Opinión Nacional

Qué chasco Chávez

El dilema de Chávez es que siendo un hombre de poder – totalitario, arbitrario, inescrupuloso – debe aceptar, por el reconocimiento internacional que lo enloquece, las reglas del juego democrático que incluyen la libertad de expresión, sin embargo no deja de mostrar su talante atrabiliario, intolerante, cada vez que un periodista – hago énfasis en el término – cumple con su responsabilidad ética y le pregunta lo que no es posible responder sin incriminarse. Es muy larga la lista de agravios contra los periodistas auténticos, los de atrevimiento y coraje, los que incomodan al poder con sus incisivas interpelaciones.

La más reciente de sus pataletas de gran burgués con hacienda y galgo corredor, fue contra un periodista de Correo del Caroní que sencillamente le exigió aclarara un par de detalles de sus promesas a los trabajadores de Sidor a quienes ofreció “el oro y el moro”, pero eso sí, tenían que votar por su caduca candidatura de Corega y Seguretza y jurar que no protestarían nunca jamás.

El cardumen de improperios no se hizo esperar, pero las preguntas quedaron flotando, entre divagaciones inconexas, en el espeso ambiente de incertidumbre ante sus instrucciones obligadas de discutir el contrato de Sidor, que está vencido sin su cumplimiento, pero advirtiendo a los trabajadores que no deben pedir mucho – será mucho de la nada que les ha dado este patrón mala paga – obviando los contratos vencidos de Ferrominera, las empresas del aluminio y los empleados públicos en general, que fue la otra interrogante del único periodista que se atrevió a desafiar su ira tronante de señor de los anillos… de seguridad. Pero ese fue apenas uno de los momentos amargos que le hizo pasar Guayana en su accidentada visita doble, cuyo primer escenario estuvo tan abarrotado de autobuses de todo el oriente y sur del país, que hasta dos de ellos chocaron de frente dejando 25 heridos.

¡Qué desolación! En su segundo debut, en el cual quiso enmendar la plana, los ¡no te queremos! se filtraban por los intersticios de la adulancia de unos líderes sindicales que dieron un espectáculo de sumisión denigrante, más interesados en agradar al manirroto caudillo que les intimida las gónadas de otrora, que en defender la subsistencia de las empresas de Guayana y, por consiguiente, los derechos de sus trabajadores que si lograron su cometido de encajonar a Chávez, iniciando un histórico juicio al culpable de la destrucción de sus conquistas laborales. Y ¿sabes lo significan esos reclamos por contratos colectivos que te dispararon las alarmas, por lo que por poco y te da un soponcio, Chávez? Que tu proyecto socialista acaba de recibir su puntilla de muerte. ¿O crees que los trabajadores de Guayana no saben que socialismo no paga prestaciones sociales, ni beneficios, ni bonos y mucho menos discute contratos colectivos? Ellos, Chávez, en su inmensa ingenuidad creían que socialismo significa capitalismo pa´los obreros. Por eso cuando entendieron que socialismo es renuncia a su derecho inalienable de mejoramiento económico a través del trabajo, se indignaron y te pusieron en tres y dos.

El teatro de lo absurdo

Este segundo acto, decorado con ampulosa prolijidad, para tapar la pifia del primero, fue para transmitir en cadena nacional, desde un ambiente aséptico, de acceso militarmente restringido, los vítores y aplausos de un público cuidadosamente seleccionado, con instrucciones precisas de hacer sentir en la gloria al candidato del pasado, para que Venezuela creyera que tenía a Guayana comiendo en la palma de su mano… pero, nadie sabe por dónde, se metió un gentío caliente, con reclamos iracundos, haciéndole saber que el voto castigo estaba activado. Y se cortó la trasmisión, dejándolo hablando en mudo con una anacrónica botella uruguaya en la mano – también importaremos botellas, por haber destruido la Owen Illinois – como negro final de una película mala, aunque, a pesar de notificar la supuesta falla de audio presidencial – inédita interrupción en 1.600 horas de encadenamiento de la paciencia nacional – por encima de la voz de un improvisado locutor que confundía represa con Iris Valera, seguían saliendo al aire los gritos destemplados de un pueblo – testigo excepcional de la ranchificación institucional y física de la república – que pedía justicia y se burlaba abiertamente de sus mentiras electoreras, tantas veces oídas que ya obstinan hasta al chavista más obtuso.

 

En conclusión

 

Lo cierto es que al candidato del pasado – presidente saliente o el presaliente, como lo llama un amigo – se le está poniendo el mundo color de hormiga. Guayana fue su Waterloo y los trabajadores lo estaban esperando como caimán en boca de caño con un mensaje de rebeldía que recorrió cada rincón de Venezuela. Y mientras tanto un Capriles crecido – ya le sacó medio cuerpo de ventaja, y ahora es cuando falta – que no le da cuartel ni le tiene lástima a su cáncer vip – existen miles de venezolanos aquejados por esa enfermedad que carecen de los más elementales insumos de supervivencia – sigue recorriendo pueblo por pueblo señalando el abandono, la desidia y el fracaso de su mal gobierno en asuntos de tanta gravedad como la eliminación de la pobreza – 14 años y $1.500 millones y sigue siendo el “candidato de los pobres” – seguridad personal, estabilidad y desarrollo económico – ha endeudado la nación ociosamente en términos ofensivos para nuestra independencia – soberanía alimentaria – importa el 80% de lo que comemos y Pudreval es su símbolo – y soberanía energética – compra gasolina, a precio de libre mercado, al imperio “mesmo”. Y tiene los riñones de pedir seis años más: Sale pa´llá.

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