El cerco democrático
La cúpula roja ha recibido en las últimas semanas y días una verdadera demanda democrática de nuestra sociedad y de la comunidad internacional. Se ha configurado un cerco democrático que ha logrado dejar una ventana abierta para poder desarrollar “el plebiscito” propuesto por los presidentes de Brasil y Colombia, Gustavo Petro y Luis Ignacio Lula Da Silva.
En efecto, a la hora de escribir esta nota, estamos frente a una elección plebiscitaria. Nuestra sociedad tiene la firme determinación de sacar por los votos a Nicolás Maduro y su camarilla del poder. Son 25 años de destrucción y concupiscencia del poder de una secta que se instaló en los poderes del estado con el ánimo de perpetuarse en sus cargos y usar esas magistraturas para su enriquecimiento personal, el de sus familias y relacionados.
En trabajos anteriores he reseñado el conjunto de arbitrariedades adelantadas para dividir a la sociedad democrática y para empujar hacia la abstención y la protesta a la oposición democrática. La firme determinación de María Corina Machado, y de quienes le acompañamos en la tarea de restauración democrática de nuestro país, ha obligado a la dictadura a entender que no les vamos a complacer en sus pretensiones.
Podrán montar candidatos “utilitis” fingiendo ser de oposición. Podrán usar los colores de nuestros partidos y nuestros símbolos, manipular nuestra historia, podrán comprar y mover agentes mercenarios para que hagan el papel de “opositores”; pero no podrán ni comprar a todo el liderazgo, ni engañar a toda la sociedad. Por fortuna esta Venezuela tiene una extraordinaria reserva moral, política y ciudadana que se resiste con entereza a la arremetida autoritaria y a la corrupción disolvente.
Esta situación interna, de unidad y resistencia, que se ha patentizado en la candidatura unitaria del Embajador Edmundo González Urrutia, nos abre una ventana por la que va a ingresar una ola de aire fresco para oxigenar la esperanza y para acerar los espíritus que se acicalan para lanzar una nueva jornada cívica el próximo 28 de julio del 2024.
Ese clima de unidad, dé perseverancia en la ruta electoral, el ejemplo de tenacidad y desprendimiento de María Corina Machado ha permitido un incremento de la presión internacional que ya no se limitó a la tradicional, proveniente de Europa y los Estados Unidos, sino que sumó de forma activa y diligente a los gobiernos democráticos de la izquierda latinoamericana. La visita de Petro a Caracas el pasado 10 de abril de este año, y la reunión de Lula con el presidente colombiano en Bogotá el pasado 18 de abril fueron determinantes para detener la máquina de la barbarie que pretendía cerrar toda opción a la oposición democrática. Ya habían demolido la legitima opción de María Corina. Ya se había bloqueado el nombre de más de 20 dirigentes democráticos, entre otros quien escribe estas letras. Ya habían, arbitrariamente, cerrado el paso a la distinguida académica Dra. Corina Yoris. Resulta ahora muy grotesco inventar un bloqueo al embajador González Urrutia, una vez convertido en candidato de la unidad democrática nacional.
Esa ventana ha llenado de esperanza y optimismo a buena parte de la sociedad democrática. Solo tenemos que ser prudentes para no caer en el triunfalismo. Es conveniente recordar que no estamos en unas elecciones democráticas competitivas y normales. Estamos asistiendo a una “elección plebiscitaria” en una dictadura. De modo que no nos extrañe que en cualquier momento salte una liebre. Por eso debemos trabajar con consciencia de nuestra realidad política y social.
Hay una ventana de oportunidad, pero no hemos ganado aún. Y aún ganando los peligros son inmensos. Esta situación nos obliga a fortalecer la unidad, a hacer un esfuerzo de entrega a la nación venezolana privilegiando los intereses del país ante los de mi grupo o partido, o cualquier aspiración legítima o ilegítima que podamos tener en nuestra mente y en nuestro espíritu.
Es la hora del desprendimiento. Vamos a impulsar el voto masivo para vacunarnos contra el fraude, vamos a poner de lado diferencias para sumar la voluntad colectiva. Solo así podemos concretar el 28/7 una jornada multitudinaria de ciudadanos decretando el fin de la barbarie roja y dando nacimiento a la democracia del siglo XXI.