El ejemplo charrúa
Es muy indicativo del mal estado de la democracia en América que tantos se maravillen del civismo demostrado por las partes principales en las recientes elecciones uruguayas.
Uruguay, en su tiempo considerada “la Suiza de las Américas”, ha tenido baches a lo largo de su historia democrática: Baches que surgieron por violentas agresiones de sectores de izquierda contra la sociedad civilizada pero a la larga superados por el alto espíritu cívico de las grandes mayorías de aquella nación.
Tras años de cruentas experiencias allá renació la conciencia de la importancia de reducir las confrontaciones políticas a niveles civilizados. Pero para que esto fuese posible fue indispensable un proceso de reforma dentro del propio sector que en su día inició acciones terroristas contra el resto de la sociedad.
De la mano del excepcional Pepe Mujica aprendieron a convivir y debatir sin convertir posiciones en cruzadas fundamentalistas, aunque conservando muchas creencias y fetiches ideológicos, incluso la absurda veneración hacia la ya rancia dictadura cubana y una distorsionada visión de la historia.
Es lógico que los peores elementos del mal llamado “progresismo” traten de hacer suya la estrecha victoria de Yamandú Orsi: Ya reaparecieron el ominoso Atilio Borón y otros del clan celebrando el resultado como una reivindicación de sus tendencias extremistas.
También es lógico que dentro del Frente Amplio sigan anidando elementos movidos por el odio, el resentimiento y la envidia: En todas partes abundan desaforados, fanáticos, piricuacos y ñángaras.
Pero aun cuando no sea el evolucionado Mujica quien detente la presidencia, todos los síntomas indican que el camino de Orsi será mucho más por vías de un Gabriel Boric que por la ladina conducta de la señora Sheinbaum. Por de pronto el presidente electo ya señaló que buscará “la mejor relación” con la Argentina de Javier Milei. Puro sentido común.
Un simple sentido común que también nos conviene emular a cuantos adversamos las grotescas satrapías de este Hemisferio. Es políticamente importante reconocer la conducta cívica de aquellas izquierdas que practican un genuino respeto por el espíritu fundamental de una auténtica democracia, por erradas que se consideren sus ideas e interpretaciones de la realidad
Hay que mantener vigente ese espíritu fundamental de la democracia que es el predominio de las mayorías con profundo respeto hacia los derechos de las minorías: Hasta en tiempos de profunda indignación y lucha por restablecer la libertad. Tengamos siempre presente que dos males jamás acarrean un bien.