Por fin le llegó la hora a Sergio Fajardo
Por lo que yo veo, mi viejo amigo y varias veces candidato, Sergio Fajardo, va bien en su relanzamiento político y está manejando con acierto el balón. Ojalá le resulte esta última aventura. Ah, porque debe quedar claro que es ahora o nunca.
¿Pertenece usted, estimado lector, a esa minoría estadística a la que le gustan los hirvientes, como Petro? ¿Le gustan los que echan burbujitas de vapor por los oídos? Está en todo su derecho. Eso sí, le deseo suerte con sus candidatos y con los resultados, aunque, por supuesto, muchos no van a querer ni acercarse al agua hirviendo después de haberse quemado varias veces. A mí, la verdad, me gusta bañarme con el agua algo más que tibia, nunca hirviente. Supongo que soy semejante a la mayoría de la gente.
Fajardo tiene un defecto que en ocasiones es virtud: su extrema testarudez. Algunos amigos, por ejemplo, le hemos sugerido que haga planteamientos sobre A o B temas y él esboza una sonrisa que paradójicamente dice: no están ni tibios. Al rompe uno diría que no le va a bastar con la credibilidad, aunque la tiene muy alta, y que debe esbozar reformas de fondo, en particular políticas. ¿Modificar las elecciones al senado para que en adelante se realicen en cinco o seis regiones y no en la totalidad del país? Sería sensato, más barato y daría senadores mejor perfilados. ¿Plantear la reelección de los alcaldes y gobernadores por una o dos veces, con obligación de recurrir al ballotage, en ciudades y departamentos grandes, sin, por el contrario, permitirla para presidentes? Sensato también, pese a que nada de esto se le ha oído a Sergio. La ventaja de este tipo de ideas es que pone a la gente a discutirlas, sin centrarse en la personalidad del candidato, un territorio siempre peligroso, como lo sabe el propio Sergio. A algunos nos bastaría con que él mismo esbozara sus ideas de reforma; lo que no nos bastaría y nos parecería peligroso sería que se la jugara toda a su prestigio de líder insobornable y alérgico al clientelismo, no a las ideas concretas. En fin, ya veremos qué pasa.
Por lo demás, a Sergio lo han acusado de casi todo, siempre sin pruebas. No hay tal, según se dice por ahí, que Sergio haya dejado al país en manos de Duque. No fue él, fueron los electores. Que don Berna, que Uribe, que esta o aquella licitación, que patatí, que patatá. ¿Las pruebas de corrupción? Son tan sólidas como las que mostró Maduro de su “triunfo” el 28 de julio de 2024. En síntesis, las denuncias nunca se aclararon y en ausencia de pruebas sólidas una denuncia no sirve de nada. Igual, mucha gente sigue propalando estos infundios como verdades probadas. También leí por ahí que las juventudes no votarían por Fajardo. ¿Y eso? Su especialidad es la educación, un tema central para los jóvenes.
El momento decisivo será la 1ª vuelta, porque muchas veces se ha anunciado que Fajardo es un candidato muy competitivo en 2ª vuelta, dado que recoge, a veces sin todo el entusiasmo, los votos de las derechas, menos las extremas, al igual que el de las izquierdas, de nuevo sin las extremas, es decir, de la gran mayoría del país. En la 1ª vuelta, en cambio, la gente vota con el corazón, órgano que a veces late en la dirección equivocada.
En fin, la campaña no empieza todavía, sino por ahí en junio de este año. Claro que seguirán publicando encuestas, con todo y lo debatibles que son sus resultados. A Sergio le falta pasar del 20 % de las preferencias, cifra que ojalá alcance pronto.