Mario Vargas Llosa: Nobel al espejo
Leo todo lo que llega a mis manos. A veces prefiero las novelas y los cuentos a las biografías y la historia, otras veces me encanto con ensayos sobre temas diversos y política. Los artículos de opinión y las investigaciones periodísticas me apasionan. Las descripciones costumbristas y los libros de viajes me entretienen mucho. Leer mucho no significa más que eso y no creo que hacerlo me haga sabio o experto literario. Apreciará pues el lector que la lectura para mi es tanto o más entretenida que la televisión y notará lo poco profundo de mi contacto con la literatura en sí. Ver una o tres películas en televisión al día o a la semana, no necesariamente le convierte en cineasta o experto en cine; usted, simplemente, lo disfruta. En eso ando yo con la lectura: divirtiéndome.
Así pues, estoy contento, a uno de mis escritores preferidos, el peruano internacional Mario Vargas Llosa, le han concedido el premio Nobel de Literatura y me llena de regocijo haber leído casi todo lo que ha escrito y publicado en su vida.
Este premio Nobel ha sido aceptado sin controversia alguna por casi la totalidad de la humanidad que oye o lee noticias. Quizá, por la universalidad de sus intereses, pues ha incursionado en casi todos lo géneros literarios y ha tocado infinidad de temas. Ha expresado sus ideas políticas, las ha defendido y hasta fue candidato a la presidencia del Perú.
Vargas Llosa aumenta a seis la lista de escritores latinoamericanos galardonados con el Nobel, en 103 ediciones del premio en los últimos 110 años. La primera en recibirlo fue Gabriela Mistral en 1945, luego le tocó a Asturias en 1967 y después a Neruda en 1971, García Márquez en 1982 y a Octavio Paz en 1990. Para abundar en información trivial les contaré que sólo 11 veces ha sido acordado el premio a escritores de habla hispana. Los otros cinco son españoles: Echegaray (1904), Benavente (1922), Jiménez (1956), Aleixandre (1977) y Cela (1989).
A Mario Vargas Llosa lo leo con interés, como lo hago con otros escritores, premiados o no, sin importarme si son de izquierda o de derecha, pues al final, sobretodo en el caso de los latinoamericanos, lo que me interesa es qué dicen y cómo se contrasta o compagina lo que dicen con nuestras experiencias en el diario vivir. No son sus ideas políticas las que me atraen, son sus maneras de expresar lo que también bulle dentro de mi; me importa cómo expresan lo que ven y lo que sienten, cómo pintan las realidades fantásticas de nuestra idiosincrasia americana y cómo nos hacen sentir el ombligo del mundo y nos hacen saber que toda manifestación de vida humana en América latina, está encaminada a un destino que desafía las más estrambóticas fantasías y llena de infinita inquietud nuestras almas libres, solidarias y amables.
A primera vista se ve parcializado y hasta excluyente referirse a los escritores latinoamericanos como una casta de pensadores aparte del resto de la humanidad y tiene razón el que así lo piense. Son un grupo aparte, como somos un grupo aparte los latinoamericanos en general. No es posible entendernos, pero es posible ser como nosotros. Millones de inmigrantes lo atestiguan. Por eso cuando recibimos un premio de esa categoría, estoy seguro de que el premio es por que él sabe ser el espejo de nuestro ser. Así somos, como los personajes, temas, sucesos y pasiones de Mario Vargas Llosa, Paz, García Márquez, Neruda, Asturias y Gabriela Mistral.