Opinión Nacional

¡Ay qué dolor… qué pena!

Las compungidas caras del chavismo, rasgándose las vestiduras y echándose ceniza en la cabeza en vivo y en directo vía satélite, exigiendo justicia por una supuesta agresión de un muchacho a unos chavistas que andaban y que en labores periodísticas en una concentración de Capriles, desnuda la inmensa hipocresía de estos comunistas salvajes que, en franca contradicción con su condición inmanente, quieren parecer gente decente, obviando, por imbecilidad, aquel pasaje bíblico que sentencia a quien mide a ser medido con la misma vara, sobre todo si estás en Venezuela, donde campea la caimanera del mismo pozo y la división que logró el odio que enfermó a Chávez fue vertical, por lo que hay gente capaz de todo en ambos bandos. Hay que ver las miles de amenazas, secuestros por turbas ebrias, pedradas, cabillazos, salivazos, bañadas en excremento y en “gas del bueno”, golpizas y patadas y planazos y plomo cerrado, despidos y censura y exclusión -¿dónde está la posición gremialista del periodismo oficialista ante la orden de impedir el acceso a los periodistas de Correo del Caroní a la rueda de prensa del jefe del Cicpc?- y desprecio -observen la forma como Chávez trata a los periodistas de los medios privados- y destrucción y decomiso de equipos -decomisar es robar- que ha sufrido el periodismo comprometido con la verdad, la libertad y la sociedad y sus clamores, por parte de la fanaticada y de la nomenclatura chavista -¿recuerdan el brutal empujón que nada menos que la inconmensurable majestad todoterreno de la propia vicepresidencia de la República propinó a Jhony Figarella, periodista de Globovisión?- sin que ni una sola voz de esas que hoy derraman lágrimas de cocodrilo por la “libertad de expresión”, la de ellos, se entiende -porque a alguien, supuestamente, se le ocurrió darles una pequeña dosis de su propia medicina- se haya pronunciado en defensa del noble ejercicio liberal del periodismo, y se me ocurre pensar que la alharaca clueca no es más que miedo a lo que pueden llegar a sufrir si, al perder las elecciones, a los humillados y ofendidos les da por pasar factura. Porque hay que ver que han sido canallas.

La hora de la verdad

Ya basta de estar escondiendo tras eufemismos la verdad: Los y que “periodistas” del régimen son mercenarios políticos, adscritos a la línea ideológica del fidelismo internacional, cuya única misión es dotar con visos de verdad las mentiras oficiales, para engatusar al pueblo: Son quienes han revertido las acciones violentas de los fanatizados seguidores de Chávez para presentarlas como respuestas a supuestas provocaciones de los opositores. Son quienes han callado, desde sus privilegiadas posiciones institucionales, los crímenes cometidos contra la cosa pública y la dignidad de la nación. Han sido cómplices gozosos de las perversiones del gobierno más corrupto e ineficiente de la historia patria. Sus columnas y programas de radio y televisión -sin excepciones, porque son culpables por acción u omisión- son cloacas inmundas desde las cuales se practica el sicariato moral más abyecto -¿cómo se recoge la infamia derramada?- y jamás he escuchado a ninguna de estas vestales hoy súbitamente gremializadas -como esa aberración llamada “palangristas por la verdad”- o en su defecto enculilladas, protestar por tan grotesca manera de ejercer el periodismo para ponerlo al servicio de la opresión y la maldad. Por primera vez han sentido en carne propia el atroz sentimiento de indefensión y miedo que por trece años han sufrido los periodistas que están al lado de la democracia sin adjetivos ni comandantes.

En conclusión
Debo recalcar que periodista es quien ejerce su profesión al servicio de la verdad, la libertad y la sociedad, y aquellos que fungen como divulgadores de la ortodoxia oficial, bien desde la administración pública o desde el partido de gobierno o de sus medios de comunicación, no son periodistas, son mercenarios políticos que alquilan su CNP para jerarquizar la información mendaz que exalta los supuestos logros gubernamentales o la superioridad moral de la ideología que los infecta, y la prueba es que jamás ha visto ni verá usted surgir de su pluma nada que devele perversiones del gobernante de sus afectos salariales, a menos que reciban instrucciones de Miraflores pues para ellos todo está maravillosamente bien, sobre todo en seguridad ciudadana. Un periodista, machete, -periodista es… individuo comprometido con su ser social- solo se parcializa cuando se coloca al lado del poder, pues el periodismo es un contrapoder y su lugar está exclusivamente al lado de la sociedad, y, desde siempre, los burócratas han querido convertir el periodismo en una herramienta de manipulación pública para obligar a considerar noticia lo que es su obligación presupuestaria y cuyo cumplimiento se debe, simplemente, informar, no es noticia que un gobernador construya un puente, eso es información, noticia es el sobreprecio que se embolsilló el bandido. De esa manera se impuso la estupidez del periodismo “objetivo” que significa complacer al poder, porque si al poder no le gusta, entonces la información no es “objetiva”, pero si es complaciente el poder otorga plaquitas y pleitesías con pasapalos y música llanera hecha en Colombia. Por ello insisto en considerar que el periodismo comprometido no debe aceptar ninguna clase de reconocimiento que provenga del poder, pues si algún premio se merece se lo debe otorgar la sociedad y sus instituciones. Y así como es despreciable un pederasta que se mete a cura lo es un enemigo de la libertad -comunista, por ejemplo- que se meta a periodista, porque el periodismo solamente puede ejercerse en libertad de la cual es su paladín cotidiano y, por lo tanto, no puede existir en un dictatorial régimen militarista, en cuya ejecutoria su primera baja es la verdad, como en Cuba y en el chavismo: Así que ¡sale pa’llá!

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