Estaban frente al abismo…
… y dieron un paso adelante.
¿Será esa la conclusión que sacaremos el miércoles 6 de noviembre, cuando resulte que Trump fue reelegido presidente de Estados Unidos? Ojalá que no, pero vaya que la posibilidad está en el aire. Las encuestas están empatadas.
Un resultado semejante jubilaría por bastantes años a ese liberalismo bienpensante que tanto abunda por allá en el norte. Gane o no gane Trump, el riesgo de ciertas doctrinas recargadas de ideología es muy alto. ¿Por qué semejante desprecio de las élites con posgrado por lo que alguna vez se llamó la “clase obrera”, es decir, aquellos hombres más que todo blancos que no se graduaron de la universidad? Franklin Delano Roosevelt sí que les hablaba al corazón, mientras que los intelectuales de dedito parado de hoy no los determinan. A muchos de ellos les mueve más el piso el destino de la gente trans, digamos, una diminuta minoría. Claro que las personas trans merecen derechos, aunque no el inmenso protagonismo que hoy tienen en la política de los liberales gringos. El predominio de las ideas woke es en extremo dañino, lo entiendan o no sus propagadores.
Cierto, Trump no puede ganar solo siendo mayoría entre la clase obrera blanca olvidada y rezandera, pero si muerde un pedazo gordo entre los negros, los latinos, los jóvenes y las mujeres, los números le alcanzan. Trump está convencido de que va a ganar; Kamala Harris desde el comienzo actúa como alguien que tiene que alcanzar al puntero, una actitud razonable, pues cada voto vale.
A mí no me cabe duda de que casi todo lo que afirma Trump es un engaño. No hay tales haitianos comiéndose las mascotas, no está desatada la inmigración ilegal, el país no se está llenando de criminales, no es cierto que los demócratas sean comunistas o que el aborto sea incontrolable. Esto para no recordar que el hombre es un convicto y un abusador sexual comprobado. Igual, si mucha gente cree en el engaño, por algo será. Ese “algo” tendrá que ser discutido hacia adelante, gane quien gane. El americano promedio luce enfermo, así los números de la economía y el empleo digan otra cosa.
Kamala Harris es una mujer valiosa y con muchas virtudes. Por ejemplo, se defendió muy bien cuando un periodista vergonzoso y parcial de Fox News, Bret Baier, más o menos la atacó al aire con la camiseta de MAGA puesta. Con todo, parece que no ha logrado romper las barreras del sexismo y del racismo, típicas del entorno gringo. ¿Le alcanzará el impulso? Pese a que eso espero, seguro no estoy. No obstante, algo me dice que las dudas sobre el resultado podrían obrar en su favor, pues sus partidarios o los que no quieren a Trump tendrán la certeza de que si no votan por ella, la suerte está echada.
Ahora bien, si a Kamala Harris le alcanza el impulso para vencer a Trump, será sin duda por las constantes metidas de pata y salidas del tono del hombre, además de sus achaques de viejo gagá y mitómano compulsivo. Al menos a mí me parece primero que todo una persona muy desagradable, un narciso intratable. Sospecho que muchos electores comparten esta aversión. Pero ahí justamente está el dilema: ¿cómo es posible que un candidato tan malo y tan mentiroso tenga un claro chance de ganar? Ha de ser porque, con sus mentiras y salidas en falso, igual interpreta un malestar profundo en la sociedad americana. Los cálculos son más o menos claros. Si Trump saca menos de 80 millones de votos, pierde. Si saca más de 80 millones, puede ganar. Vaya que en ambos casos hablamos de una inmensa multitud de votantes.