Los discursos engañosos
No sabemos si los discursos conciliadores de ciertos sectores que piden pasar la página—como si lo ocurrido y lo que sigue ocurriendo no tuviera importancia—son fruto del síndrome de Estocolmo, de una ingenuidad que roza la estupidez, o de algo aún más preocupante: la indiferencia hacia lo público y el vil interés de preservar su propio espacio personal.
Es fundamental no ignorar la voluntad de la inmensa mayoría del pueblo venezolano, que el 28 de julio expresó su deseo de un cambio democrático en nuestro país. Tampoco podemos, ni debemos, cerrar los ojos y taparnos los oídos ante la feroz represión que se ha impuesto para silenciar lo que fue un claro clamor de libertad ese domingo.
Venezuela necesita un cambio que propicie la reconciliación y el progreso, uno que brinde a todos la oportunidad de vivir en un país en paz, con posibilidades de construir una vida digna y con esperanzas de un futuro mejor.