Opinión Nacional

El mejor gobernador

Mientras los candidatos de la Unidad Democrática a las elecciones del 16-D son líderes regionales surgidos de la consulta popular, el oficialismo ha optado por el Dedazo, imponiendo en muchos casos a personas sin vinculación alguna con la región, entre ellas 11 militares, pero cuyo sometimiento a la voluntad presidencial se da por descontado. Y es que en verdad lo que persigue el oficialismo es el desmantelamiento de la descentralización, el mayor logro de la democracia venezolana desde la consagración en 1947 del voto universal, directo y secreto.

                La mejor prueba de lo que se acaba de decir es la designación de Aristóbulo Istúriz ‑cuyos méritos de paracaidista ignorábamos- a la gobernación de Anzoátegui: hace escasos tres años, como orador de orden en la conmemoración del 10º aniversario de la Constitución que define a Venezuela como un Estado de justicia, federal y descentralizado,  afirmó sin parpadear que «los mejores gobernadores y alcaldes serán los primeros que desbaraten las gobernaciones y alcaldías». Un razonamiento inclasificable pero revelador de la misión que el Supremo les ha encomendado a él y a sus compañeros de abordaje.

                Y es que de eso se trata: de una operación de abordaje para alcanzar una concentración de poder en manos del Presidente de la República sin precedentes en la historia de Venezuela, una abierta réplica del lamentable modelo cubano donde la supresión de la libertad ha conducido a la reducción de la calidad de vida a mínimos inverosímiles.

                No hay duda de que la experiencia descentralizadora venezolana puede ser mejorada significativamente, pero debe haber suficiente memoria como para recordar los logros que en muchos estados ella posibilitó, particularmente en materia de salud, educación y vialidad. Por vías oblicuas y tramposas ‑presupuestos amañados y reformas inconstitucionales- el régimen ha ido asfixiando la autonomía de los municipios y las regiones, lo que constituye la principal explicación del inconcebible deterioro que en estos 14 años han conocido nuestras ciudades y pueblos. Para frenar este proceso y revertirlo es vital repeler el abordaje de los que quieren desbaratar las gobernaciones: lo que se disputa el 16-D no es quiénes dirigirán los destinos de nuestros estados federales, sino si se podrán preservar los mecanismos que les garantizan a sus ciudadanos los espacios de participación en la construcción de sus vidas o si les serán entregados a los agentes de un poder central ávido de controlar el destino de cada venezolano.  

                 Por supuesto, también en esta ocasión el Gobierno desplegará sin pudor todo el ventajismo del que hizo gala el 7-O. La respuesta nunca podrá ser amilanarse sino perfeccionar los mecanismos de defensa del voto y presentarse ante las urnas electorales aún con más entusiasmo y en mayor número que en el pasado. Sería insensato dilapidar esta oportunidad: otra vez está en juego el futuro de la Nación, es decir el de cada uno de nosotros.

  @marconegron

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