OpiniónOpinión Nacional

La oración: El encuentro donde Dios nos escucha y nosotros aprendemos a escucharle a Él

La oración es la demostración del anhelo de conexión.

Desde tiempos inmemoriales, los seres humanos han buscado conectarse con lo trascendente. En el corazón de cada cultura y civilización encontramos vestigios de esa necesidad de alzar la mirada al Cielo, buscando sentido, guía y consuelo. La oración es la demostración del anhelo de conexión con Dios que tienen nuestras almas inmortales. Constituye ese encuentro divino, ese acto íntimo y humilde de dirigirnos a nuestro Creador. Aunque no lo hayamos concientizado, la oración es una necesidad, tal como el pan de cada día. A través de la oración nos nutrimos espiritualmente del pan de Vida. Además, la oración es una experiencia que nos restaura, nos transforma y enriquece. La oración debería ser un diálogo continuo con Aquel que nos conoce y nos ama más que nadie. Necesitamos aprender a vivir en una oración.  

En el Salmo 17 David expresa: “Estaré satisfecho cuando despierte a tu semejanza”. Una expresión que denota la inmensa insatisfacción que tenemos los seres humanos cuando caminamos lejos de Dios. Y, aunque tengamos una vida de comunión con Él, el anhelo por lo eterno arde en nuestro ser como un fuego. Porque Dios hizo nuestro corazón con el molde de la eternidad, como lo expresó Salomón en el Eclesiastés: “Todo lo hizo hermoso en su tiempo; y ha puesto eternidad en el corazón de ellos, sin que alcance el hombre a entender la obra que ha hecho Dios desde el principio hasta el fin”. Como diría San Agustín varios siglos después: Nos hiciste, Señor, para ti, y nuestro corazón estará inquieto hasta que descanse en ti”.

¿Qué es la oración?

La oración va mucho más allá que recitar un conjunto de palabras; la oración es un acto de rendición de nuestra voluntad a la voluntad de Dios. Es un diálogo bidireccional: hablamos, pero también escuchamos. Es el momento en el que, al desnudar nuestra alma, permitimos que Dios nos hable en nuestro ser interior a través de su Espíritu Santo y a través de su Palabra, la cual tiene la capacidad de transformar nuestro carácter a la semejanza de Cristo; ya que la Palabra de Dios nos revela lo más profundo de nuestro ser y lo más profundo de Dios. El autor de la carta a los Hebreos (4:12) dice con respecto a la Palabra de Dios: “Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón”.

Históricamente, la oración ha sido el eje central de la espiritualidad en distintas religiones. En el cristianismo, encontramos ejemplos poderosos en la vida de Jesús, quien frecuentemente se apartaba a orar en soledad (Marcos 1:35). Fue Jesús quien nos enseñó cómo dirigirnos al Padre a través de la oración del Padrenuestro, una guía que resume todo lo esencial: alabanza, gratitud, petición y entrega. Una revelación de la oración como relación y no como una fórmula mágica.

¿Por qué oramos?

La oración nace del reconocimiento de nuestra dependencia de Dios. En un mundo lleno de distracciones y desafíos, la oración nos permite centrarnos en lo esencial: nuestra relación con  Dios. En primer lugar, oramos por la necesidad de comunión que tenemos con nuestro Creador. Luego, oramos para reconocer la grandeza de Dios y agradecerle por todos los favores de Él recibidos. La alabanza es un pilar muy importante de la oración; pues, alabar a Dios es liberador para el alma cargada de preocupaciones del mundo y es una puerta para experimentar la presencia de Dios.

También oramos por la necesidad de confesar nuestras faltas; por el deseo profundo de enmendar nuestro camino. Al expresar arrepentimiento, cuando el alma se quiebra, cuando nos acercamos a Dios con el corazón contrito y humillado y con el espíritu quebrantado, el Espíritu Santo derrama su óleo de amor sobre nosotros, cambiando nuestras lágrimas en gozo y nuestra angustia en manto de alegría. Es en este momento en el cual somos impelidos, no solo a orar por nosotros para ser edificados en Cristo, sino que intercedemos por otros, por lo que amamos y por todos aquellos por los que el Espíritu nos guía. Es de esta manera en que comprendemos el amor de Dios y entendemos que todos los que caben en el corazón de Dios, también caben en nuestro corazón. Es este poder transformador una de las razones principales por las que oramos. Martin Luther King Jr., un ferviente defensor de la oración, afirmó: “La oración no solo cambia las cosas; cambia a las personas”.

La oración a través de la historia.

A lo largo de la historia del pueblo judío, la oración ha sido el pilar de grandes acontecimientos. La oración de Moisés en el Éxodo (Éxodo 32:11-14): Es una oración de intercesión por el pueblo de Israel. Cuando el pueblo de Israel pecó adorando al becerro de oro, Dios declaró su intención de destruirlos y comenzar de nuevo con Moisés. En ese momento, Moisés oró fervientemente, intercediendo por el pueblo. Moisés recordó a Dios su promesa a Abraham, Isaac y Jacob, y apeló a Su misericordia y fidelidad. Dios escuchó la oración de Moisés y decidió no destruir al pueblo. Este acto muestra el poder de la intercesión y la confianza de Moisés en el carácter misericordioso de Dios.

La oración de Josué en Gabaón (Josué 10:12-14): La oración del milagro del sol detenido. En una batalla crucial contra los amorreos, Josué oró para que el sol se detuviera en Gabaón y la luna en el valle de Ajalón, permitiendo al ejército de Israel completar la victoria. Fue una oración audaz, confiada en el poder de Dios para intervenir sobrenaturalmente. Dios respondió, y el sol se detuvo, prolongando el día hasta que Israel ganó la batalla. Es un ejemplo poderoso de la fe en acción a través de la oración.

La oración de Ana (I Samuel 1:10-11): Es un clamor en medio del sufrimiento. Ana, estéril y humillada, oró en el templo, con lágrimas pidió un hijo. Hizo un voto a Dios pidiéndole que si le concedía un hijo, lo dedicaría al servicio divino. Fue una oración personal, sincera y llena de dolor, pero también de confianza en Dios. El Señor le respondió, y Ana dio a luz a Samuel, quien se convirtió en uno de los profetas más importantes de Israel. Este ejemplo muestra cómo Dios escucha las oraciones de un  corazón que se derrama como agua ante Su presencia. 

La oración del Rey Salomón (I Reyes 8:22-53): Es la oración de dedicación del templo: En la dedicación, Salomón hizo una oración pública que incluía alabanza, confesión y súplica. Rogó a Dios que escuchara las oraciones de su pueblo, incluso de extranjeros, cuando acudieran al templo. Fue una oración de intercesión comunitaria, destacando la misericordia y la fidelidad de Dios. Este evento marcó al templo como un lugar santo de encuentro entre Dios y su pueblo.

Ejemplos de oración en personajes del siglo XX y XXI.

Dietrich Bonhoeffer (1906–1945): Oración en tiempos de prueba. Bonhoeffer, un pastor y teólogo alemán que resistió al régimen nazi, escribió muchas oraciones durante su encarcelamiento antes de ser ejecutado. En una de ellas, titulada “Mañana”, se dirigió a Dios con palabras de confianza y entrega: “Dame fuerza para soportar lo que me espera. No me dejes solo, aunque esté lleno de miedo”. Estas oraciones muestran cómo la fe puede sostenernos en las situaciones más difíciles, incluso ante la persecución y la muerte.

Billy Graham (1918–2018): Oración por avivamientos. Graham fue conocido por su vida de oración constante. Antes de cada cruzada evangelística, dedicaba tiempo a orar por las ciudades, por las personas que asistirían y por la acción del Espíritu Santo. Un ejemplo notable fue su oración durante su primera cruzada en Los Ángeles en 1949, cuando pidió fervientemente que Dios usara ese evento para cambiar vidas. Ese fue el inicio de un ministerio global que alcanzó a millones. Su oración constante inspiraba a otros a buscar una relación más profunda con Dios.

Corrie ten Boom (1892–1983): Oración para recibir la fuerza para perdonar a quienes le habían infligido sufrimiento. Corrie, una sobreviviente del Holocausto, narró en su libro El Refugio Secreto cómo ella y su familia oraban regularmente, incluso en los campos de concentración nazi. Después de la guerra, una de sus oraciones más impactantes ocurrió cuando se encontró con un ex-guardia del campo donde había sido prisionera. Oró para que Dios le ayudara a perdonar, y lo logró. Su vida es un testimonio del poder de la oración para sanar el alma y superar el odio.

Madre Teresa de Calcuta (1910–1997): Oración para aprender el servicio diario al desvalido. La Madre Teresa comenzaba cada día con una hora de adoración y oración pidiendo fuerzas para servir a los más necesitados. Decía: “La oración no cambia las cosas; la oración nos cambia a nosotros y nosotros cambiamos las cosas”. Su ejemplo inspira a muchos a hacer de la oración el motor de su servicio al prójimo.

Francis Collins (1950–): Oración en la ciencia y la fe. Francis S. Collins, reconocido genetista y líder del Proyecto Genoma Humano, ha integrado de manera profunda su fe en Dios y la práctica de la oración con su labor científica. Aunque inicialmente se identificaba como ateo, su trabajo en la Medicina y la Genética lo llevó a cuestionar su visión del mundo, culminando en una conversión al cristianismo. En su libro ¿Cómo habla Dios? La evidencia científica de la fe, Collins relata este viaje espiritual y cómo la ciencia y la fe pueden coexistir armoniosamente. Collins considera que la oración es esencial en su vida, proporcionándole guía y fortaleza en su quehacer científico. Afirma que la ciencia y la fe abordan preguntas diferentes: la ciencia se ocupa del “cómo” de la existencia, mientras que la fe aborda el “por qué”. Esta perspectiva le permite ver su trabajo en la genética como una forma de explorar el “lenguaje de Dios”, acercándose más al Creador. 

Su liderazgo en el Proyecto Genoma Humano, que logró secuenciar el ADN humano, es un testimonio de cómo su fe y su compromiso con la oración lo han inspirado a desentrañar los misterios de la vida. Collins sostiene que la complejidad y la maravilla del genoma humano son reflejos de la obra divina, y que su comprensión puede ser una forma de adoración y agradecimiento. Además, Collins ha sido un defensor del diálogo entre ciencia y religión, argumentando que ambas pueden coexistir y complementarse. Su vida y obra demuestran que la búsqueda científica y la fe espiritual no son mutuamente excluyentes, sino que juntas pueden conducir a una comprensión más profunda de la existencia humana y del universo.

¿Cómo orar? Consejos prácticos.

Muchas personas sienten que no saben cómo orar, pero Jesús nos enseñó que no se trata de palabras elaboradas, sino de un corazón sincero. A continuación te ofrezco algunos consejos prácticos en el aprendizaje del hábito de la oración:

1. Encuentra un lugar tranquilo: Aunque Dios está en todas partes, un espacio sin distracciones puede ayudarte a concentrarte. Busca el lugar secreto del cual habló Jesús. Entra en tu cuarto y cierra la puerta… (Mateo 6:6). O ve a algún lugar en la naturaleza donde puedas tener este encuentro a solas con Dios.

2. Comienza con gratitud: Agradece a Dios por las bendiciones de tu día, grandes y pequeñas. (I Tesalonicenses 5:16-18) Agradece por el privilegio de poder dirigirte a Él. Cada vez que te sientas tentado a quejarte por algo o alguien, comienza a enumerar tus bendiciones y pon en la balance los aspectos positivos de la persona que te causa molestia.

3. Habla desde el corazón: No te preocupes por usar palabras perfectas. Dios conoce tus pensamientos y sentimientos. Además, recuerda que la mejor guía para aprender a orar es la Biblia. Cuando lees la Biblia aprendes cómo pedir y qué pedir. Además, la Biblia es un despliegue de las promesas de Dios para aquellos que le buscan. Cuando conoces sus promesas, tu fe se robustece cada vez más. (Salmo 86:6-10).

4. Escucha: Dedica un momento al silencio, permitiendo que Dios hable a tu corazón. El Señor Jesucristo le dijo a sus discípulos que el Espíritu Santo, nuestro consolador, nos guiará a toda verdad. Esa verdad es revelada en la comunión con Dios. Guarda silencio ante el Señor y espera en Él y escucharás Su voz en tu ser interior.(Salmo 37:7).

Los frutos de la oración.

La oración tiene un impacto tangible en nuestras vidas. No siempre cambia las circunstancias, pero siempre nos cambia a nosotros. Algunos de los frutos más evidentes son:

Paz interior: La confianza en Dios disipa las ansiedades y preocupaciones. Cuando trabajados y cargados venimos ante Dios, el cambia el yugo que nos lastima y la carga pesada sobre nuestros hombros por su yugo, que es fácil y su carga que es ligera. La comunión con Él nos enseña a ser mansos y humildes de corazón y así hallamos el descanso para nuestras fatigadas almas. (Mateo 11:28-30).

Fortaleza espiritual: Nos da la fuerza para enfrentar adversidades con esperanza. En momentos de debilidad, cuando las aflicciones del mundo nos golpean y nuestra fe decae, la oración nos lleva a nuestro alto refugio, a la roca de nuestra salvación, al Dios que consuela nuestro corazón roto y lo restaura para alabarlo a Él. (Salmo 28:7 y Salmo 46:1)

Sabiduría y discernimiento: Al buscar a Dios, encontramos claridad para tomar decisiones. Constantemente nos encontramos ante encrucijadas; divisamos delante de nosotros caminos que debemos seguir, opciones que debemos escoger, dudas que debemos aclarar. A través de la oración Dios nos da espíritu de sabiduría y de revelación en el conocimiento de su voluntad. (Efesios 1:17-18).

Transformación de relaciones: La oración por los demás nos lleva a verlos con compasión y amor. La oración por nuestro prójimo es un acto de amor secreto; cuando oramos por los que nos rodean, por los que amamos y también por aquellos que son piedras en nuestros zapatos, estamos abonando el terreno para que el Espíritu Santo trabaje en sus vidas y en las nuestras; para que las relaciones interpersonales estén marcadas por el amor de Dios. (Romanos 12). 

Un llamado a la oración.

Hoy, más que nunca, el mundo necesita oración. Vivimos en una era marcada por la prisa, la incertidumbre y el individualismo. La oración nos invita a detenernos, a poner nuestra mirada en Dios, a confiar en su precioso amor, y a vivir cada día con la convicción de que todo lo que sucede a los que aman a Dios ayuda para su bien. La oración nos permite construir una relación cada vez más profunda con Dios, a encontrar el propósito de nuestra vida y a vivir intensamente cada día, con la convicción de que somos amados y nuestro valor radica en Su amor por nosotros.

Te invito a que hagas de la oración un hábito diario. Dedica un tiempo cada día para expresar tu corazón en su presencia. Recuerda, la oración que Jesús nos enseñó y tómala como una guía para relacionarte con Él. Te aseguro que al hablarle aprenderías a escuchar su voz en tu interior.

https://rosaliamorosdeborregales.com

Twitter:@RosaliaMorosB

Facebook: Letras con corazón

IG: @letras_con_corazon

Los comentarios, textos, investigaciones, reportajes, escritos y demás productos de los columnistas y colaboradores de analitica.com, no comprometen ni vinculan bajo ninguna responsabilidad a la sociedad comercial controlante del medio de comunicación, ni a su editor, toda vez que en el libre desarrollo de su profesión, pueden tener opiniones que no necesariamente están acorde a la política y posición del portal
Fundado hace 28 años, Analitica.com es el primer medio digital creado en Venezuela. Tu aporte voluntario es fundamental para que continuemos creciendo e informando. ¡Contamos contigo!
Contribuir

Publicaciones relacionadas

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Te puede interesar
Cerrar
Botón volver arriba