Controlar el poder

Gane Henrique o gane Chávez, el problema medular de Venezuela continuará siendo el mismo: ¿cómo controlar el poder de un Estado petrolero hipertrofiado que sobrepasa sobradamente en fuerza y riqueza al resto de la sociedad? El triunfo de Henrique Capriles garantiza, sin duda, el adelanto de la descentralización y la vuelta a un Estado de derecho y de justicia social con división de poderes. Sólo la personalidad del candidato de la Unidad, tan distante de la megalomanía, la insaciable sed de mando y el narcisismo presidencial, asegura que habrá un cambio importante, pero el germen de la enfermedad política que permitió la hegemonía chavista sigue estando allí: los desniveles de poder propios de las naciones petroleras. El tema del control del poder traspasa las fronteras nacionales y es hoy el corazón de un debate mundial sobre la crisis económica, las fallas de las instituciones políticas que la hicieron posible y la necesidad de contrapesos que limiten y corrijan a los mercados, pero también a los Estados.

Si el Estado se ha mostrado indispensable para contener las desviaciones y desequilibrios del mercado, ¿qué contiene los excesos del Estado? Sin duda, el llamado a una ciudadanía activa que exija revisión y rendición de cuentas es importante pero no deja de ser un saludo a la bandera porque, como señalaban los moralistas franceses, seul le pouvoir arrête le pouvoir, y solo dotando de poder efectivo a la ciudadanía podrá contenerse los efectos perversos de la riqueza del petroestado. La organización institucional de un poder ciudadano real es el verdadero reto de Henrique Capriles. La creación, por ejemplo, de fondos soberanos de riqueza, tan utilizados por otras naciones para mantener las manos del gobierno fuera de los recursos públicos que pertenecen a todos (incluidas las generaciones futuras), pero supervisados porminipopuli o asambleas de ciudadanos especializadas con definitivo poder de inspección.