Encuestas truncadas y acuerdos chimbos
Desde el RR-2004 vienen existiendo dos constantes que debemos colocar sobre el análisis de manera de construir bien la ecuación de preferencias, que intenta resumir la realidad demoscópica del país.
La primera constante es la abstención, que se ha venido ubicando en un 25% promedio desde los procesos electorales de 1988 (CAP), 1993 (Caldera), 1998 (Chávez), 1999 (Referéndum Reforma Constitucional), 2002 (Legitimación Presidenciales), 2004 (RR), 2006 (Presidenciales), 2007 (Reforma Constitucional-negada-), 2009 (Enmienda Constitucional-aprobada) y 2010 (Parlamentarias).
Lo primero que debemos aclarar es que esta población mal llamada Ni-Ni (más adelante volvemos sobre esta aclaratoria) son indecisos que sí votan, a diferencia de los abstencionistas o no votantes recurrentes / históricos que deliberadamente no sufragan.
La segunda constante es entonces la emergencia de indecisos, que insisto sí votan pero no expresan preferencias en las encuestas de opinión.
Son los que no responden, no dicen, no expresan su intención de voto por determinado candidato, lo cual no quiere decir que no tengan intención de votar. Es incorrecto calificarlos como ni-nis porque se crea en la opinión pública la percepción de que son abstencionistas (negativos electorales), que no es el caso.
Lo correcto es llamarles no alineados a determinada tolda política porque al final votan indistintamente, sin comportar lealtad recurrente a determinada opción. También pueden formar parte del universo de los votos nulos (deliberadamente).
Aclarado el punto, veamos…
Datanálisis registra un universo de 23% de indecisos, en un marco de 54% de intención de voto a favor del Presidente Chávez y un 39% a favor del candidato Capriles (15 puntos por debajo de Chávez).
Lo que no queda claro es cómo divide Datanálisis a los indecisos y a los abstencionistas. Habla de un 24% de abstención y pareciera meter en un mismo saco a la abstención y a los indecisos, lo cual sería incorrecto. En otro renglón, menciona aisladamente un 23 % de indecisos, que lucen como un segmento adicional al 24% de abstención expectante.
Si la data que arroja el amigo Luis Vicente León es lo segundo, es decir, un 23% de indecisos más 24% de abstencionistas, la brecha entre Capriles y Chávez luce insuperable, porque Capriles tendría que favorecerse del 90% de los votos indecisos para ganarle por nariz, a Chávez, y eso estadísticamente, no es posible (salvo que un advenimiento tumbe la intención de voto a favor de Chávez).
Pero es aquí donde estimo está la inconsistencia histórica de la data de la encuestadora Gil Yépez-Luis Vicente León.
Los indecisos no son más que un 12% de la población (no un 23% como lo registra Datanálisis), y la intención de voto hoy día no mantiene una brecha superior a 5%, por lo que quien logre un 70% de esos indecisos, tiene la elección a su favor, aunque sabemos que con nuestro árbitro, esa brecha sólo le asegura una victoria a Chávez.
Así las cosas, la data de Consultores 21, que registra una consistencia / proporcionalidad histórica con relación a lo que viene ocurriendo en los últimos eventos electorales, tanto previo a su celebración como una vez ejecutados (No alineados o indecisos: 12%, abstención: 25%), más una diferencia entre candidatos estrecha (2007, 2009, 2010) es lo más plausible.
De cara a las elecciones 2007 y 2010, en las cuales la oposición ha obtenido más votos que el chavismo, amén del esfuerzo del CNE en resistir los resultados (aún no tenemos las cifras oficiales del R-2007), y el ventajismo oficial, no podemos sino concluir que hoy la diferencia entre Chávez y Capriles es muy corta, y que los indecisos sí decidirán el evento electoral, claro está, si el CNE los deja pasar.
Y aquí quería llegar: Al llamado árbitro electoral, al CNE.
La firma del acuerdo por parte de la oposición fue un error que duele más por su impacto en los indecisos que por su trepidante ilogicidad.
Este segmento (los no alineados o indecisos que no son abstencionistas) no define por quién votan por varias razones: 1.-Desinterés en la política que pasa por una evaluación critica de su dirigencia; 2.- .-Sospechas sobre pactos soterrados oposición – gobierno, lo cual apareja incredulidad; 3.-Fatiga de la contienda y letargo; 4.- Percepción de arreglo, de trampa, de fraude; y 5.- Miedo. Sin embargo, aun así, en su mayoría terminan votando…
El pacto firmado por la oposición ante un CNE – un órgano cuestionado no sólo por la misma oposición sino recurrentemente por los indecisos que exigen imparcialidad, eficacia en la gestión pública, seriedad en el ejercicio de la política (aquí la marca de la unidad ha hecho un buen trabajo), y contundencia en las demandas ciudadanas del liderazgo político así como contundencia en las respuestas gubernamentales a las urgencias de la gente (seguridad, techo, urbanidad, trabajo) – más que ponerle color al gato, lo puso a cazar ratones, que es lo que al final importa.
En otras palabras, el no alineado -que poco cree en el sistema electoral, en los partidos, en la política, puede haber sido enviado a la lona con un pacto que le sabe muy mal, porque le luce inconsistente, vacío y entreguista.
Así el gato cazó a su roedor: a unos indecisos, que de inocentes no tienen nada y que el gobierno quiere ver sumados al bulto de la abstensión porque sabe que le dificulta no sólo el ganar el evento sino maquillarlo a placer.
Por ello ese acuerdo firmado con reservas y sumisamente por la oposición ante en CNE no tiene sentido, es un caza-tontos, y cae peor en momentos que salen a la opinión publica encuestas que desalientan incluso al aliado político (definido) de Capriles.
El país entra en una fase de gran dificultad. Estamos en presencia de un evento electoral que viene ajustado y requiere no sólo de la vigilancia y buena fe ciudadana necesaria para no solo defender lo que se sabe debe suceder, pero que debemos tener la convicción de que sucederá, sino también de la movilización requerida para emocionar a la gente y salir a preservarlo.
La oposición debe reaccionar frente al manejo de la data demoscópica, ilustrando al electorado. Se queda como pasmada, neutralizada, absorta frente a unos números, que comportan eso, sumandos, componentes, manejos, criterios, acomodos, que hay que aclarar con prontitud y lógica sustentable. Para mantener la fe y la disposición de la gente, hay que orientarla, ilustrarla, no dejarla sola en su desconcierto y confusión. Y para lograrlo, los especialistas deben salir al rompe ante la opinión publica para aclarar situaciones y exhibir con criterio y buen juicio la verdad de las cosas.
Es en un escenario de preclaridad, coherencia y perseverancia, donde el indeciso decide a favor… no sólo del que sabe contar, sino del que mejor cuide el conteo.
Firmar acuerdos chimbos solo le da caña al gobierno para legitimar sus andanzas y llenarse el boquete diciendo: el arbitro (nuestro arbitro), es bueno, merece respeto y credibilidad, tanto como lo merece, tolerar las cadenas, el mal-uso de los recursos públicos, el proselitismo de Estado o el miedo como estrategia.
Pero nada, seguimos, no queda más…