Opinión Nacional

¿Acuerdo discordante?

 Es el problema que consume a gobernantes carentes de propuestas que enarbolen la democracia como ejercicio político de razón ciudadana. Pero también a quienes, por asumir responsabilidades administrativas en medio de procesos políticos, se ufanan de creerse más que los demás, superior o por encima de otros.

Tan engorroso problema, incita actitudes peligrosas. Actitudes que pueden devenir en graves riesgos a un colectivo que se halle supeditado a los vaivenes de un gobernante cuyo poder lo estimula a tomar decisiones arbitrarias y sin control alguno que regule sus alcances. Es el caso de una nación que se encuentre bajo el dominio político de un gobernante con ínfulas de “todopoderoso”. Es el caso de todo tirano cuyos arrebatos de exaltación pueden animarlo a tomar determinaciones que garanticen su “estabilidad” en el cargo desde el cual se permite hacer todo cuanto considere “favorable” a sus intereses. De hecho, la ciencia política advierte este tipo de situación. Explica sobre cómo se debaten realidades transgredidas por causa de tan perniciosa fijación acuciada por falta de escrúpulos en la personalidad de gobernantes avariciosos y vulgarmente codiciosos. Más aún, cuando dirigen naciones con holgadas economías y consolidadas finanzas. Por ejemplo Venezuela, a pesar de que su ingreso petrolero se ha visto constreñido por una nueva praxis de redistribución de dicha renta. Redistribución ésta que lejos de compensar al sector más extenuado, o de remediar las insuficiencias de la educación nacional o de aquella población más apesadumbrada por las consecuencias de una inflación feroz o de una violencia desparramada, ha sido útil para avivar la corrupción, entrampar la sociedad y sus instituciones democráticas.

 

El acuerdo pautado por el Consejo Nacional Electoral en torno a tres medidas que plantean acatamiento, respeto y tolerancia alrededor de las actividades propias de la campaña electoral presidencial, no constituye una instancia que podría significar la transacción necesaria de cara a lograr el equilibrio como condición política sobre la cual se homologuen razones y causas. Se sabe que quien detenta mayor poder, tiene mayor oportunidad para burlar o violar lo establecido.

 

Si se hace referencia a las pautas del susodicho arreglo a través de un ejercicio comparativo con la gestión del actual gobierno, no es difícil reconocer las violaciones, usurpaciones y abusos que ha cometido lo cual lleva a inferir que tal dictamen en poco o nada sería atendido debidamente por el gobierno en su más amplia composición. Más, si a ello se suma el afán de poder y el triunfalismo que ha asomado. De manera que “actuar en estricto cumplimiento con la Constitución, leyes y normativa electoral que rige el proceso electoral”, tal como lo expresa el acuerdo, luce poco probable de acatarse por parte del régimen. Lo mismo, ante lo de “reconocer los resultados electorales” a sabiendas que el Poder Ejecutivo viene azuzando al sector militar con fines preconcebidos. Y lo de competir en buena lid acogiéndose a “un clima de respeto, paz y participación democrática” para así evitar “hechos de violencia o de cualquier tipo que atente contra el bienestar del país”, no convence mucho si se otean las realidades en medio de la impunidad operada por el gobierno central. Entonces, ¿no será esto un parapeto más para encubrir un acuerdo discordante?

 

VENTANA DE PAPEL

 

NO ENTIENDEN DE TURISMO

 

Activar el turismo, no es fácil. Mucho menos, si quienes así lo pretenden buscan hacerlo con base en falseados criterios. Falseados, puesto que parten de supuestos engañosos que conciben un turismo sin aeropuerto, sin atractivos y sin recursos. Falseados porque además confunden su praxis con procedimientos de naturaleza político-ideológicas. Y para ello, a cuenta de gobierno militar, formulan disposiciones mediante las cuales, de forma solapada, instan a los operadores turísticos a someterse a un absurdo plan el cual, además de mal concebido, está peor articulado. De manera que resulta totalmente absurdo impulsar el turismo merideño sin atender su complejidad.

La cúpula gubernamental regional no comprende que el turismo no sólo puede estimularse con la asistencia de apenas uno de los factores que soportan su dinámica, como en efecto son los medios de comunicación. La situación, va más allá del concurso de tan importante consideración. Que los merideños “pongan su granito de arena”, tal como lo declaró el vicepresidente de Cormetur, Antonio Molina, es irrelevante por cuanto dicho propósito implica un trabajo de educación cívica que el gobierno local no está en capacidad de brindar porque ni sabe proponerlo, ni cuenta con el talento para llevar adelante un trabajo que demandaría tiempo, conocimiento y voluntad. Pero tampoco dispone de tan necesarios recursos ya que entre sus intenciones, nunca ha estado presente el turismo. Todo lo que pueda alegar el gobierno merideño sobre esta y otras materias de orden social y cultural, es mera patraña. Es más del mismo cuento de “nunca acabar”. Debe admitirse que no entienden de turismo.

 

ULA CONMEMORA CREACIÓN DE VICERRECTORADO

 

Vivir cuarenta años tras objetivos de trascendencia académica, tiene un incalculable valor. El calendario gregoriano marcaba el año 1972, cuando las universidades autónomas aplicaron lo que el articulado de la recién reformada Ley de Universidades, sancionada doce años antes, ordenaba en cuanto a adecuar el funcionamiento universitario a nuevas exigencias institucionales. Estaba decidiéndose una nueva estructura organizacional mediante la cual las universidades autónomas, experimentales y privadas, deberían cohesionar sus modos de proceder frente a la dinámica académica. Cada una, según sus propósitos y capacidades. Había que dar tan importante paso que sería representativo del hecho necesario de reacomodar el devenir universitario de tal modo que la movilidad de las mismas se diera sobre objetivos claramente diferenciados a fin de optimizar la calidad de las decisiones a elaborar y tomar.

Se creó la figura del Vicerrectorado Académico con la intención de evitar confusiones que pudieran desplazar las necesidades de la administración universitaria. La nueva dependencia se convirtió en espacio para demostrar el acierto normativo. Pero igualmente, para dejar ver las aptitudes de quienes desde ese mismo instante desfilaron como autoridades universitarias en la posición de Vicerrector Académico. En la Universidad de Los Andes, Rafael Chuecos Poggioli, orientó inicialmente la conducción de la Academia universitaria en términos de las oportunidades que la vida nacional le deparaba a su institucionalidad. Siguieron académicos como Julíán Aguirre Pe, Carlos Guillermo Cárdenas, Leonel Vivas Jerez, Jesús Alfonso Osuna Ceballos, Manuel Ramón Hernández y Humberto Ruíz Calderón. No hay pues mejor razón para justificar el orgullo de sentirse universitario luego de comprender el esfuerzo de estos venezolanos por poner en alto el nombre de la Universidad autónoma. Particularmente, de la Universidad de Los Andes. Por eso, es de plena justicia proyectar a los cuatro vientos el hecho de que la ULA conmemore la creación del Vicerrectorado Académico.

 

LA NOCHE DE LAS RAZONES CIEGAS

 

No siempre se gana una carrera. A veces, la resistencia se consume antes de darse la partida. Es el mismo problema que domina una situación donde se pone a prueba la tolerancia entendida como el espacio en el cual la humildad y la sapiencia concilian expectativas. O donde se mide la capacidad de escuchar, la virtud de considerar la visión del otro, la facultad para reconocer que existen opiniones que pueden divergir de la propia. Es el reconocimiento a valores que exhortan la necesidad de convivir lugares y compartir y esperanzas. Vale este exordio, a propósito de la visita que brindara a Mérida Orlando Albornoz, enjundioso estudioso de la sociología de la educación superior. El hecho que significó disertar de cara a las perturbadas realidades que agobian el clima político nacional, no fue del todo comprendido por quienes, sin exprimir a fondo la argumentación de sus criterios, justamente con la intención de contrarrestar el discurso de Albornoz valiéndose de sus mismas razones, se opusieron de facto a la postura del académico.

Quienes así expusieron sus invocaciones en contrario, dejaron poseerse por sentimientos que para nada podrían haber rebatido las declaraciones del conferencista. A pesar del tremendismo que caracterizó su intervención, el momento fue particularmente desproporcionado por cuanto la charla no fue confrontada en un plano de consideraciones soportadas en un esquema metodológico del mismo tenor que el utilizado por el doctor Albornoz. Indistintamente de la postura ideológica que pudo o no inferirse, la cual no fue elemento central del discurso, esa noche se perdió una valiosa ocasión para articular razones que bien podrían haber servido para instar reflexiones en distintas líneas del pensamiento político. Como arriba se escribe, el problema no es ganar una carrera. El problema es alcanzar la experiencia necesaria a partir de la cual se acumula la resistencia suficiente para ganar la carrera con dignidad y convicción. Todo hace ver que fue la noche de las razones ciegas.

 

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