Opinión Nacional

Chávez y su distopia: ¿Será que nos acostumbramos?

Ahora más que nunca está expuesta a validez la lapidaria sentencia del libertador, Simón Bolívar: “El pueblo se acostumbra a obedecerle y él se acostumbra a mandarlo”.

Ha sido tan mal Gobierno el de Chávez, tan errada su concepción del Estado como un conjunto de instituciones y poderes subordinados a él; el manejo de las finanzas públicas como si fuese su patrimonio propio sin costo de oportunidad ni contraloría alguna; los derechos y libertades civiles y económicos como eventuales concesiones otorgadas por él, creyéndose dotado de la verdad absoluta y un negado monopolio de sensibilidad social; su discurso violento, soez, incitador de la violencia y la división, vulgar, pobre y lamentable; su visión fascista, caudillista, centralista, clasista, xenofóbica y homofóbica de manejar el Estado; tan reitera estas prácticas que hemos llegado a verlas como comunes y cotidianas.

Más allá, muchos chavistas al ser consultados si entienden que tal práctica deslegitima la gestión de Gobierno, dudan y otros lo asumen como normal, convirtiéndonos en cómplices, bien por omisión, complacencia y apatía; o peor aun por compartir la visión fascista que si quien abusa del poder, violentando la democracia y el estado de Derecho, lo siento próximo o forma parte de mi parcialidad política podría dejarlo pasar o incluso apoyarlo.

Esta actitud ha reforzado una aberrante “viveza criolla” que pareciera predicar: “hazle a los demás lo que jamás permitirías que te hicieran a ti”.

Es así como instituciones formales que perfeccionan la democracia y al Estado de Derecho, y las buenas y necesarias instituciones informales, creencias y costumbres para vivir en armonía y en sociedad han sido minadas y menoscabadas como nunca antes en Venezuela, por Chávez a lo largo de larguísimos 14 años en el poder; sustituyéndolas por un Estado fascista de persecución selectiva y de “concesión” de libertades, producto de la misericordia y/o indulgencia del todo poderoso en ejercicio público.

Prueba de lo anterior se evidencia en la “pérdida” de sensibilidad y de asombro que hemos “desarrollado” los venezolanos ante problemas, distorsiones y aberraciones inconcebibles como el nivel de inseguridad, las muertes violentas y el manejo abusivo, indolente, malversado y corrupto del Gobierno y de las instancias públicas.

Las dos formas de hacer campaña igualmente constituyen evidencia de las distorsiones creadas a lo largo de 14 años y de la deliberada estrategia de hacernos pensar que cuando las aberraciones, problemas, tragedias y distorsiones no son normales, resultan comunes, y que pensar lo contrario es producto de una “sensación disociada”. La campaña de Chávez abierta y descaradamente no se encuentra concebida en la búsqueda de votos, por el contrario se enfoca en que la gente no ejerza su derecho al voto, intentando sembrar falta de credibilidad sobre el evento electoral –queriendo hacer ver vinculación entre maquina captahuellas y maquina de votación-, incredulidad sobre el juez, sobre el comportamiento democrático y civilizado de sus partidarios y de las fuerzas armadas, amenazando con una guerra civil; y más recientemente insultando y mintiendo descaradamente respecto a su contrincante y su plan de gobierno y concepción del Estado.

El Plan de Gobierno de Capriles, así como su visión de los primeros 100 días de Gobierno están cargados de numerosas acciones, decisiones y políticas públicas de corto plazo y de impacto positivo inmediato, que evidencia estudio, trabajo, rigurosidad y un diagnóstico de las deficiencias y carencias del país a lo largo de estos 14 años de gobierno. Muchas de las acciones son normativamente hablando, lo que cualquier Gobierno debería hacer: despolitizar la justicia, depurar los cuerpos policiales y ponerlos al servicio del pueblo y no de una elite revolucionaria, otorgar títulos de propiedad como el más legitimo reconocimiento y entrega de soberanía y patrimonio a los venezolanos, crear nuevas y requeridas grandes obras de infraestructura pública, despolitizar, profesionalizar y reivindicar la labor del funcionario público, producir bienes públicos y no privados de consumo privado, reconstituir las instituciones contraloras, etc.

El régimen perverso que Chávez perfeccionado a lo largo de los últimos 14 años y su estrategia de tergiversar la realidad, ahora pretende hacernos creer que el plan y programa de Capriles, así como su plan de ruta para los primero 100 días de gobierno constituyen una mentira, no pudiendo ser posibles. Ciertamente un plan como el de Capriles sería imposible, inconcebible y negado para un personaje autocrático como Hugo Chávez, pero a pesar de su insistencia por hacernos creer que no son responsables del desastre actual a 14 años de gobierno, luego de una inauditable ingesta de recursos mil millonarios; los venezolanos podemos identificar e identificarnos con un plan de gobierno normal, normativamente correcto, desprejuiciado y de progreso, es decir con Capriles y su Plan de Progreso y Bienestar.

No debemos dejar que nos inculquen que las aberraciones y distorsiones en el ejercicio de poder, comunes en la Venezuela de hoy es lo normal. Negarnos a aceptar como normal y común un gobierno indolente, incompetente y deliberadamente perverso sería el mejor de los antídotos y vacunas contra las autocracias en el presente y de cara al futuro.

Economista. Master in Competition and Market Regulation. Master in Industrial Organization and Markets. Especialización en Economía de los Sectores Telecomunicaciones, Energía, Farmacéutico, Transporte, Agua y Banca. Programa Avanzado en Política de Competencia. Profesor universitario en Regulación Económica y Regulación de Competencia.

 

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