Un imperio por otro
”Dime de qué presumes y te diré de qué careces”, dice el refrán. El castizo, Chávez no podría estar muy lejos de presumir de lo que más carece. Su verborrea independentista trata de disimular la más rastrera dependencia que tiene su régimen de potencias extranjeras de todos los tamaños.
De su postración ante la dictadura comunista de los Castro basta oírle en cualquier escenario. Su dependencia emocional es tan grande que no puede dejar de nombrar a Fidel Castro, como cualquier adolescente enamorado que busca nombrar el objeto de sus desvelos sin el menor disimulo y en razón de cualquier excusa. Así lo oímos hablar en los minutos que le seguimos ante la última reunión turística del Foro de Sao Paulo, celebrada en Caracas y financiada con el presupuesto que no llega a los hospitales venezolanos.
Cuba se ha convertido en estos años, desde que Fidel Castro socarronamente condenó el golpe militar fracasado del 4F de 1992, en la obsesión del caudillo barinés. Este no da paso sin consultarle al oráculo de La habana. No importa cuál sea el interés nacional. Se ha plegado a la desfalleciente dictadura de la isla con la ilusión de poder repetir el longevo dominio que durante más de medio siglo esclaviza al pueblo cubano.
¿De cuál independencia puede hablar Chávez, si hoy Venezuela está más lejos que nunca de tenerla? El pasado 5 de julio, aniversario de la firma del Acta de Independencia de 1811, un mensaje que recorría los teléfonos celulares decía: “Aviones rusos, médicos cubanos, carros iraníes, caraotas y café nicaragüenses, arroz gringo, carne argentina, pollos brasileros, casas bielorrusas, obreros chinos. Feliz día de la Independencia”.
En cada uno de los innumerables convenios que Chávez firma a troche y moche, Venezuela se compromete es a pagar, a dar petróleo a futuro, a endeudarse, a hipotecarse. A cambio Venezuela no ofrece sino pagar, pagar y pagar. No se sabe de ningún convenio que promueva alguna industria venezolana.
En el último desaguisado cometido por el gran canciller Maduro, Venezuela entrará a Mercosur sólo por la chequera. Argentina, Brasil y Uruguay se frotan las manos porque los aranceles bajarán para sus productos y la Venezuela petrolera pagará los altos fletes por importaciones que muy bien puede seguir trayendo de la vecina Colombia o de los EE.UU. (no en vano Venezuela le compra hoy a la economía estadounidense más que nunca, es su mayor socio comercial todavía).
Lo más contradictorio es la propaganda que hace el convaleciente comandante de su relación con el país más capitalista del mundo: China. Ahora anuncia que Venezuela participará en la construcción de tres refinerías pero en el territorio del gigante asiático, que se suma a la hipoteca del fondo chino y a la importación de mano de obra china para los contratos asignados a empresas de ese país que desplazan a nuestros obreros y a nuestras constructoras.
El anti-imperialismo chavista es un degenerado y falso anti-norteamericanismo, feliz de entregarse a la isla de los hermanos Castro y al Partido Comunista de China, promotor del capitalismo más salvaje y protagonista del más acelerado imperialismo del momento.