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Rafael Arráiz Lucca: vida y poesía

Gracias a la titánica labor editorial que adelanta el emérito investigador y excelente crítico literario Víctor Bravo, los lectores de Hispanoamérica podemos acceder a una de las producciones poéticas más prolijas del continente. Ediciones El otro, el mismo, y su Colección de Poesía “Ramón Palomares” ha reunido un poco más de dos décadas de creación poética de uno de nuestros más consistentes bardos venezolanos de entresiglos, Rafael Arráíz Lucca (Caracas, 1959).

La contraportada de esta ambiciosa Obra Poética en marcha, contentiva de unas 300 páginas, nos obsequia a los lectores enjundiosos párrafos de merecido reconocimiento al autor de Balizaje (1983) calzados con las firmas de eminentes artífices de nuestra más elevada y distinguida tradición literaria venezolana: Juan Liscano, Juan Nuño, José Manuel Briceño Guerrero, Francisco Rivera, Joaquín Marta Sosa. Enhorabuena, hay que decirlo sin remilgos y sí, ciertamente, sin ocultar nuestro regocijo estético, adviene este fabuloso libro de la mejor poesía que se está escribiendo en este país en los tiempos que corren. Piensen algunos lectores lo que quieran; sé que no estoy solo en la anterior afirmación, al contrario, son legión los que piensan como yo acerca de la poesía de Arráiz Lucca. Cuando las evidencias son incontestables es necedad citar ejemplos para corroborarlas. Dijo, proféticamente, el insigne Poeta Juan Liscano refiriéndose a nuestro bardo caraqueño: “…en el concierto poético de las voces destacadas, la suya afirma conjuntamente distinción e ironía, lucidez y ensueño, realismo y un lirismo muy particular, nacido de algo muy parecido a la nostalgia reservada, a la espera que se oculta.”

En cierta ocasión dije que la poesía de Arráiz Lucca era dueña de una descarnada lucidez que no admitía parangón en la historia de las letras venezolanas de la última centuria. Ahora, con su Obra Poética (1983-2004) en manos de los lectores me ratifico lo que escribí hace algún tiempo:

“Hay una reiterada refulgencia en todos estos poemas que integran este maravilloso acto creador. El poeta sabe que domina el inveterado arte de relacionar las imágenes, los sonidos que desprenden las palabras; él sabe plenamente que es poseedor de una demiurgia verbal y lo demuestra en el poema para asombro del lector. Una inaudita devoción por la palabra transparentan estos poemas; en ellos el escritor alcanza cotas crepusculares en cuanto al arte de decir, su estro corona cimas inigualables dentro del quehacer poético del último siglo de escritura lírica venezolana.”

Si Heidegger decía que el lenguaje era “la casa del ser”, cómo podría insertarse el inicio de este vasto itinerario del habla lírica de Arráiz respecto de “La Casa” como utopía del ser? Dice el poeta en un memorable poema titulado justamente

“Mi Casa”:
“En ella era posible
el Quijote/recitado como un cuento
¿no es acaso?(…)
Había libros para hacer mundos
De noche
Cuando el nuestro reposaba
(…) para inventar alguna amiga
y tener playa con su cuerpo.”

El escritor le sugiere a los lectores la dimensión de sus lecturas: Juan Gustavo Cobo Borda, Jorge Luis Borges, Jaime Gil de Biedma, Leszek Kolakowky, Heberto Padilla, Francisco Lazo Martí, José Emilio Pacheco, Juan Calzadilla, José Agustín Goytisolo, Carlos Drummond de Andrade, Eugenio Montejo, Wallace Stevens y una miríada de autores de indubitable estatura universal que esplenden con luminosa eternitud imperturbables ante el paso de los siglos y las edades. Quien vive entre los clásicos, termina inexorablemente como uno de ellos pero hay que apresurarse a decirlo de manera fulminante y definitiva: Se está destinado a ser un clásico de la lengua castellana si a cambio se entrega alma, vida, corazón e intelecto a esa pasión irredimible que, si es auténtica –tal como la de Arráiz por la poesía- conlleva intrínsecamente el principio generatriz y fundacional de universos encantados más genuinos y nobles que los empírica y fácticamente dados por la insolencia de lo real.

El poema en Arráiz Lucca es un intento por recuperar el paraíso perdido de la adolescencia por la palabra que vuelve a fundar un mundo ido años ha. Esa natural armonía que exhalan las palabras tan sabiamente expresadas en su Obra Poética (1983-2004) se apodera de nuestro espíritu cuando nuestra capacidad de lectura las transfiere de la página a nuestra sensibilidad. Es un acontecimiento admirable; hablo de un milagro y ello no es poco decir en este tiempo de modernidad desoladora.

(*) Poeta y crítico literario venezolano.

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