Humanum Est
La satisfacción del deber cumplido era más bien el orgullo de haber terminado el trabajo que, en opinión de todo el mundo, jamás concluiría. Qué gran disparate, un ingeniero civil metido a novelista. Pero allí estaba el resultado en la pantalla, ante sus ojos, con las tres letras de la palabra Fin. Trescientas veinticuatro páginas de novela. Doce meses, seis días, cuatro horas y dos minutos de esfuerzo estaban allí, en el Hard Disk, por arte de magia, guardados en el drive A, que era también cosa de brujería. Toda la luminosidad de la edad media otra vez imperando en la Tierra. Y entonces fue. Quería hacer el índice de su Opus Magna. Llevó la flecha con el mouse a Herramientas. Cuando se abrió la mágica ventana, hizo click dos veces con la flecha en Ordenar, y al aparecer las opciones escogió Todo el documento. La máquina, con su helada cortesía medioeval le preguntó: ¿Está seguro de que quiere ordenar todas las palabras del documento?, y él, orgulloso de su sapiencia druídica, hizo un nuevo click sobre el Sí. Desastre. La novela se le convirtió en un híbrido de diccionario sin explicaciones y alfabeto hipertartamudo, con miles de aes seguidas de dos abs provenientes de un par de latinajos, a los que seguían los abad, abades, abadesa, abadesas, abalorio, abandona, abandonado, abandonados, abandonas, abandono, abandonos, abatido, y así sucesivamente hasta llegar a zulú. En su nerviosismo volvió a Herramientas y, accidentalmente, soltó el mouse cuando la flecha estaba sobre Salvar. La catástrofe quedaba consagrada, convertida en piedra. Eterna. Doce meses, seis días, cuatro horas y dos minutos de trabajo, de orden, ahora excesivo e irrevocable.
Su ruina final como persona, como carne de psiquiatra se produjo cuando el técnico, desde sus ojos de sabio neblinoso, le dio el diagnóstico definitivo, implacable, inapelable: No puede ser, señor, que no haya hecho otra copia ni ordenado un backup. Eso es regla de juego, hay que ordenar backup o, por lo menos, grabar en otro diskette una copia de seguridad y hasta imprimir el trabajo de vez en cuando, porque, en caso de un error grave como el que usted cometió, se puede apelar al backup o al Pen Drive y perder solamente tres minutos de texto, o, en el peor de los casos, puede copiar lo impreso ¿me entiende? Ahora, la única solución posible es que haga el trabajo de nuevo, de punta a punta, señor. Y, aunque los humanistas digan otra cosa, la memoria humana es hasta más frágil que la memoria RAM. Haga lo que le digo -concluyó con una sonrisa de ídolo macilento-, que las máquinas no se equivocan; los que se equivocan, y demasiado a menudo, son los hombres, o, como dicen los humanistas: Errare humanum est.