Un nuevo giro hacia la izquierda troglodita
Cada vez que el comandante Chávez obtiene un triunfo se siente autorizado a impulsar su principal propuesta: el socialismo del siglo XXI. Esto ocurrió en 2007, cuando venía de un amplio éxito en diciembre de 2006 frente a Manuel Rosales, para ese momento gobernador del estado Zulia. En esa ocasión se planteó reformar la Constitución de 1999 mediante la modificación de 69 artículos. En realidad no se trataba de una reforma en el sentido estricto, sino de una nueva Constitución, pues el propósito fundamental de las modificaciones era acabar con la República democrática y sustituirla por una sociedad con un Estado comunista, similar al edificado por los hermanos Castro en Cuba.
El proyecto de reforma fue rechazado por el pueblo en el referendo aprobatorio celebrado el 2 de diciembre de 2007. Sin embargo, después de esta fecha –debido a que controlaba totalmente la Asamblea Nacional- Chávez fue introduciendo de contrabando los mismos principios y valores comunistas contemplados en la reforma, pero esta vez mediante leyes orgánicas que fueron aprobadas por el cuerpo legislativo. Entre 2007 y 2011, el teniente coronel avanzó por la vía legislativa en su propósito de construir una nación similar a Cuba. Esta tendencia declinó un poco en 2012. La cercanía de las elecciones lo llevó a detener las expropiaciones, confiscaciones, nacionalizaciones y ataques a la propiedad privada y a la libertad en general. Sabía que endurecer sus posturas radicales podría tener consecuencias letales frente a un candidato tan moderado y pragmático como Henrique Capriles.
Pasada las elecciones puede preverse que el teniente coronel vuelva por sus fueros y retome la línea dura que había abandonado por razones tácticas. Por ahora ha comenzado a impulsar de nuevo el Estado Comunal, fórmula que no existe en la Constitución de 1999 y que persigue tres objetivos básicos: acabar con la República democrática, revertir el proceso de descentralización mediante la anulación de las gobernaciones y las alcaldías, y reducir a su mínima expresión el espacio de la propiedad privada, para sustituirla por la propiedad social, entelequia inventada por los comunistas para encubrir el colectivismo.
Para la oposición democrática la derrota del 7-0 ocurre en un momento en el que los partidos no han terminado de consolidarse como factores de cohesión y movilización social. La unidad de estas fuerzas, agrupadas en la Mesa de la Unidad Democrática hay que preservarla a toda costa. Un reto esencial de la dirigencia democrática reside en mantener la MUD incólume frente a los ataques y provocaciones constantes de Chávez, quien se vale de distintos subterfugios para tratar de dinamitar al organismo unitario. Un día compra a unos dirigentes de vena liviana; otro, a unos jóvenes que envejecieron al ritmo de samba. El caudillo suelta los demonios, y los mercaderes se pegan a la cola.
No existen dudas de que el comandante Chávez salió fortalecido de los comicios del 7-0. Sus aliados demostraron una enorme capacidad de movilización y organización electoral, subestimada por los factores democráticos. La fusión del Partido Socialista Unido de Venezuela con el Gobierno y el Estado es total, tal como ocurría en la URSS y sucede en Cuba y Corea del Norte. Entre esas esferas no hay fronteras. Este maridaje forma un bloque muy compacto que resulta difícil de quebrar aunque el caudillo, por razones de salud, se vea obligado a abandonar el poder. La hipótesis según la cual muerto el perro se acabó la rabia sería letal para la oposición. Podría convocar a los fantasmas de la división, algo que sería mortal para la oposición. Allí está Cuba. La salida de Fidel Castro no ha significado reformas significativas en la estructura de poder en la isla antillana. Los pocos cambios que se han producido han avanzado al ritmo de las eras geológicas.
En el plano internacional, el nuevo triunfo de Hugo Chávez representa un enorme alivio para Cuba. El tándem Fidel-Raúl puede estar tranquilo porque el gigantesco subsidio que el mandatario venezolano le provee, seguirá fluyendo sin contratiempos. El ALBA se mantendrá, sostenido por los petrodólares aportados por Chávez. Evo Morales, Rafael Correa y Daniel Ortega podrán dormir tranquilos. La izquierda troglodita seguirá teniendo al gobierno venezolano como su principal referencia continental.