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¿Para qué trabajamos?

El primordial problema humano es el de la Identidad, ¿Quiénes somos? Sin saber de dónde venimos, sobre qué espaldas estoy erguido, no puedo entender quién soy… todo ello me ayuda a comprender por qué estoy donde estoy y comenzar a apreciar el enredo que soy, porque ese enredo es la combinación de dónde vienes y las decisiones que has tomado.

En Europa y Estados Unidos hay una realidad social que han llamado Identity Politics (ES: Política de Identidad). Creo que es un desafortunado título, porque toda política tiene detrás una política de identidad y es crucial para apoyar a la sociedad a avanzar; el problema es que en esos países la identidad se ha convertido un tema político… y ese es un animal muy diferente.

La identidad es crucial en el ser humano, comienza a salir un brote alrededor de los 5 años y a partir de ahí, se va creando un surco que elimina otras opciones; porque, toda decisión elimina alternativas… y llegamos a donde estamos por nuestras decisiones, sean estas conscientes o mal informadas. Una maestra de mi hija me decía que ‘todos los niños eran adorables a los 5 años, pero para cuando ya tienen 9 años comienzan a verse las costuras que les amamantaron en casa y sus personalidades pueden ya no ser tan encantadoras’; para los 10 ya tienen una tendencia marcada.

Hay tres etapas muy importantes en la definición de la personalidad: la que recibes en tu infancia, la que explota en tu adolescencia y la reflexiva hacia la media edad cuando tienes la crisis de los 40. En todas hay un común denominador: ¡Tú! En todas vas paulatinamente asentando los elementos que te confieren seguridad, una suerte de protección para que la “adversidad” no duela tanto, para que aquello que te dice lo que ‘no crees que eres’ no te hiera demasiado, para no verte desnudo ante la intemperie de la dura realidad que son las relaciones con otros y que generalmente apuntan a tus debilidades y carencias. Hay personas que quieres, aprecias y, cuando eres pequeño, idolatras… pero ellos, al igual que tú ahora, no están completos, no han resuelto el tema del dolor y peligro inherente de la vida, y por tanto te desilusionaron o sentiste que te traicionaron o que no dieron la talla. Es cuestión de tiempo.

Yo por ejemplo, cuando me he equivocado con mis hijas, cuando he reaccionado desde el temor o desde mi falsa identidad corrigiendo u “ordenando” a mis pequeñas para no sentir el desorden en mi vida, lo he visto en sus ojos… sé que es una semilla de discordia que eventualmente crecerá en su adolescencia y dará frutos de separación y, además, dolor en las vidas que ellas tendrán que resolver… espero me lleguen a perdonar y valorar. Somos incompletos y todos, lo mejor que podemos, estamos avanzando hacia lo que entendemos es mejor.

La responsabilidad de vivir

La Vida es un juego de riesgo y el pitido final no concluye con tu muerte. Somos parte de un equipo y jugamos para que la Vida se perpetúe, tenga sentido y valga la pena el tiempo del juego que nos toca travesear. La muerte es inevitable, vivir en una decisión. Con la vida cómoda que comenzó con la era moderna y luego se asentó al finalizar las dos guerras mundiales del pasado siglo, hemos desarrollado una blandeza vital que no teníamos cuando la vida era dura y la pobreza extrema era la realidad del 99% de la población. La muerte era algo común y la mayoría de las personas no pasaba de los 40 años. Imagínate que todas las personas que conoces de más de 40 hubieras conocido o presenciado su muerte. La experiencia de vida era dura, las mujeres no podían estar solas, no porque fuera incorrecto sino porque las robaban o violaban y para que no se enterara nadie, muchas veces las mataban. Yo por ejemplo me hubiera quedado huérfano antes de los 10 y me hubieran enviado a un orfanato o, si por suerte mis familiares cercanos podían acogerme, me convertían en un esclavo de esa casa, resentido por sus hijos porque les quitaba comida del plato. Los monasterios crecieron en los siglos 13 y 14 a tener miles de monjes porque recibían huérfanos que nadie los acogía y los ponían a trabajar la tierra o ganado generando una extraordinaria riqueza para la orden religiosa. Las personas no valían nada, la esclavitud no tenía ese nombre, pero era la realidad más patente que se vivía por innumerables siglos, pero muy especialmente todos los súbditos desde la Europa medieval hasta la época moderna en el S.XIX.

Con el reconocimiento de Nietzsche de que habíamos matado a Dios pasaron dos cosas impensables, dos guerras repletas de atrocidades que apilaron más de 100 millones de muertos y fue necesario ir hasta las revoluciones del S.XVIII para retomar el principio de dignidad inalienable que tenían las personas y reeditar así la identidad de todo ser humano.

Pero esa identidad no te resuelve quién eres, sólo te da el marco, tú tienes que rellenar el lienzo de tu identidad.

Quién tú crees que eres es tu punto de partida

Quién eres es algo muy distinto de quién tú crees que eres… desde tu niñez vienes desarrollando con arte y parte una estructurada personalidad que se ajusta a la realidad para protegerte, y con el tiempo te has creído que eres eso; no puedes conocerte directamente, porque te ves con los ojos de la máscara que has creado. El libro El Caballero de la Armadura Oxidada de Robert Fisher es una maravillosa fábula que reflexiona sobre la complicada tarea de desmontar la personalidad que se ha integrado tan indisolublemente en ti que ya no puedes distinguirla de quién eres. Lo peor es que tienes el hábito de ser quién eres, todo te confirma su veracidad, inclusive todo lo que ves, sientes, entiendes y haces está condicionado y reafirma que eres eso: la máscara que te has colocado para no quedar desnudo ante la intemperie y cruda realidad de la vida… así toda tu existencia está domesticada por tu personalidad. Vivimos como si no existiera mañana y entreteniendo la máscara que llamo Yo no sea que despierto del transe.

Si sufres es porque “Nada real puede ser amenazado, nada irreal existe” (Curso de Milagros) y tu insistencia en sostener lo que has fabricado como real no se sostiene, lo tienes que sostener con mucho esfuerzo. Por eso sufrimos porque tenemos la escalera para subir a quienes somos apoyada en la pared incorrecta.

Si osas levantar la cabeza o pretendes ver por las pequeñas fisuras que se hacen la realidad que te golpea, te encuentras un descomunal portento mirándote de vuelta… y todo tu cuerpo te recuerda que mejor es evadir que enfrentar a ese monstruo.

Pero hay algo en nosotros que esta perennemente inquieto, nunca estás satisfecho con cosas, comodidades, lujos o experiencias… cuando pasa una distracción, ya vamos por la otra.

La identidad de hijo/a me ayuda a ordenar la intemperie de la vida

Nos hemos descarriado. Al irrumpir la consciencia en nosotros nos exige que nosotros definamos la identidad que somos, en los animales, especialmente los mamíferos, su instinto reafirma y esclarece su identidad; en nosotros, es una danza entre la realidad que me avasalla y mis decisiones… ¡No hay otra!

Todo en la naturaleza está ordenado para sustentarse con lo que hay; nuestra mente está ordenada para sustentarse con la verdad… nuestro trabajo es separar el bagazo del grano y sembrarlo en nosotros… ahí nace nuestra Vida, quiénes somos en verdad y la alegría brota al desnudarme de quién nunca fui, aun cuando me cueste mi pequeña vida. Soy parte inseparable del cosmos, todo lo que lo creó yace dentro de mi en todo su esplendor, somos la mejor representación de el Logos, la Palabra, el Orden que creo el universo, en nada se encuentra con mejor magnificencia… pero es tu trabajo dar fruto de ello.

Es entonces que entiendo para qué trabajo y quién soy.

Este artículo lo dedicamos a Maria Luisa.
Una querida amiga que enfrenta esclarecer su identidad
en medio de duros conflictos y la pérdida de su salud…
“Siempre es un buen momento para despertar.”

El próximo martes…

Para entrar a la Luz la puerta es oscura

Había un gran formador de liderazgo, Jim Rohn… luego de una conferencia, durante una sesión de preguntas, un ávido aspirante al éxito le preguntó – “¿Como puedo asegurarme de que el camino que sigo me apunta con certeza al éxito?” –  el sagaz Jim le contestó de manera contundente – “incrementa tu ratio de fracasos.”

No terminamos de entender que nuestros mejores aliados son nuestras debilidades, el mejor formador es la adversidad y la única manera de entrar en la Luz que somos es a través de la oscuridad que hemos perpetrado.

El próximo artículo incluirá un podcast políticamente incorrecto que realizamos para una competencia… no entiendo por qué no ganamos!

EL PUNTO a la i

El historial de la columna está en cdots.substack por si quieres revisar artículos anteriores.

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