Opinión Nacional

El tiempo de Dios

Marx decía que la historia no nos plantea sus problemas hasta que no tengamos los medios y la capacidad objetiva de resolverlos. Prefiero esa afirmación a la sentencia hoy convertida en lugar común, según la cual „el tiempo de Dios es perfecto‰. Sea como fuere: Dios o las circunstancias históricas no permitieron la victoria de Henrique Capriles. Puede que nuestro liderazgo aún no comprenda en profundidad la grave crisis que sufrimos ni el pueblo sea capaz de enfrentarla por los medios que las circunstancias requieran y Dios permita. Escamotear esta irrefutable verdad no servirá de nada. Sólo retrasará la hora de Dios. O la voluntad de los hombres.

 „Que otros hablen de sus miserias. Yo hablo de las mías.‰ Alemania Bertolt Brecht, 1933

1.- Qué duda cabe: todos vamos en el mismo barco. Unos, – los gobernantes y aquellos a quienes el tirano no afecta en sus negocios y puede que hasta haya enriquecido de la noche a la mañana -: en clase de lujo. Otros, esa inmensa cohorte de politicastros cómplices y esbirros de uniforme, si no desvergonzadamente enriquecidos, dotados en estos 14 años con suficiente fortuna como para esperar el fin en un cómodo retiro: en primera clase. Finalmente, la inmensa mayoría civil, a saber: los únicos que viven del sudor de sus frentes y a merced de la miseria, obviamente en tercera, la última. Muchos de ellos ˆ ay si con ánimos de rebeldía – en la sentina. Y unos pocos, para que sirvan de escarmiento a la tripulación, atados a la popa, al arbitrio de los tiburones.

Es la Venezuela de la decadencia, que en los años veinte retrataron con sangre en la pluma nuestros mayores, entre ellos Rafael Pocaterra o Pío Gil. A quienes muchos de los jóvenes que pugnan por asumir la capitanía de este barco a la deriva ni siquiera conocen, razón por la cual los desprecian. A ellos o a quienes asumieron sus enseñanzas y dieron sus vidas por construir esa frágil y aterida democracia de cuarenta años que cualquier muchacho entusiasta, ambicioso y bienintencionado hunde en el charco y el desamor creyendo que así consigue el aplauso de las galerías. Esos como Rómulo Betancourt, como Gonzalo Barrios, como Prieto Figueroa, como Carnevali, como Pinto Salinas y tantos y tantos otros anónimos venezolanos de excepción que arrancaron la Patria del estiércol para elevarla al solio en que descollara luego de derrotar la tiranía y expulsar al tiránico invasor cubano.

Es la Venezuela del oprobio, la ignorancia, la corrupción y la inmoralidad hoy dominantes. Y que muchos se niegan a retratar en sus matices más tenebrosos por miedo a ser tachados de reaccionarios, de burgueses, de pitiyanquis. Esa Venezuela de la dádiva y el chantaje a los que muchos opositores se pliegan consciente o inconscientemente por evitar ser declarados enemigos de la pobresía. Precisamente aquellos que creen arrimarse al pobresismo y ser tolerados como compañeros de ruta sin perder su perfil de militantes del bando contrario declarándose progresistas.

Es la Venezuela en la que, como decía el gran Bertolt Brecht, no se puede hablar de flores, la belleza del atardecer y la hermosura de nuestros llanos porque supone callar ante tanto desafuero, tanta iniquidad, tanto crimen. Una Venezuela indómita en su barbarie, pronta a resucitar sus peores instintos o que disfrazada tras su barniz de civilización se niega a nombrar las cosas por su nombre. Una Venezuela, parte de cuya élite político militar prefiere atropellar y engañar aferrada al mando de la balsa de piedra y adueñada de sus riquezas, mientras la otra parte prefiere expresarse en hipérboles, en metáforas, en oxímoros. Una Venezuela jartada de dólares que cree resolver sus profundos males con rastrojos, estafas, misiones, ante el silencio, la complicidad o el autoengaño de quienes le temen a la verdad como a sus peores demonios.

2.- Antonio Gramsci, un comunista turinés que amaba la verdad ˆ era en los tiempos del desorden, como decía Brecht – , razón por la cual los fascistas lo aherrojaron hasta que se le escapó el espíritu como un soplido de su contrahecho y malherido cuerpecito, inventó un término crucial para comprender esa nebulosa del engaño y la mentira que envuelve a los seres humanos y los hace jurar que llueve de abajo hacia arriba, el sol sale de noche, y los piratas son ángeles inocentes, como lo dice un maravilloso poema del catalán José Agustín Goytisolo: „Erase una vez un lobito bueno al que maltrataban todos los corderos. Y había también un príncipe malo, una bruja hermosa y un pirata honrado. Todas estas cosas había una vez. Cuando yo soñaba un mundo al revés.‰

La Hegemonía gramsciana es, conceptualmente hablando, neutra. Designa simplemente el universo de ideas y creencias ˆ así lo llamaría en uno de sus brillantes ensayos escrito en 1940 el pensador español Ortega y Gasset – dominantes en una sociedad en un momento dado y que sirven de sustancia cohesionadora del poder. Encerrado en su celda, envejeciendo y abandonado como un personaje de Alejandro Dumas, comprendió lo que en su antípoda intelectual, política y moral comprende por esos mismos años Adolfo Hitler en su cómoda y bien provista prisión de Landsberg: que un Estado moderno no puede ser tomado por asalto violenta y brutalmente, como lo hicieran los bolcheviques con el Palacio de Invierno. Tiene que ser asaltado previamente y en su médula hegemónica, envenenando su sustancia espiritual, quitándole el sustento del respaldo de sentimientos, de creencias, de verdades que lo sostienen.

En otras palabras: fracturando su Hegemonía. Desprestigiando las ideas del bloque dominante, difamando a sus élites, encharcando las nombradías, apropiándose de los factores dominantes en medios, iglesias, academias, instituciones. Gramsci, un leninista iluso e ingenuo ˆ el propio oxímoron – creía posible hacerlo mediante la verdad ˆ „sólo la verdad es revolucionaria‰, dijo en uno de sus más famosos dislates, víctima de sus propias buenas intenciones y presa inconsciente de su misma admonición: „sólo tú, estupidez, eres eterna‰ ˆ y de allí su propuesta alternativa a la guerra de movimientos con que Lenin había asaltado con una sola gran jugada de audacia y voluntarismo en octubre de 1917 el poder zarista. La clase obrera, a la que Marx le otorgara el privilegio metafísico de ser el sujeto del cambio revolucionario, debía convertirse en la aristocracia intelectual y moral de la pervertida sociedad que le diera vida. Y así, una vez convencidas las mayorías de que el poder estaba podrido y de que el paraíso estaba a la vuelta de la esquina en manos del partido de la clase obrera, recibir el poder como una fruta madura. Por ejemplo: mediante elecciones.

Entre Lenin y Gramsci, Hitler. Quien comenzó por donde todo buen revolucionario debe comenzar, sea socialista soviético o nacionalsocialista: por darle un golpe al Estado, del que, resquebrajado en sus cimientos, no se pueda recuperar. Reblandeciéndolo así para el asalto hegemónico. Así nuestras buenas conciencias se nieguen sistemáticamente a reconocerlo, sea para salvar su responsabilidad sea por simple cortedad de juicio, es matemáticamente hablando lo que hicieron Fidel Castro y Hugo Chávez. Y en menor medida por menor grandeza Evo Morales y Rafael Correa. Introducir la cuña desestabilizadora mediante sendos golpes de estado, fracturar el consenso, emborrachar a las élites y éstas a las mayorías ˆ usando todos los medios imaginables del convencimiento espiritual: canciones, historias, telenovelas y una nueva épica contestataria.

3.- Llamamos Venezuela de la decadencia a la que inconsciente y corrupta permite el resquebrajamiento de su hegemonía, facilita el quiebre de los consensos democráticos y abre sus surcos a la semilla disociadora del golpismo militar fascista. Pero el trabajo de esta nueva cosecha histórica hubiera quedado inconcluso sin pasar a la etapa verdaderamente definitoria del asalto: apoderarse „democráticamente‰ de las instituciones, vaciarlas de contenido y ponerlas al servicio del tirano y su sistema de dominación. Es el trabajo incesante en que el fascismo castrense, asociado al golpismo marxista de las izquierdas venezolanas, está empeñado desde por lo menos los sucesos del 11 de Abril, cuando se asocia y consanguínea con el castrismo cubano, que asume el mando estratégico de nuestro desarrollo político, pasa a ejercer el control total de las instituciones y deconstruye nuestras instituciones identitarias, desde las cuales se ha fortalecido el mecanismo de fraude y engaño electorero: desde el SAIME al Estado Mayor y desde PDVSA a la Asamblea Legislativa. Un auténtico iceberg, del cual el CNE qua ministerio electoral, no es más que un mascarón de proa.

Este proceso de castración de los contenidos propiamente liberadores de la república liberal venezolana ˆ Carrera Damas dixit ˆ, la crasa liquidación de su Hegemonía, no ha culminado. Se encuentra en su fase definitoria. El obstáculo hasta ahora insalvable ha sido, como también lo ha subrayado ese gran historiador venezolano, el fruto de cuarenta años de auténtica vida democrática establecida con sangre, sudor y lágrimas por los protagonistas del despertar estudiantil de febrero de 1928.

Más allá de espurias consideraciones cuantitativas, cálculos estadísticos de mayorías o minorías numéricas, que evitan referirse a la calidad sociológica, ideológica y cultural de esos grupos sociales enfrentados, el hecho de que un bloque de seis millones y medio de ciudadanos venezolanos haya decidido voluntaria, solidaria y desinteresadamente enfrentarse al omnímodo, atrabiliario y bárbaro poder absoluto del Estado en manos de la autocracia, asumiendo riesgos de sobrevivencia vital, indica una capacidad de resistencia verdaderamente notable en el corazón de la Patria. Como le señalara Fidel Castro a su hombre en Caracas en conversación dada a conocer recientemente por el mismo teniente coronel: „yo me liberé de la contra revolución empujándola a Miami. Tú la tienes ahí, dentro.‰ En otras palabras, algo así como: „no nos apoderaremos de Venezuela mientras no expulses o extermines a la oposición democrática‰. Una tarea encargada por ahora a su maquinaria electoral. Como lo evidenció el 7 de octubre. Fracasada, tendrá que pasar a la liquidación física. ¿Sera la amenaza del futuro?

Marx afirmaba que la historia no plantea la solución de sus problemas hasta estar en capacidad de resolverlas. Prefiero esa afirmación a la sentencia convertida en lugar común, según la cual „el tiempo de Dios es perfecto‰. Sea como fuere: Dios o las circunstancias históricas no permitieron la victoria de Henrique Capriles. Puede que nuestro liderazgo aún no comprenda en profundidad la grave crisis que sufrimos ni el pueblo esté en capacidad de enfrentarla por los medios que las circunstancias requieran y Dios disponga. Escamotear esta irrefutable verdad no servirá de nada. Sólo retrasará la hora de Dios. O la voluntad de los hombres.

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