Opinión Nacional

Ramsés y Acarigua le salieron respondónes

El presidente saliente tuvo que ir al sur del país para constatar que su formula dialogo ya no aguanta una revisadita. Eso de hablar sin parar, preguntarse y darse respuestas, sin interlocutor alguno, ya no convence. La gente se cansa de escuchar los mismos cuentos y canciones, adornadas con promesas. Allá en el sur, le salieron respondones.

Primero fue en Guayana cuando tuvo que sudar frio, respondiendo a las propuestas de los sindicalistas –sus grandes amigos- para adelantar la discusión de los contratos colectivos vencidos y la petición de un bono que corrija el tiempo transcurrido sin contrato. Lo pusieron a gesticular buscando aire del bueno y aquellos trabajadores que lo escuchaban hablar de sus nunca concluidos sueños, en el momento apropiado, lo inquirieron sobre la necesidad de firmar la mejora de sus churupos. Montó en rabia cuando le sugirieron que los trabajadores tengan la oportunidad de escoger a los directores de las empresas guayanesas y reivindicó la única forma que el conoce para hacerlo: su dedo mágico que se dice socialista, pero que no entiende de democracia. Arrogante y autoritario indicó que sólo él continuaría ejerciendo su derecho a escoger a los gerentes. Allá rodó aquello del poder de los consejos de trabajadores.

Chávez pide que lo escuchen, pero él no sabe escuchar. Chávez exige el respeto que él no sabe conceder.

En Monagas, durante la visita a una de las instalaciones de la Faja Petrolera del Orinoco, prendió en rabia cuando Ramsés Siverio, periodista del diario Correo del Caroní  le preguntó las razones para el fin de la transmisión y lo acusó de obedecer órdenes de la burguesía. Las respuestas dieron tumbos y las acostumbradas muecas que acompañan su mentir, no se hicieron esperar. El periodista lo miraba con cara de pendejo –muy bien administrada- mientras Chávez intentaba redondear una explicación convincente arropada por cortes de luz y sonido. El candidato olvida que en ese recinto se encontraba una cantidad de gente a la que no se le escapa la verdad. En ese auditorio Chávez entendió que una Asamblea de trabajadores no es el lugar propicio para hablar sólo.

Mientras al presidente saliente se le coloca el santo de espaldas, Capriles sigue haciendo su esfuerzo diario por escuchar a la gente. En los últimos días ha crecido con fuerza incontenible lo más importante que necesita Capriles para ganar las elecciones: el convencimiento de que podemos ganar. Pregúntele a su vecino y observe el brillo de la esperanza en sus ojos.

                                                     

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