El artista de la calle Bansky y Juliane Moore en la Berlinale 2010
(%=Image(8388273,»R»)%) Exit through the gift shop (traducible como «salida por la tienda de regalos»), película realizada por el misterioso e ignóto artista británico Banksy es, hasta ahora, la mayor sorpresa que la Berlinale, en su sexagésimo cumpleaños, le ha obsequiado a su fiel público. Se trata de un documental que Bansky realizó sobre los artistas más destacados del llamado Street Art, y, sobre todo, T hierry Guetta, camarógrafo francés emigrado a USA, que lo filma todo obsesivamente y, en especial a Bansky a otros artistas de la calle. Al final Guetta, animado por este arte, se autodeclara Mr. Brainswash, convirtiéndose en uno de ellos.
El Art Street está caracterizado por la intervención de los espacios públicos a través de grandes diseños en paredes, instalaciones y en acciones nocturnas e ilegales, por lo cual, los artistas tienen que salir huyendo de la policía. Algunas de los proyectos, y especialmente los de Bansky son de tipo político. Especial interés fue su performance en Disneylandia con un muñeco inflable que representaba un preso de Guantánamo o la acción en el muro que separa Cisjordania de Israel.
Exit through the gift shop se proyectó hace pocos días a sala llena en la selección oficial pero fuera de concurso y poco después de su preestreno mundial en el Sundance Film Festival. La pregunta que se deriva al ver este documental es indudablemente la de siempre: cuando es arte el llamado arte y cuando un Graffiti se puede considerar como tal. Después de la función, Bansky se dirigió al público en una conferencia de prensa nada tradicional, a través de una cámara instalada en su casa totalmente encapuchado y con la voz distorsionada.
Competencia: Un recuento: Por demás, la Berlinale en su sección de Competencia nos ha deparado los últimos 4 días, bastante más dolores de cabeza y estados depresivos, que momentos de dicha u optimismo por la vida. Veamos con detenimiento: Der Rauber (El Ladrón) del director Benjamin Heisenberg y con la magnífica interpretación de Andreas Lust, cuenta la historia de un caso de la vida real. Se trata de un corredor profesional austríaco, que es, a su vez, ladrón, también profesional, de bancos. Una película magnífica en su ejecución casi matemática, perfecta en la perfecta observación de los entrenamientos del corredor impasible y de su obsesión compulsiva por robar bancos, armado y con una máscara, para salir corriendo y guardar el dinero, totalmente intocado, debajo de la cama. Una vida que gira en el circuito de la contienda deportiva y en los bosques de Viena y los alrededores. ¿El final? Por supuesto, trágico.
Le sigue la película noruega A Somewhat Gentle Man del director Hans Peter Moland, que se refiere a un asesino que después de 12 años sale de la cárcel y se da cuenta que se le ha ido de las manos su propia vida. Los personajes que le rodean en un ambiente invernal, gris, depresivo y miserable, intentan sobrevivir con un humor ciertamente escandinavo a esa desolación también ciertamente escandinava. Es una desesperanza tan palpable como en las películas ultra-existenciales de Ingmar Bergmann y donde, en aquel entonces en la Cinemateca Nacional de Caracas, provocaba ya salir corriendo de la sala de cine.
La tercera ronda es aún más fuerte: se trata de la película japonesa Caterpillar del director Koji Wakamutsu, en la que se muestra a un soldado japonés que regresa de la guerra en 1940 mutilado de todas las extremidades y con la mitad del rostro deformado por unas quemaduras. Siendo héroe de la guerra, el Dios de la Guerra como se le llamaba en la cinta, debe ser cuidado con esmero y sumisión por su esposa. Entre sus labores debía incluir no solamente su alimentación y su cuido personal, sino también su rol de servidora, con o sin ganas, de su deseo brutal sexual. Ya antes de ser soldado, le golpeaba y utilizaba la sexualidad como arma de violencia, y ya siendo soladao violaba a mujeres chinas. Y, nos preguntamos: ¿cómo se justifica o se aclara aquí la violencia sexual hacia la mujer? No se trata ciertamente solo de la guerra.
Otras producciones norteamericanas no fueron tampoco especialmente reconfortantes. La película Greenberg de Noah Baumbach muestra la existencia aburrida de un californiano de clase media (el actor Ben Stiler) que no sabe que hacer con su vida y se ocupa de escribir cartas de quejas a todas las compañias públicas gringas, con las cuáes ha estado insatisfecho por su servicio y Please Give de Nicole Holofcener, muestra el mundo de contradicciones éticas y políticas de una familia de la upper-class neoyorkina que vive de la venta de antigüedades que han comprado a bajo costo, y que venden a precios exuberantes. Ellos y las nietas de una nonagenaria esperan y ansían sin recato alguno y sin ningún tipo de sensibilidad y de amor a la tercera edad, la muerte de esta anciana, para cada quien hacer su vida sin esa carga. Nunca antes había presenciado una visión tan indigna y tan descalificadora de la ancianidad.
Y, con ello, y para ser la séptima jornada del festival no hay aún claros favoritos. No es de extrañar, en realidad. Difícil será la selección de los ganadores de los oso por parte del jurado. Para René Zellweger acostumbrada a otra vida y a otras películas ha de haber sido suplicio ser miembro del jurado en esta Berlinale invernal y fatídica en la siniestra selección de películas para esta temporada. ¿Habrá sido una jugada oculta del Doctor Caligari?
El único consuelo del día de hoy fue ver a Juliane Moore y a Annette Bening en la película The Kids are all right, en la que ambas hacen de una pareja de lesbianas, que tienen dos hijos por inseminación artificial y que entran involuntariamente años después en contacto con el donante de esperma. Una situación casi estereotípica, en la que Juliane Moore estuvo casi a punto de retornar a su identidad heterosexual. Afortunadamente, ya en los últimos minutos de la película, se generó un final feliz, en la que predominó el amor, y no el odio, la soledad, la locura, la lluvia, la claustrofobia o la desolación como en casi todas las películas en Competencia de las sesiones anteriores.
Y, sí. La verdad: ¿Qué habría sido la Berlinale en estos días sin la presencia del incógnito Bansky o sin la belleza y talento de Juliane Moore, la encarnación de Virginia Woolf en Las olas? Mucha nieve y mal sexo.