Entre el surrealismo y la impostura
Adriano González León, el de “Las hogueras más altas”, de “País portátil”, “Huesos de mis huesos”, “Del rayo y de la lluvia” y “Cosas sueltas y secretas”, el valerano de los premios nacional de literatura y Seix Barral, ese amigo gigantesco e inolvidable de conferencias, bares y tertulias hogareñas, ocupando el sitio que le corresponde entre los sabios, solía decir que Venezuela es una página escapada de un texto, jamás escrito, que pudo haber sido la envidia de André Breton. Así, el poeta, echaba mano de ejemplos sencillos e irrefutables.
Y, palabras más o menos, decía: en el país tenemos blancos que son negros, luces obscuros, luceros que no brillan y, para enaltecer lo irreal, las provisionalidades se eternizan; pero como quedaba tela para cortar afirmaba que en Maracaibo se erigió una escultura al Oso Polar y, para colmo de lo absurdo, un día cualquiera tocó tierra en las playas de El Milagro un pingüino, cuya aparición, vida y deceso ocuparon las páginas de “Panorama” y de toda la prensa nacional.
Con algo debían llenarse los espacios, la libertad había sido cercenada. Pero vivíamos del petróleo. Hoy continuamos siendo productores de petróleo y con grandes refinerías, pero importamos gasolina. Es vivir de la mentira, de aparentar lo que no se es. Es imaginar ser lo que no somos y no ser lo que imaginamos. La sociedad venezolana, en gran medida, se mantiene atrapada en ese dilema.
El derrumbe del imperio comunista en 1989 es palmaria demostración de que una nación no puede aposentarse sobre la irrealidad de la igualdad absoluta de los seres. La voluntad y el empuje para la superación individual, no se logra únicamente con la escolaridad. Es menester un clima de libertades que estimule al individuo en su afán de superación y su creatividad.
Posesionar un gobierno sobre la irrealidad del querer ser, propóngaselo o no, conduce al desbarrancadero de la impostura. Porque las falsas percepciones, cuando se trata de imponer libretos ideológicos a una sociedad dada, requieren de la liquidación de la libertad a cuya totalidad se irá llegando por aproximaciones sucesivas. Si hacemos listado de las mutilaciones que ha sufrido la libertad a partir de 1999 hasta hoy, no encontraríamos la línea donde colocar el punto final. Se mella la libertad cuando se penaliza la información adversa mediante el arbitrio del cierre y confiscación de medios radioeléctricos, pendiendo similar amenaza de atropello sobre los que aún pueden salir al aire y a los medios impresos los estrangulan retardando la asignación de dividas para la adquisición de insumos y mediante el boicot publicitario ordenado del despacho presidencial.
Ahora bien, el panorama descrito nos conduce a la realidad de un país flotante en irrealidades en el que, como de antiguo se ha dicho, todo el mundo manda, nadie obedece y las cosas caminan, cojitrancas pero así caminan. Tenemos gobierno sin tenerlo, un Presidente electo que nadie, salvo los hermanos Castro, sabe si vive, está en coma inducido, en una capsula cuasi espacial o abordando la barcaza timoneada por Caronte.
La Venezuela del Siglo XXI, nuestra patria, la “inalcanzable y bella” descrita por Andrés Eloy Blanco en Giraluna, es víctima de la impostura de una banda de forajidos conjurados para violarla en su Constitución y bañar con aguas lustrales a un gobierno espurio, que paga miles de millones de dólares a la satrapía de los hermanos Castro para que le mancillen la soberanía.