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El laberinto existencial

La realidad humana está construida en forma de relato… desde la percepción de la realidad hasta cómo procesa nuestro cerebro absolutamente todo a nuestro alrededor. Nuestra identidad es el relato que nosotros nos contamos a nosotros mismos; ésta está acuñada desde nuestra niñez a través de creencias que formamos para poder sobreponernos a todas las adversidades que nos enfrentamos y operan en nosotros; son como el esqueleto vital de nuestra vida emocional, intelectual y sensorial.

Si no has leído los anteriores artículos sobre este ciclo (CIRUGÍA DE CORAZÓN ABIERTO) te invito a que los revises, porque en este ciclo, más que en ningún otro estoy construyendo sobre las ideas que anteriormente hemos compartido.

El mundo está constituido por infinidad de datos y piezas de información y nosotros lo comprendemos asignando valor a cada pieza que veo o con quien interactúo; pero nuestra vida, lo que experimentamos y vivimos, es la proyección de una serie de relatos que nos contamos a cada momento… “narraciones” imperceptibles a nuestra consciencia y las construimos con ese asignar “valor”. Las creencias operan como una brújula que va develando el sentido y valor de absolutamente todo.

Eso que llamamos “conocernos a nosotros mismos”, es el desenmarañar esos relatos, reconocerlos, aceptarlos y sopesarlos a ver si esa es el tipo de vida que quiero vivir… y si no es así (mi experiencia es que en TODOS los casos no lo es), entonces tenemos el complejo trabajo de reconocerlo y comenzar el ascenso de discernir el “Relato Correcto” o principal y apostar con nuestro mayor grado de confianza para que sea ESE el relato que edifique nuestra vida.

¿Qué es la fe?

Conscientes o no, creemos y confiamos en los relatos en mi cabeza; operamos a partir de ellos. Supongamos que conscientemente buscas el éxito en tu carrera, el relato de quién serás tira de quién eres para alcanzar la consecuencia que tu visión interior te devela. Sacrificas tiempo, de estar con quién más quieres, de hacer lo que más te gusta o motiva, lo sacrificas a ese relato que tiene un ícono visual: ¡Éxito! (Sea cual sea en ti).

Si no hemos resuelto o desenmarañado las creencias que se forjaron para que pudiera sobrevivir sin mayor consecuencia de las emociones cuando era un bebé, al experimentar miedo, hambre o sentirme solo… es ese el relato que se acuño de esas experiencias y nos ayudó a sobrevivir; entonces ese relato, soterradamente controla y guía nuestra vida… apunta a un camino muy contrario a construirme y elevar quién soy a quién puedo llegar a ser.

Es normal, por un lado, éramos indefensos y eso lo sentíamos en cada fibra de nuestro ser y nuestros padres y madres sufrían los temores no resueltos de cuando ellos estuvieron ahí también (nuestro mundo está fundamentalmente roto y nosotros lo sabemos muy dentro). Vistos ante la adversidad, lloramos para atraer la atención de quién puede salvarme de mi lote, eso está tan profundamente acuñado en nosotros que, ante ello, en la forma que venga la adversidad, nuestra respuesta “natural” es recular, nos quejamos, lo resentimos, lo criticamos, desplazamos la responsabilidad y nos replegamos en el relato que nos hizo acuñar dicho relato para sentirnos más seguros… el problema es que ¡es una ilusión!

La fe es lo que me permite navegar el relato en el río de mi vida. Si es inconsciente, me desparramo y vuelvo a mis reacciones de cuando bebé; si busco y persigo otro relato que he formado en mi Corazón de en quién me quiero convertir, entonces la fe me permite navegar las tormentas que se forman por la contraposición de las corrientes entre ambos relatos. La fe es esa confianza que ve más allá de las circunstancias presentes, sosteniendo en el puño lo que aún no veo. Se nutre de la compresión del proceso y me impulsa a buscar el relato que veo en quién me puedo convertir.

La fe es la certeza de lo que se espera,
la sustancia de lo que no se ve
Heb 11:1

La palabra clave es “confianza”, la fe adulta es una luz que me permite descubrir la carne sobre los huesos de mi creencia y actuar para alcanzar ese relato que me cuento que soy o quiero llegar a ser.

¿Quién es el hombre?

La fe y las creencias son parte intrínsecas de quién somos, no podemos separarnos de ellas. Lo que ponemos en la cúspide de nuestra escala de valores, o es modelado por las creencias de lo que no sabes, opera dentro tuyo… o lo modelas conscientemente con tu voluntad, utilizando la fe en que puedes generar dicha visión de quién ves al final de ese trayecto o relato. Discernimos, discriminamos y separamos continuamente lo que creo que me acerca o me aleja del relato que mi identidad me confiere.

Desde tiempo inmemorial sabios y serios hombres y mujeres que han tratado de discernir esta coyuntura del Ser, es ¿qué pongo en la cumbre de esa escala de valores para que tire de mi hacia ello? El gran problema es que, si ese Objetivo no es trascendente, exógeno, más grande que yo, y es Bueno en esencia, me pierdo y no encontraré en mi la fuerza para avanzar, me perderé en el laberinto de mi existencia. En cambio, si en la cumbre coloco un “objetivo” Bueno, Grande, que incluye a muchos más que yo y representa lo mejor que creo puedo alcanzar en la vida, entonces voy develando porqué vine a esta tierra y mi vida cobra sentido y significado.

Ese “relato” es quién tira de mí, se siembra en mi Corazón y utiliza la fe para apuntalar todas las habilidades, esfuerzos y sacrificios para alcanzarlo… ningún otro tipo de vida vale la pena vivir.

La batalla por la fe

Hay quienes creen en Dios y lo ponen en lo más alto de dicha escala, hay quienes creen que Dios no existe y creen en es la razón lo que tengo que poner allá arriba… no importa qué creas… lo importante es que siempre crees en algo. Eres el relato que esconde tu Corazón porque “confías” en que puedes alcanzarlo… si te ves como víctima, crees que los demás te quitan el valor de lo que eres, si te ves como un triunfador, confías que puedes alcanzar algo más de lo que tienes o eres; no tienes escapatoria, CREES y lo concretas con tus acciones. Pero no te engañes, ese Algo que pongas allá arriba es todo poderoso para transformar tu vida.

Hay quienes ven la fe religiosa como una tontería… probablemente la fe que entienden es una tontería, pero ¿Por qué señalar la mota que tiene otro en el ojo cuando no ves la viga que tienes tú en el tuyo?

Religión es el estado último cuando se acaban las definiciones de aquello que no tiene medida o sobrepasa toda categoría: Lo Bueno, Dios o la Divinidad. ¿No crees que existe? Entonces hay muchas preguntas que no puedes contestar… ¿Por qué hay un orden en el Cosmos? ¿Por qué es discernible e inteligible? ¿Cuál es el Misterio detrás de ese orden? Ese Misterio algunos lo llaman Dios porque rebasa toda categoría, es fundamento de todo… Platón lo llamó El Bien.

No te equivoques, contestar la pregunta no es lo importante, lo realmente importante es la apertura a aquello que es mucho más que tú y tira de ti para que seas más… y por un misterio de cómo está estructurada la vida, utiliza todo para atraerte hacia Sí.

Si no crees en todo esto, como explicas la Belleza o el Dolor, tienen sentido porque apuntan a Algo y pueden llevarte a la experiencia más sublime o terrible… quizás el tema no es si hay una fe religiosa; sino que, si tú que no crees, tienes que “actualizar” tu fe para que incluya bastante más de lo que ves o visionas… quizás no lo has hecho desde bebe, es tu fe que tiene que crecer para incluir los Relatos que no puedes explicar pero modelan y tienen el potencial de transformar tu vida.

Próximo martes…

Las tormentas las creas tú

Investigamos la fuerza primordial que desestabiliza la vida: la mentira.

EL PUNTO a la i

El historial de la columna está en cdots.substack por si quieres revisar artículos anteriores.

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