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Maratonistas de la vida

Hoy cada uno de los venezolanos tiene una historia propia de superación que contar; hoy todas esas historias se conjugan para contar la historia de resiliencia de nuestra nación. Ha sido un largo y doloroso peregrinar. Nos hemos caído muchas veces y en cada uno de esos momentos no hemos permitido que la derrota doblegue nuestras voluntades. Una y otra vez nos hemos levantado con esperanza; hemos continuado el camino con el corazón roto, con lágrimas rodando por nuestras mejillas, sintiendo que no podemos ni con nosotros mismos; dando pasos cortos, fatigados, pero no vencidos, con la mirada puesta en el Cielo.

Los venezolanos hemos sido verdaderos maratonistas, atletas de resistencia, que han desarrollado una fuerza espiritual capaz de llevarlos a miles de kilómetros de distancia de nuestra nación, cruzando ríos de llantos, escalando montañas de dudas, con la incertidumbre como la compañera del camino. Con el corazón desgarrado, pero con una sonrisa en el rostro se han reinventado de tal manera que sus neuronas han creado nuevos caminos en las sinapsis de encuentros con nuevas culturas, con nuevos climas y nuevas tierras. Han desarrollado una fuerza moral, espiritual, capaz de levantarles la cabeza y el corazón. 

Otros se han quedado en casa, una casa vacía, extrañando a los amores mas sublimes de la Tierra. Elevando oraciones al Amor de los amores para que los pichones que abandonaron el nido puedan elevar sus alas, surcando los cielos de otras latitudes. Superando los obstáculos más demoledores de la raza humana: el hambre, el desabrigo y la salud menguada. Viviendo verdaderos vía crucis, rogando no llegar al Calvario, luchando con las fuerzas desgastadas, con la moral herida, pero siempre con la esperanza viva.

La palabra maratón para designar a esta prueba atlética se remonta a la batalla que se llevó a cabo en Grecia en el año 490 a. C. en un lugar situado a 40 kms de Atenas, una llanura cerca de la costa, llamada Maratón. Allí los griegos enfrentaron a un extenso ejército persa que pretendía invadir la capital de Grecia. Al salir de Atenas hacia Maratón, los griegos les dijeron a sus mujeres que si al cabo de un día no habían regresado quemaran la ciudad y se mataran a sí mismas junto a su hijos. Los griegos ganaron la batalla, pero tardaron más de un día; entonces, enviaron a un soldado a dar aviso antes de que las mujeres cumplieran con el pedido que les habían hecho. El hombre corrió 40 kilómetros sin parar, desde Maratón hasta Atenas, al llegar y dar la noticia cayó muerto. Años más tarde se creó esta prueba atlética estableciendo 42 kilómetros para el recorrido.

Aunque algunos venezolanos han caído como aquel soldado ateniense, con un corazón que ha sido sobre exigido; la mayoría han asumido el reto de superarse a sí mismos, descubriendo  nuevas fortalezas, tejiendo con sus lágrimas un suéter de posibilidades, labrando con su esfuerzo y su fe la nueva tierra, sembrando semillas, recogiendo frutos. A pesar de la increíble carga mental de lidiar con la sobrevivencia, la resiliencia ha aflorado desde lo profundo de sus entrañas, permitiéndole adaptarse y superar la adversidad. Nuestros corazones han resistido las tribulaciones, le hemos visto la cara al miedo y a la angustia; pero, nos hemos refugiado al amparo de Dios.

Las múltiples amenazas, las terribles injusticias, todos los asaltos a nuestra integridad han sido fuerzas mayores que han sometido nuestras vidas a la prueba de fuego, y tal como sucede con el oro, el fuego nos ha purificado de todos los materiales que no son nobles. Hoy debemos cuidar esa nobleza, la bondad debe ser nuestra arma más formidable. La resiliencia ha permitido que nuestras almas no se deformen con los sentimientos oscuros como el odio; con las estrategias de maldad como la mentira y el engaño. Hemos resistido, hemos luchado, hemos trabajado arduamente; hemos roto, primero, las cadenas que ataban nuestras almas, que nos disminuían en nuestra relación de hermanos. Ahora romperemos para siempre las cadenas del hambre y la destrucción. ¡Dios proveyó en abundancia para Venezuela!

Sin duda que hoy somos mejores seres humanos, sin duda que hemos aprendido con mucho dolor; pero en medio de la oscuridad de nuestra noche más larga, el dolor se ha convertido en infinitas estrellas. Hoy tenemos ojos lavados por el colirio de la adversidad, hoy somos más sensibles para ver la necesidad de nuestro prójimo; hoy el pan alcanza siempre para otro. Hoy el trauma se cura con los abrazos de otro venezolano que me encuentro sediento en el camino. Mi hermano, el que parió la misma tierra que me vio nacer. 

Sin duda que hemos entendido que separados de Dios nada podemos hacer. 

“Confía en el SEÑOR con todo tu corazón y no te apoyes en tu propia inteligencia. Reconócelo en todos tus caminos y él enderezará tus sendas”. Proverbios 3:5-6.


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