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Restauración con integridad

La restauración es el proceso de reparar lo dañado, de restablecer lo que fue quitado de su lugar, de restituir lo que fue usurpado, de recomponer en todas sus partes lo que ha sido desmembrado, de renovar aquello a lo cual no se le proveyó el cuidado necesario a través del tiempo y de la historia. La restauración es un proceso que requiere paciencia, entusiasmo, la visión definida y clara de lo que se persigue lograr; pero, sobre todo, la restauración requiere de integridad. La integridad no es una extravagancia, no es perfeccionismo, ni tampoco es un lujo; la integridad es el elemento esencial para que la restauración tenga trascendencia, un impacto positivo, como una onda expansiva, en la mayoría de las vidas relacionadas con el proceso.  

Es una verdad imposible de ocultar que todo aquello que está cimentado en la mentira y la corrupción, aunque por un tiempo aparezca sólido, como un firme bloque de concreto, imposible de derribar, finalmente le llega el día de su desmoronamiento. Definitivamente, mostrándonos que una sociedad entrelazada a través de los antivalores marca su destino hacia el caos, como una estructura física que colapsa ante la fuerza indefendible de un gran terremoto.

Los ingenieros y arquitectos usan la palabra integridad para describir aquellas «estructuras íntegras» que han sido, no solo bien diseñadas, sino también apropiadamente construidas; cuyos materiales se integran en un todo para crear estabilidad y fortaleza. Para levantar una sociedad que ha sido secuestrada por el abuso reiterado del poder político, por el robo de sus riquezas naturales y, sobre todo por el cautiverio mental promovido por el hambre planificada, es absolutamente necesario restaurar en integridad, con integridad y para la integridad. De otra manera, más temprano que tarde el caos volverá a aparecer como una consecuencia inevitable de la anarquía y la corrupción.

La palabra integridad tiene su origen etimológico en el vocablo «integritas» el cual sugiere la idea de entero o completo, sin división, sin carencia de una o más de sus partes. También podemos ver que el significado etimológico del adjetivo íntegro, tiene su origen en el latín integer, el cual se forma con la misma raíz que da origen al verbo tangere, que significa tocar y del prefijo que expresa negatividad in. De allí que, ser íntegro expresa la noción de no ser tocado. De no haber sido tocado por el mal. 

Moralmente, la integridad constituye el arco iris de valores que se cohesionan en cada individuo para expresarse en una personalidad sólida, transparente, consistente, conectada y comprometida con otros individuos en el bien común. Al considerar el libre albedrío que el Creador otorgó al ser humano, comprendemos que la integridad constituye un reto, un desafío al que nos enfrentamos cada día. Por lo tanto, la escuela de la integridad es el ejercicio constante de ejercerla en todas las decisiones de la vida. 

Para construir una sociedad íntegra es necesario construir organizaciones e instituciones sobre los fundamentos de la integridad; pero las instituciones y organizaciones están formadas por personas, y es allí, en el centro del espíritu humano, en donde se siembra la semilla de los valores o sus antagónicos, en donde se enraízan para crecer y moldear el desempeño de los ciudadanos. La grandeza de una nación no está determinada por las riquezas naturales o materiales que posee. La grandeza de una nación está determinada por la construcción de una sociedad en la cual la interacción entre las personas está basada en la integridad, y la consecuencia más palpable y visible es la convivencia saludable y armónica.

A pesar de la terrible crisis por la que atraviesa nuestra nación, nos encontramos cerca del momento en el cual tendremos que impulsar cambios profundos en la estructura de nuestra sociedad, y todos estos cambios serán trascendentes, conduciéndonos al bien para todos, en la medida en que estén fundamentados en el principio de la integridad. De la misma manera que un terremoto fractura y desmorona muchas estructuras físicas y naturales, los tiempos de crisis fracturan las estructuras mentales de vicios y nos exponen a reflexiones que pueden conducirnos a la verdad y a los valores. Muchas veces, las mejores estructuras se levantan después de que han sido derribadas y se ha aprendido de los errores. Muchas relaciones se fortalecen con lazos indestructibles después de haber vivido grandes crisis. 

Es aquí, en este momento en el cual los líderes tienen la labor irrenunciable de convertirse en modelos a ser seguidos. Es aquí donde cada ciudadano tiene la labor irrenunciable de volverse útil a su patria. Todos, de maneras diferentes, a través de la diversidad de dones y talentos que cada uno posee, tenemos la tarea irrenunciable de ser constructores de nuestro país; para lo cual es necesario edificar sobre el fundamento de la integridad, la cual proviene de Dios y es revelada en su Palabra.

“Cuando viene la soberbia, viene también la deshonra; mas con los humildes está la sabiduría. La integridad de los rectos los encaminará; pero destruirá a los malos la perversidad de ellos”. 

Proverbios 11:2-3.


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