Reflexiones sobre la Flauta Mágica
El canal de televisión por cable Film and Arts acaba de transmitir una de las
mejores versiones de la que, a mi juicio, es la más importante de las óperas de
Mozart: “La Flauta Mágica” (Die Zauberflöte). Se trata de la dirigida en el 2006
en el Festival de Salzburgo con la Filarmónica de Viena por Riccardo Muti y con
la participación de la soprano lírica alemana Diana Damrau.
La puesta en escena es una de las más hermosas e interesantes que yo haya
visto, a pesar de los anacronismos que tanto gustan a los directores de escena
de hoy día, como la llegada de Papageno en un automóvil y de los angelitos en
un avión.
Lo cautivante de esta gran obra de Mozart no es sólo la belleza de su música
sino toda la espiritualidad que la impregna. Se plantea la lucha de la luz contra la
oscuridad, del bien contra el mal, de la sabiduría enriquecedora contra el poder
desenfrenado. La Reina de la Noche y su gente representan el lado oscuro
de la vida; Sarastro, el sumo sacerdote con los demás sacerdotes e iniciados
en su Templo representan la luz, iluminación a la que llegan Tamino y Pamina
después de recorrer el difícil camino de su iniciación.
Impacta el aria de Sarastro en el tercer acto ya finalizando la opera cuando dice:
“Die Strahlen der Sonne vertreiben die Nacht,
Zernichten der Heuchler erschlichene Macht.“
Puede traducirse libremente como:
“El rayo del sol que a la noche rompió
Al mendaz poder también derrumbó”.
En esta triste época que vivimos los venezolanos, cuando parece que se
destapó la caja de Pandora de la que salieron todos los males, no hay que
olvidar que en la caja quedó la esperanza. Ya vienen los rayos de luz al final del
oscuro túnel de los últimos años y se derrumbará todo el poder de la hipocresía
que nos gobierna.