Poco hemos cambiado en materia de gobernabilidad desde Roma
Han transcurrido dos milenios desde que Roma sentó las bases de la gobernabilidad, tanto en la República como en el Imperio. A lo largo de los siglos, poco ha cambiado, a excepción de la institucionalización del poder que se consolidó tras la Revolución Francesa.
Los países que han logrado un avance significativo, a excepción de China, son aquellos que cuentan con instituciones sólidas y una adecuada separación de poderes. En contraste, aquellos que se encuentran estancados o en decadencia son los que han menoscabado sus instituciones, concentrando el poder en un autócrata o en una junta de gobierno.
Sin instituciones robustas e independientes, el progreso es poco probable. La notable excepción es China, donde un poderoso partido único, bajo el liderazgo de Deng Xiaoping, optó por implementar un modelo de capitalismo de Estado.
En la mayoría de los países de América Latina, prevalece un fuerte presidencialismo, acompañado de instituciones relativamente débiles o, en algunos casos, inexistentes, como sucede en Nicaragua, Cuba y Venezuela. Esta situación resalta la necesidad apremiante de fortalecer nuestras instituciones para garantizar un futuro más próspero y democrático.