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De la prudencia y otras inquisiciones

La grandeza de este texto de Cristo, según Mateo,  alcanza para la conducta humana, probablemente lo que la ecuación de Einstein para las ciencias naturales y para la filosofía misma. E= mc2. No es un caso simple, tras la marcada sencillez en su apariencia.  Tal vez allí radique su grandeza.  La analogía quiere ser respetuosa, pues, no implica el dominio teórico de lo que significa la ecuación, sino  cuanto se ha inferido de ella, incluso sin que tenga qué ver con su significado, sentido y trascendencia sino que, de una u otra manera divulgada, ha hecho que, cuando menos seamos atentos a los problemas del “comportamiento” de la energía,  de la masa y la velocidad.  Hasta entendemos sin nada saber, que un X  en el espacio abierto está a tantos años luz de nosotros,  pero, y claro,  no sabemos quien es nuestro vecino, terma cercano a la prudencia y no a la física.  Sin adentrarnos a la cuestión de la prudencia, de nuevo  la memoria nos impone recordar a Sócrates, en boca de Platón, a Platón en su propia palabra, a Aristóteles y  hay más, pero son suficientes los maestros, en el mundo griego, que  todo lo hicieron o establecieron sus bases, o simplemente lo marcaron. Sin detalles, recordemos que  Platón trató este “asunto” en La República, Aristóteles en la  Ética a Nicómaco, cuya sola ubicación en esos textos, que mas allá de las cosas individuales someras, si se tocan, son sencillamente parte del modelo global de las fundamentales relaciones humanas en la sociedad toda. Prudencia ante el Estado, ante los gobernantes, ante el poder, por tanto, prudencia del gobernante ante su gobernado, ante otros estados, su más alta virtud,  en una palabra. Pero, la prudencia no alcanza ser,  en ningún caso,  ciencia alguna, pero sí, en definitiva,  el saber cómo comportarse  a sabiendas de lo qué es bueno y malo para  la cohabitación, par el buen vivir, lo juicioso, lo sano, frente a lo imprudente, la  “locura” en la mas pobre visión de su significado.  Es decir,  el mal vivir.

            Quizá en el mundo  de la cristiandad sea Santo Tomas quien mas dedicó su sabiduría a este tema,  en donde la  justicia, la fortaleza y la templanza, sin perder su “autonomía”, su particularidad, son parte le son esencial  de la prudencia. Y así se ha continuado, incluso en nuestros días, donde la prudencia sigue siendo tema de consideración entre filósofos, políticos, y en cada casa, particularmente,  en este caso,  para preservar la comunicación, el respeto al otro, el modo de tratarnos para sentirse bien. De una u otra forma la reflexión sobre la prudencia es una orientación sobre las buenas y malas costumbres,  y lo prudente es saber discernir  entre ambas para toma de decisiones, para actuar adecuadamente. Téngase presente esta idea: adecuadamente. La adecuación es una relación entre partes, con otros, etc.

             Y  se puede rastrear la cuestión de la prudencia, pero baste, pues, señalar que  de una u otra manera, tras las apariencias se esconde el mismo ideario y la misma distinción para el ejercicio de la vida vivida diariamente: vivir mejor, es decir, sin problemas.  El propio Kant tan abstruso casi siempre, parte de que la prudencia es una capacidad de poder elegir  para alcanzar el bienestar, la felicidad de cada quien entre todos. Naturalmente el lector me perdonará licencias en el resumen, y Kant asume claramente, por una parte que la prudencia  es una acción de la inteligencia humana para  distinguir el mas o menos bien quien es el otro, y al  reconocer este hecho saber que decisión tomar para nuestro propio beneficio personal, y, por esa vía, determinar lo que es realmente que es ser moralmente prudente ante  el otro, de apariencias análogas, pero que es hábil, astuto, un zorro… diríamos en función de sus propio beneficio. Hasta nuestros días el tema sigue, pero se podría decir que en todos los casos, la prudencia es el equilibrio que se alcanza en las relaciones con el otro para no herirlo, hostigarle, molestarlo,  por una parte y sobre todo, para estar cómodos con nosotros mismos  sin riesgos  lo suficientemente tranquilo. Y, la inferencia es elemental, el otro ha de sentirse bien con uno, con nosotros cada uno.

            Prudente ha sido el silencio ante los regímenes totalitarios, no importa qué adjetivo lo acompañe. Nazismo, Estalinismo. Prudente fue el silencio ante la Inquisición. Prudente es el silencio ante los regímenes autocráticos militares,  fundamentalistas.  Prudente es el silencio ante el PSUV y el gobierno de Chávez, para quienes no ser chavista es ser enemigo del proceso y,  a priori, se gana la exclusión, la “excomunión”,  la  condena que, además de ser ya una aberración, es un crimen contra la familia, sentenciada de antemano al mismo tratamiento, el aislamiento, el ostracismo, en fin,  a llevar la estigma permanente de ser uno sin ser.  De existir sin vivir. La prudencia, en este caso, es sacrificio máximo, hecho a consciencia  para garantizar la vida del mañana que vendrá.  Pero, la prudencia no puede ser asumir el silencio como un modo de sobrevivir porque se ha aceptado la normalidad de vivir muerto, de  vivir sometido, de ser esclavo, de ser feliz sin libertad. Esto ya no es prudencia, es complicidad. Digamos, en general que la prudencia de callar, de nada decir, de nada criticar es, en  fin, asumir diariamente el silencio como negación de la verdad y por tanto hacer de la mentira el valor que sustenta y orienta la existencia y la historia por ello cobrará mañana.

            Pues bien, volvamos a la tesis de Cristo que nos sirve en parte de leit motiv de este texto.  En efecto, Cristo dijo a sus  discípulos: “Mirad que Yo os envío como ovejas en medio de lobos. Sed, pues, prudentes como las serpientes y sencillos como las palomas”. (Mateo).  Todos sabemos el valor simbólico de las ovejas, desde los tiempos de Abraham se sustituye el sacrificio de humanos ante Dios, por el cordero, y Cristo deviene en cordero de Dios para salvar con su sacrificio supremo, su muerte,  al hombre. Sabemos que  en Satán  se hizo en la serpiente para convencer a Eva de desobedecer. Y sabemos  del peso que para la cultura y religión hebrea  tiene la serpiente. (Víboras). Buen trabajo para  teosofantes este de ver el valor de este símbolo y hacer las relaciones del caso. (Puede incluirse a Nietzsche).  Pero, aquí lo reivindicado de la serpiente es su prudencia,  es decir, como  cautela, como astucia, como sabiduría, cálculo, premeditación incluso, para poder no solo zafarse de los lobos, cuya simbología es muy clara, tanto en por sus prácticas, en donde la voracidad es su  vida,  cuanto por los mitos que sobre  ellos se han creado, sino, sobre esas visiones llegar a todos, con la dulzura que tienen las palomas, cuya mas alta expresión de sabiduría y belleza fue la presencia del Espíritu Santo,  transubstanciado, creo que es licito decirlo así, en paloma para engendrar a María y Cristo pudiese ser y existir siendo humano y siendo Dios a la vez.

            Pero, el propio Cristo tuvo  algunas manifestaciones de imprudencia, que como sabiduría tiene los méritos bien como humor, bien  denotativamente, de acercarnos a la verdad. Dos expresiones de Cristo, el debate con los sacerdotes para desnudarlos,  era un chamito cuando ello y la otra, grande  a mi memoria, sacar a los mercados del templo, a rejo limpio.  Y no quiero dejar más ejemplos de imprudentes, pero no olvidemos  G, Bruno, a Galileo y a ese Papa excepcional Juan XXIII que tuvo la imprudencia de destituir a falsos santos y enfrentar la mentira que sobre ellos pesa para sustentarlos,  conformando parte sustantiva de la hipocresía y las manipulaciones de la santa madre iglesia.  En fin, hoy nuestro régimen reclama de la imprudencia prudente. Sea buena la prudencia de quienes la conservan por amor, dignidad, pudor ético, y aguardan en silencio pero luchando en  cada momento por alcanzar la alegría de la verdad, la fuente de la libertad. Pero nunca olvidar que la felicidad reclama la imprudencia para conquistarla y la tolerancia para mantenerla, en cambio, la  prudencia del miedo nos hace esclavos.

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