Rumbo a una democracia real
En nuestro país, se aproxima el 28 de julio, fecha señalada por la cuestionada autoridad electoral, para celebrar el proceso electoral, tendente a escoger de manera soberana al nuevo Presidente de la República, lo cual hace intuir con esperanza cierta a la mayoría de la población, la instauración de un sistema político muy distinto al que vivimos, con una cultura política de mayor envergadura a la que se percibe hoy en día, esto es, una Democracia que realmente cumpla con sus verdaderos y diversos fines, con respecto de los ciudadanos, una democracia que haga lo que es debido para preservarse, una Democracia deontológica, pudiéramos decir, que respete al ciudadano. Al salir electoralmente de este régimen de gobierno opresor, el nuevo Gobierno Democrático, deberá preparar para suprimir a partir de 2026, todo un bloque normativo de corte ideológico socialista radical, a fin de recuperar con sentido verdaderamente democrático, nuestro sistema de derechos y libertades, el bienestar económico, la decencia y la pulcritud administrativa y tener de una buena vez, una estructura judicial autónoma e independiente, que nos devuelva en buena medida a la civilidad extraviada en estos años de decadencia gubernativa, disfrazada de democracia, que ya no confunde a nadie.
Se quiere una Democracia real, que permita una Sociedad Libre, no oprimida por un poder político discrecional e incontrolado, ni dominado por una oligarquía cerrada y restringida como la de ahora en la cual, los gobernantes no se valgan de las necesidades de los gobernados para manipularlos como marionetas. Que esa relación, sea entendida en el sentido de que el Estado está al servicio de los ciudadanos y no los ciudadanos al servicio del Estado, en donde el gobierno exista para el pueblo y no viceversa. Que se destierren los actuales vicios y abusos, que se deje el mesianismo y el culto a la personalidad. Hay necesidad de desarrollar una Democracia que genere confianza y seguridad en las personas, “pues como dice el profesor español Juan Carlos Laborda, “si bien la democracia es el sistema político más imperfecto, es el único que no inspira temor a los ciudadanos, porque el Gobierno está sometido a las leyes. Ese es el milagro de la legitimidad democrática”. Es eso, lo que se conoce como el respeto al Estado de Derecho y al compromiso político asumido con los electores en la campaña electoral, para marcar una clara diferencia con el actual gobierno, que se ha caracterizado todos estos años, por burlarlo, aparentando cumplirlo.
Se requiere de una verdadera democracia política que sea respetada y practicada, para que simultáneamente, las democracias en sentido social y económico se amplíen y completen de manera efectiva; ya que, en opinión de Sartori, éstas son microdemocracias, o sea, democracias de pequeños grupos. Por lo demás, si no existe democracia en el sistema político, esas pequeñas democracias sociales y económicas corren el riesgo, a cada momento, de ser destruidas o amordazadas. Por ello democracia sin adjetivos, para este autor, se entiende como democracia política, la que respeta además derechos civiles y políticos. Entre ésta y las otras democracias, la diferencia es que la democracia política es supraordenada y condicionante y, las otras se contienen subordinadas y condicionadas a la primera. Es por eso que, al faltar la democracia política en la realidad, han faltado la democracia económica y social, porque en el caso venezolano, el Gobierno, ha restringido el derecho a la libertad económica, a la propiedad privada y a la libre competencia comercial, entre otras, para dar paso a un Estado interventor y centralista que, menoscabó el desarrollo económico nacional, buscando destruir al capitalismo, con lo que hizo que el país, se sumergiera en una profunda crisis humanitaria. Una democracia real, tiene que proteger tanto el derecho a la manifestación política pacífica, como al derecho de reunión, garantizando con los organismos de seguridad ciudadana, su realización, inclusive acompañándolas, como se hace en países democráticos, para acabar de una buena vez por todas, con las intrusiones que en tal sentido, se promueven con grupos violentos afectos al gobierno, que muchas veces ha provocado, alteraciones al orden público y la imposibilidad de que estas actividades garantizadas constitucionalmente se cumplan.
Una democracia real, pasa también, por una supervisión más regular y objetiva, de la autoridad electoral nacional, sobre los partidos políticos, por cierto, bien rezagados en su funcionamiento actual, en donde todavía impera la voluntad de unos rancios dirigentes, que no sólo desconocen el principio de la Democracia interna, sino que también encapsulan a la asociación política, alejándola de la realidad social, pues pareciera que la estrategia política que en hoy día se sigue, es no cuestionar o cuestionar eventualmente los yerros del gobierno, además de haberse incurrido en el despropósito ciudadano de la abstención. Una Democracia real, implica un verdadero autogobierno, entendido como la toma de decisiones políticas, que se adopten en función de lo que la gente quiere y no, de lo que quieren los “iluminados” y obtusos dirigentes nacionales del partido político regente, autoritarios, intrigantes y sectarios, que lo entienden, como una oportunidad para colocar sus fichas políticas, al frente de pseudo autogobiernos comunales, a los efectos del control y dominación social. Se requiere entonces de un nuevo Gobierno que, tome en cuenta el parecer de la mayoría social y por ende que sea verdaderamente democrático y receptivo.
También una democracia real necesita de consensos, en la búsqueda de un mejor país, es prioritario que se acepte este mecanismo, junto al diálogo constructivo, el compromiso cívico y el respeto mutuo, tan denigrados en los últimos 25 años, donde tampoco ha habido reglas de juego precisas, para definir las relaciones entre el Estado y más del gobierno, con la sociedad civil, los empresarios y la clase trabajadora. En ese sentido, se observa como recientemente el gobierno, descargó en el sector empresarial del país, el deber de contribuir con el pago de las pensiones y jubilaciones, cuando esta obligación es inherente al Estado Social. En el control fiscal y presupuestario del gobierno, debe existir una legislación más precisa en cuanto a la vigilancia del gasto público y el manejo presupuestario, deben usarse los principios de rendición de cuentas y transparencia, que deben guiar los manejos financieros del gobierno, oscuros e infranqueables en todos estos años, que no le han permitido con certeza a las organizaciones de la sociedad civil, evaluar la calidad de su administración, ni menos se ha permitido el acceso libre a los archivos oficiales; pues bien, la democracia real por venir, debe acabar con estas malas prácticas de opacidad gubernativa.
En fin, la democracia real que está por llegar, debe traer en su alforja programática un conjunto de ideales, que puedan perfilar un estado deseable de cosas, muy distinto al estado de cosas existente. Esos ideales deben nacer y abrigarse, como resultado de las situaciones reales, y así estas puedan ser subsanadas o equilibradas. Superada esta desagradable experiencia gubernativa, en los próximos años, el país político y civil, debe trabajar para que la Democracia en su nueva etapa, sea efectiva llegando a la mayor cantidad de población posible, dejando de lado el clientelismo y fortaleciendo en diversas áreas, tanto al sector público como privado.