a la gobernación de Miranda. Cuando le tocó demostrar temple de valiente lo hizo sin estridencias. Se enfrentó a la jauría judicial del régimen con coraje. Esta actitud le costó varios meses de prisión. Todo lo contrario  del teniente coronel quien cuando ha tenido que demostrar fuste, se ha acobardado o ha empapado la sotana del primer sacerdote que se le  para al frente. El caudillo militarista y populista es bravo cuando anda rodeado de anillos  seguridad o cuando, en cadena nacional y en presencia de sus ministros, insulta al candidato opositor y a los millones de venezolanos que lo eligieron como su abanderado.

         La actitud sobria de HCR le permitió triunfar el 12-F frente a los otros candidatos, algunos de los cuales encarnaban posturas más radicales y, para los pitonisos, más cónsonas con los desafíos que se le plantean a la oposición al enfrentar a Chávez.

         ¿El triunfo en las primarias con un estilo moderado permite predecir la victoria el 7-O? Obviamente la respuesta es no. En política no se cumplen las proyecciones lineales. En esas elecciones el régimen se juega su vida, la de Cuba, la de la ALBA y la de todo ese izquierdismo autoritario y anacrónico que todavía circula por América Latina. La campaña será dura y áspera, y habrá que hacerle ajustes que los meses venideros irán indicando. Por ahora la cruzada cumple su objetivo básico: marcar el contraste entre un dirigente sano y eficiente con un gobernante inepto y fanfarrón, que lleva catorce años empobreciendo al país, destruyendo la democracia y entregándole la nación a los tiranos Castro.

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