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El vestido que no pudo contar la verdad

Muchas son las razones que se le atribuyen a la descalificación de la reina de belleza venezolana, Migbelis Castellanos, quien no superó la ronda de las diez finalistas durante la ceremonia final del Miss Universo que se celebró el pasado 25 de enero.

Al vestido de gala rojo que lució en su último desfile se le adjudicó la mayor parte de la culpa. El traje fue muy criticado debido al efecto de abdomen abultado que le dio a la Miss durante su pasarela.

Sin embargo, los comentarios acerca de qué hubiese respondido Castellanos de haber tenido la oportunidad de llegar a la ronda de preguntas, minaron las redes sociales en cuestión de minutos. En este sentido, Toto Agueverre escribió en su blog una reflexión personal acerca de cuál es la mejor contribución que ha aportado Venezuela al mundo.

Este es el texto de Agueverre:

Quizás haya que dar gracias por el vestido de Miss Venezuela, Migbelis Castellanos, en el concurso Miss Universo. Si ese trapo color rubí no le hubiese apretado su contorneado abdómen –ocasionando que el infame bullying de las redes sociales la bautizara injustamente como “Mig Belly”– los jueces se hubieran decantado por ella para seguir dando la guerra.

De haber usado otro traje, Migbelis habría pasado al cuadro de las cinco finalistas y, con ello, al segmento de preguntas y respuestas. Olvidémonos de las demás candidatas. Cuando la pregunta final es “¿Cuál es la mayor contribución de tu país al mundo?” ¿quién tiene más que perder sino Venezuela?

La pregunta es, por todos los costados, sencilla. Miss Estados Unidos ha podido responder que la mayor contribución es la comunicación a través de los productos Apple. Colombia ha podido mencionar el café, Gabriel García Márquez, el vallenato, Juanes o Betty La Fea. Pero eso no es respuesta de reina. El problema es que las mujeres que deben responderla tienen diecinueve años y están muertas de hambre. En las elecciones no siempre gana la más inteligente. Regla que aplica incluso para contiendas que nada tienen que ver con belleza.

Ahora bien, ¿qué habría respondido Migbelis Castellanos? En estos momentos de crisis y colas, donde nada positivo se vislumbra en nuestro futuro, ¿hay realmente una contribución venezolana al mundo? El petróleo no es. Si lo fuera, el Presidente de Venezuela no se hubiera ausentado 20 días de enero para viajar por el mundo pidiendo cacao. El modelo político-económico tampoco. Si no, empresas como Ford Motor no asumirían 800 millones de dólares en pérdidas por sus negocios en Venezuela.

Entonces, ¿cuál es el aporte criollo a la Humanidad? ¿Qué le ofrecemos al mundo en los corrientes cuando ya no paramos la guerra en Sarajevo como lo hacíamos con la telenovela Kassandra ni tenemos estudios significativos que contribuyan como lo hizo el Doctor Jacinto Convit con la lepra? Es quizás un alivio que Migbelis Castellanos no haya tenido que enfrentar una pregunta como esa. Hay una respuesta honesta, claro que la hay. Solo que el contexto de esa respuesta duele.

Verán, la mayor contribución de Venezuela al mundo en estos momentos es su gente.

Según un estudio realizado por el sociólogo Tomás Páez, 1,6 millones de venezolanos han hecho maletas en los últimos quince años y caminado por el piso creado por Carlos Cruz Diez en el Aeropuerto Internacional Simón Bolívar. Cargan consigo una visa para un sueño que los separa de su lugar de nacimiento, no por falta de trabajo sino por la búsqueda de calidad de vida. El 90% de ellos tiene grado universitario, el 40% maestría y el 14% doctorado, según afirma el estudio. El talento se nos va a contribuir con el mundo y con su fuga se cava lentamente la urna del conocimiento.

La fuga de talento es un problema que enfrenta toda nación. Por décadas Venezuela importó talento y le abrió las puertas a una comunidad de inmigrantes que hicieron del araguaney su árbol y del tricolor su bandera. Hoy despiden a sus hijos y nietos que buscan no ser una estadística en las cifras del hampa, ni un número más en la fila por leche. El consejo: “estudie mijo que eso es lo único que salva en la vida”, que nos dijeron a todos cuando pequeños se cumplió. El Estado tenía capital humano para hacer de Venezuela una tierra de profesionales socialmente responsables. Optó en cambio por profesionalizar la irresponsabilidad social y con ello les regaló a otros países lo mejor de Venezuela.

Quizás fue bueno que Migbelis Castellanos hubiera escogido ese vestido y no otro. Lo que no pudo responder Miss Venezuela en el Miss Universo es que la mejor contribución de Venezuela para el mundo somos nosotros sus nacionales. Y aunque esa simpática respuesta le habría ameritado un estruendoso aplauso en la ciudad de Doral, y quizás una octava corona universal de belleza, la realidad del contexto de la respuesta hubiera empañado la alegría. Era la respuesta que nadie quería oír.

Venezuela pierde todos los días a un profesional con talento. ¿Quién gana ahí? Con toda seguridad, no gana Venezuela.

 

El artículo original puede leerse en el blog de su autor.

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