¡La fiesta no ha terminado!
Lo dijimos: “No hay dudas, hay que atacar a la terca abstención; todo proceso electoral es a la política, como la batalla es a la guerra, se gana o se pierde, pero si no se vota o se pelea, siempre se pierde” Con este pensar se nos ocurrió este corolario: “¡La abstención no funcionará porque el juego del chavismo es salir de Maduro y ellos votarán, pero corremos el riesgo de que los votos ‘antimaduro’ no sean suficientes y gane Maduro…¡El error de los partidos opositores es una espada de Damocles que hay que revertir!”
Era evidente que el venezolano inteligente entendería lo que desde hace tiempo se viene pronosticando sobre el futuro democrático de Venezuela, a pesar del acendrado pesimismo que se apoderó del luchador incansable por reconquistar el poder político, tal vez en tiempo tardío, pero no impreciso, se escuchó con vehemencia la esperanza del anhelado cambio en todas las esferas antes perturbadas por el mediático pesimismo, ese pesimismo que se manifestó en la antipolítica de la abstención.
Después del 28 de julio renació la esperanza en Venezuela, y aunque tenemos una situación por dilucidar a consecuencia de una grave deficiencia en el CNE, quedaron atrás la cobardía, el miedo y la duda de que el pueblo quiere cambio. Indiscutiblemente, pareciera que esa fatídica división de escuálidos y enchufados quedo atrás; y como lo veníamos diciendo, “el voto era necesario para revertir el poder y volver a la verdadera democracia”; también para clarificar el desencanto de dinosaurios políticos forjados en el crisol de la estúpida forja del ignorante y absurdo militarismo, esa broza que sin mucho esfuerzo floreció por la insistente anti política de fin de siglo, aupada por una gran parte de los políticos que insurgieron contra lo que llamaron “la decadente democracia del bipartidismo adeco-copeyano”; pero como bien dice el refrán, “a lo hecho pecho” y no miremos hacia atrás, por aquello de “la transformación en sal de la mujer de Lot”.
Sin dudas, a pesar de nuestro muy alto positivismo, cargado de esperanza y deseo de probar nuestro pronostico, hoy vivimos tal vez un disparatado presente de lucha en busca de la verdad electoral, esa que valoramos con el pensar de la lideresa María Corina Machado, “hasta el final”, que nos agrada y nos llena de luz por demás incandescente, cuando sin pensarlo, ha surgido una inmensa coincidencia entre políticos de diferentes corrientes, quienes, con una valiente prosa jurídico-política, han dado claridad al derecho constitucional que ha querido ser envuelto en la sombra del engaño, ante la falta de transparencia del CNE, quien se apresuró a cantar victoria aparentemente adelantada a la verdad electoral; esa que debió ser publicada desde hace ya un superado lapso jurídico.
No hay dudas, que lo ocurrido el pasado 28 de julio es un acontecer que derrumbo todas las expectativas en nuestro acontecer político, especialmente se confirmó nuestra premisa del voto, aliviando, pero lamentando lo tardío de florecer de la esperanza con la manida abstención de la última década; sin dudas, el tiempo nos dio la razón, y aunque no se ha confirmado la verdad, tenemos fe en que se demuestre la falsa leguleyada anómica que pone en tela de juicio el nivel jurídico de nuestros magistrado del siglo XXI.
Hoy, tal vez sin pensarlo, se dilucida el reto esperado del cambio político en Venezuela, ese cambio que sabemos que por sí mismo no garantiza la mejoría económica y mucho menos la mejoría social, pero es obvio y lo sabemos, que sin su implante nos mantendremos en la ignorancia política, acontecida desde que se implanto en Venezuela el llamado «proyecto», «proceso» o «revolución», cuando una gran mayoría de venezolanos creyeron que se había encontrado la solución sinóptica para cambiar el sistema político enfrentado desde la década de los 90’, cuando surgió la hermenéutica de la antipolítica, que nos ha costado la mayor sarta de sacrificios psico-sociales, tratando de entronizarnos en la prosperidad, pero sin una clara visión de futuro, intentando refundar la república.
Todo se transformó, como hemos dicho, en la peor pesadilla vivida en Venezuela; la que podemos llamar “socialismo del Siglo XXII”, un eslabón en la historia patria, que no tendrá parangón ni del presente ni del pasado, transformado en el gran reto, que deberá enfrentar el nuevo gobierno surgido de este proceso electoral, en el que pusimos toda nuestra esperanza de reconquistar la independencia, la conciliación y la paz después de más de 25 años de un irracional e ignaro enfrentamiento interpares sin sentido. No obstante, nos encontramos en un devenido momento indiciario de un discutido proceso de incomprensión por la desidia del CNE, que no ha clarificado el resultado electoral, y sin embrago emitió unos resultados aun sin demostrar, y como acto aparentemente inicuo, juramento al nuevo presidente, quien demandó claridad ante la Sala Electoral de su propia designación, acto que avivó el ascua y encendida crisis surgida de la falla del ente rector, el que mantiene en vilo la seguridad democrática y la paz del país.
Aspiramos a que magistrados y rectores involucrados en esta esperanza de verdad y paz, recuerden lo prescrito en el primer Título constitucional referido a los principios fundamentales, que consagran la libertad e independencia de la República como condición permanente e irrenunciable, fundamentada en el ideario de Simón Bolívar, el Libertador, su patrimonio moral y los valores de libertad, igualdad, justicia y paz internacional, todo para el rescate del legado histórico de la generación emancipadora, que en la gesta heroica de la independencia de Venezuela luchó para forjarnos una patria libre, soberana e independiente de toda potencia extranjera, recogiendo el sentimiento popular que lo distingue como símbolo de unidad nacional, de lucha incesante y abnegada por la libertad, la justicia, la moral pública y el bienestar del pueblo; elementos que definen la organización jurídico-política de la Nación venezolana como un Estado democrático y social de Derecho y de Justicia; propugnando el bienestar de los venezolanos, y que obliga a crear las condiciones necesarias para su desarrollo social y espiritual, procurando la igualdad de oportunidades para que todos los ciudadanos puedan desarrollar libremente su personalidad, dirigir su destino, disfrutar de los derechos humanos y buscar su felicidad. ¡Es este un momento que marcara historia en nuestra Patria, por eso decimos, que la fiesta electoral no ha terminado!
@Enriqueprietos