Julián Bestieros y Fernández
LA VOZ FIEL A LA VERDAD
En toda España se hizo famosa la respuesta de Besteiro al juez instructor de la intentona del 17. El gobierno no ignoraba que Besteiro, aunque coautor con Largo Caballero de aquel episodio de la lucha de clases, se había visto obligado por las circunstancias a retraerse un tanto y que sólo volvió al pleno ataque cuando el no hacerlo hubiera dejado indefensos y al descubierto a los ferroviarios. En el fondo, pues, la experiencia del episodio confirmaba su doctrina secreta. Pero el juez quería hacerle decir algo contrario a la huelga general revolucionaria; a lo que Besteiro opuso su famosa declaración: “Jamás me he opuesto yo a revolución alguna”. Ahora bien, querer confrontar esta magnífica actitud (que lo era y no sólo en palabras), querer oponer estas palabras, que eran un acto, a sus matices o reservas en tal o cual ocasión donde se negaba a seguir a los exaltados, revela falta de caletre y falta de acogida del pensamiento e intención del que se pretende juzgar.
En nuestro tiempo, todos los aspectos de barullo e indisciplina de aquel episodio se empequeñecen; y queda sólo que en agosto de 1917 Besteiro, Largo, Anguiano y Saborit estaban en prisiones militares, y que las intenciones de los que lo tenían encerrados se expresaban en los martillazos, que toda la noche oyeron, con los que se estaban erigiendo la capilla ardiente. Por fortuna, los cuatro condenados salieron a cumplir una pena de cárcel en el penal de Cartagena. El barbero del penal puso el toque final a la figura de Besteiro rapándole la barba krausista; y así, con su gorro de presidiario, aquel profesor de Lógica llegó a ser el aristócrata más amado del pueblo español.
Se puede atacar a Besteiro negándose a admitir que fuese un espíritu superior. Allá cada cual con su juicio. Lo que no cabe admitir es que su vida haya sido sinuosa y tortuosa por falta de desinterés. Besteiro fue un intelectual fiel a la verdad y a la honradez. Parece como que sus dotes naturales más espontáneas, quizás más inconscientes, fueran una distinción moral y una elegancia física que al punto lo delataban como aristócrata por naturaleza. Vestía con sencillez y eran sus gustos y estilos de vida más espartanos que atenienses, no por deseo de hacerse popular, sino porque tal era su natura.
Julián Besteiro y Fernández nace en Madrid el 21 de septiembre de 1870. Estudió en la Institución Libre de Enseñanza, donde recibió una influencia perdurable de Giner de los Ríos, que marcó su vida dotándola de un fuerte sentido ético. Al acabar el bachillerato, se matriculó en la Facultad de Filosofía y Letras de Madrid, años en los que frecuentó la Biblioteca del Ateneo. En 1897 publicó su primer libro, La Psicofísica, que había sido premiado en un certamen científico-literario. El mismo año gana por oposición la cátedra de Psicología, Lógica y Ética, del Instituto de Segunda Enseñanza de Orense, donde estará muy poco tiempo, pues se traslada enseguida con el mismo puesto, a Toledo. A partir de 1912 -un año antes de su matrimonio con Dolores Cebrián- Besteiro es miembro muy activo del socialismo español, actividad que hace compatible con su cátedra de Lógica en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Central, conseguida también el mismo año.
Publicó numerosos escritos de carácter científico y filosófico en el Boletín de la Institución Libre de Enseñanza. Fue un tenaz participante en los mítines y conferencias de las organizaciones sociales, de los que nacieron discursos, declaraciones e informes de inapreciable valor, no sólo para el conocimiento de la historia del Partido obrero creado por Pablo Iglesias, sino de la propia historia española contemporánea. Besteiro fue en este orden de cosas, antes que un político, una actitud, un talante, enraizado profundamente con el afán liberador de las capas más humildes de la sociedad española.
Desde el punto de vista político, la vida de Besteiro estuvo marcada por una intensidad municipal. En 1913 se presenta por primera vez a las elecciones madrileñas por el distrito de Chamberí, formando parte de la conjunción republicano-socialista; desde entonces hasta el final de la guerra civil los madrileños siguieron votándole; así ocurrió en los comicios de 1918, 1919, 1920, 1923, 1931, 1933 y 1936, a lo que él correspondió con un entusiasmo extraordinario en el desempeño de su concejalía. Esto explica un cierto idilio entre Besteiro y Madrid, que tuvo su expresión más elocuente cuando, derrotada la República en 1939, decide quedarse en Madrid, compartiendo la suerte del pueblo. Murió al año siguiente, en la cárcel de Carmona, el 27 de septiembre.
Es evidente que la actividad política de Besteiro no se limitó a su proyección municipal, pues participó en la campaña contra la guerra de Marruecos, en la huelga general de 1917 y en las deliberaciones de las ejecutivas del PSOE y de la UGT, organizaciones en las que Besteiro figuraba con altos cargos electivos, o con una significación de extraordinario relieve. Al morir Pablo Iglesias en 1925, ostentó la presidencia del PSOE hasta 1931, en que dimite de dicha responsabilidad. La consideración general de su honestidad política e intelectual le llevará a la presidencia de las Cortes Constituyentes en 1931-1933, apartándose cada vez más de la vida política activa a partir de esa fecha; incluso en 1934, abandonará la presidencia de la UGT. En 1939 formó parte como ministro de Estado del Consejo Nacional de Defensa que presidía el general Miaja y cuya finalidad era poner fin a la guerra.
Es emocionante su respuesta a Regino García, militante del Partido Socialista, cuando al final de la guerra le pregunta: “Y usted, profesor, ¿qué piensa hacer?”. He aquí su respuesta: “Yo, que nunca dije “o no salvamos todos o todos pereceremos”, me quedaré con los que no puedan salvarse. Es indudable que facilitaremos la salida a muchos compañeros que deben irse y que se irán, por mar, por tierra o por aire, pero la gran mayoría, las masas numerosas, ésas, no podrán salir y yo que he vivido siempre con los obreros, con ellos seguiré y con ellos me quedo. Lo que sea de ellos, será de mí”.