Adriano González León
Con sólo dos novelas, Adriano González León consiguió una posición privilegiada en la novelística, a pesar de que la segunda, Viejo (1995), no fue bien recibida ni por el público ni por la exigua crítica del país. La primera, País portátil (1968), sí fue un éxito, tanto en ventas como en la crítica, que en aquellos días (1968-1978) parecía ir camino a recuperar su posición en Venezuela, posición que había perdido en la década de 1930, y que finalmente no recuperó nunca. Sus cuentos, contenidos en tres libros: Las hogueras más altas (Buenos Aires, Goyanarte, 1959; Premio Municipal de Prosa 1958), Asfalto-Infierno y otros relatos demoniacos (El Techo de la Ballena, Caracas, 1963), y Hombre que daba sed (Jorge Álvarez, Buenos Aires, 1967) le había granjeado una posición de preeminencia entre los cuentistas venezolanos. A nadie escapó el hecho de que una figura de la magnitud de Miguel Ángel Asturias se ocupara de él hasta el extremo de prologar su libro Las hogueras más altas, lo que lo convertía en una promesa de la literatura venezolana, pero su verdadera consagración fue diez años después, cuando con País portátil obtuvo el Premio Biblioteca Breve de Seix Barral en 1968, lo que pareció que lo haría incorporarse al selecto grupo del Boom de la Literatura Latinoamericana (Mario Vargas Llosa, Gabriel García Márquez, Julio Cortázar, Carlos Fuentes y, a medias, José Donoso). La novela fue traducida a varios idiomas y mereció grandes elogios de los críticos principales del Boom (Emir Rodríguez Monegal, Ángel Rama, José Miguel Oviedo, Domingo Miliani, su pariente, extétera) y, lo más importante, logró que Carmen Balcells, principal promotora del Boom, se interesara en su carrera. En ello tuvo mucha importancia su matrimonio con la argentina Mary Ferrero, mujer excepcional y talentosa, que trabajó toda su vida en torno a la literatura, y que lo acicateó y fomentó su fama. Para escribir País portátil, según sus propias declaraciones, se encerró durante un año (1963) en un cubículo en la Facultad de Economía de la Universidad Central de Venezuela, hasta completar la novela, que cuenta la historia de la familia Barazarte, de Trujillo, a través de los recuerdos de Andrés Barazarte, el último de sus vástagos, estudiante universitario que lleva en sí las figuras fantasmagóricas de todos sus parientes. En la novela está presente la lucha armada, la realidad guerrillera del tiempo en que fue escrita, algo que a su autor le causó alguna vez ir preso en tiempos de Rómulo Betancourt a causa de algo que dijo en un programa de televisión y que motivó a los policías y militares represivos de su momentos a arrestarlo. Eso fue casi inmediatamente después de su regreso de Argentina, y fue liberado por exigencia de Arturo Uslar Pietri y de otros intelectuales venezolanos que intervinieron en su defensa. Lamentablemente, González León no logró desarrollar la carrera literaria que de él se esperaba. Lo exiguo de su obra y su separación de Mary Ferrero pesaron mucho en lo que en cierta forma fue su fracaso.
Adriano González León nació en Valera, estado Trujillo, el 14 de noviembre de 1931, y murió en Caracas el 12 de enero de 2008. Cuando apenas tenía quince años trabajó como corresponsal del diario El Nacional, luego se trasladó a Caracas para estudiar derecho en la Universidad Central de Venezuela, donde obtuvo su título de abogado en 1955. Fue fundador del Grupo Sardio (con Edmundo Aray, Guillermo Sucre, Efraín Hurtado, Carlos Contramaestre, Rodolfo Izaguirre y otros), y fue muy activo en la lucha contra la dictadura, comprometido siempre con la izquierda. En la década de 1960 fue Secretario de Embajada en Buenos Aires, de donde debió salir al caer el gobierno de Frondizi, cuando en aplicación de la Doctrina Betancourt se rompieron as relaciones diplomáticas entre los dos países. En Caracas, además de ejercer como docente universitario, se convirtió en una presencia cotidiana en la televisión y mantuvo una columna en el diario El Nacional. En la década de 1990 fue designado Agregado Cultural en la embajada de Venezuela en España, en donde también incursionó en la televisión. En el 2004 el PEN de Venezuela creó un importante premio (bienal) con su nombre, como un merecido homenaje a su labor literaria y cultural. En sus últimos años publicó una segunda novela, Viejo, no fue bien recibida ni por el público ni por la crítica, que es algo que debería revisarse.
Dice de él Julio Ortega: Adriano González León (1931) escribió País portátil (1968) hacia 1963 bajo la inmediata urgencia de su efervescente vocación de escritor y la no menos perentoria necesidad de dar cuenta de su adhesión política a la vehemente izquierda venezolana de esos años. Es notable que la novela fuera armando, frente a tantas urgencias, su intrincado laberinto en una figura poética de fragmentos vivaces. La forma impecable de ese edificio del tiempo venezolano se levanta, como en el poema de César Vallejo, con todo su pasado a cuestas, sobre la frágil orilla del presente. La historia contada, que es casi toda la novela, busca afincar en el terreno delgado y azaroso de la política, que recorre el último Barazarte, el estudiante universitario que atraviesa la ciudad en pos de sus compañeros alzados, para sumarse a la guerrilla, darle un lugar a su historia familiar y sentido a la novela.
Víctor Bravo (Cultura Universitaria, 102, UCV, Caracas, 1978, pp. 157 y siguientes), en cambio, no parece encontrar mayores méritos en la novela de González León
Domingo Miliani, su pariente, dice: Adriano González León (1931) se había revelado como cuentista al obtener clasificación en un concurso de El Nacional, con su relato “En el lago”. Bajo pie editorial de Sardio publicó Las hogueras más altas (1958), reeditado el año siguiente en Buenos Aires, por Juan Goyanarte, con prólogo consagratorio de Miguel Ángel Asturias. Reiteró la brillantez agresividad de su relato en Asfalto-infierno (1963), edición de El techo de la ballena; luego, otro volumen de cuentos: Hombre que daba sed (1967). El autor maduraba en silencio una novela. Ella lo consagró internacionalmente cuando obtuvo el Premio Biblioteca Breve de Seix Barral: País portátil (1968).