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Cuando lo que se ve, no es

Vivimos en un mundo en donde, los avances tecnológicos, médicos y de la ciencia en general, pueden prestarse y se prestan para presentarnos cosas virtuales. Según el diccionario, lo virtual es aquello que tiene existencia, pero no es real.

Vemos mujeres que son hombres, hombres que son mujeres, negros que son blancos, y blancos que son negros. Narizones que se vuelven chingos, y chingos que se vuelven narizones. Mujeres que son planas, y las vuelven pechugonas; que no tienen con que sentarse, y se convierten en clones de Kim Kardashian.

Si bien a nadie se le ocurre cambiar La Gioconda, obra maestra de Leonardo Davinci; la Pietá de Miguel Ángel; u ordenar la descomposición de piezas del Guernica de Picaso, cualquier cirujano se siente con libertad para cambiar a los hombres y a las mujeres, las dos obras maestras de la creación de Dios. Sólo hay que tener el dinero para hacerlo, obviamente.

Es así como vemos unas esculturales mujeres en la calle, sobre las cuales empezamos a tener dudas. Primero si es una mujer real; y luego, que las pechugas y el rabo no sean prótesis plásticas. ¿Deberemos pedir un certificado al autor original?

Me pregunto si en Roma, famosa ciudad por su afición a pellizcar la nalga de una apetitosa turista, en estos tiempos los atrevidos tienen esas mismas dudas a la hora de divisar un redondeado objetivo. ¿Será o no será? Lo que al final, pudiera ser calificada como una duda existencial: ¿es o no es?

Un mundo patas arriba

Tal vez haya sido el compositor argentino Enrique Santos Discépolo, quien por aproximación se adelantó a su época. En 1934 compuso un célebre tango, al cual llamó “Cambalache”.

Si bien Discépolo abordó el aspecto moral, al colocar al mismo nivel al honrado con el deshonesto y al ignorante con el sabio, abrió las puertas para que viéramos 80 años después “al que es, con el que no es”.

En una de las más ilustrativas estrofas, el compositor escribió: ¡Hoy resulta que es lo mismo ser derecho que traidor!… ¡Ignorante, sabio o chorro, generoso o estafador!¡Todo es igual!¡Nada es mejor! ¡Lo mismo un burro
que un gran profesor!No hay aplazaos ni escalafón, los inmorales
nos han igualao. Si uno vive en la impostura
y otro roba en su ambición, ¡da lo mismo que sea cura, colchonero, rey de bastos, caradura o polizón!…

Seguramente en 1934, a Discépolo no se le cruzó ni un instante por la mente, que habría los mas variados cambios plásticos en la apariencia de los humanos. De haber ocurrido, ciertamente habría sucumbido a la tentación de incluir al menos una estrofa alegórica.

Del cine y la música a la vida real

En el “Expreso de Chicago”, un film de 1976, el comediante Gene Wilder huye de una estación de tren con el auxilio de un obrero de limpieza negro, quien le proporciona crema de betún para pintarse la cara y convertirse en un negro. Con esta artimaña, Wilder engaña a sus perseguidores, quienes buscan un blanco caucásico, y en cambio ven pasar a un negro escandaloso.

En una memorable escena de este momento fílmico, un verdadero negro ve a Wilder, y exclama “así será el problema que tiene, que un blanco prefiere ser negro”.

En este caso, estamos precisamente frente a un negro virtual. El negro lo vemos, por lo tanto pensamos existe, pero no es real.

Esta virtualidad de Wilder, que no llega a perfilarse como “un caso”, es momentánea. Es lo que llamamos un disfraz.

Sin embargo, no era la primera vez que en el cine se ensayaba este recurso. En la primera película sonora de la historia (The Jazz Singer) el cantante lituano Al Jolson interpreta a un cantante de jazz que se pinta la cara de negro, para parecer un cantante negro.

Nadie pensó en ese momento, que un negro falso, acabaría con las películas mudas. También en el mundo de la canción y el baile, han ocurrido transformaciones químicas que no han dejado de sorprendernos.

Tal vez haya sido el caso de Michael Jackson, el más representativo. Todavía recuerdo de 1977, cuando el grupo “Los 5 de Jackson” se presentaron en el Poliedro de Caracas.

Para esa época, Michael era un espigado negrito (más alto que Amador Bendayán, lo cual no era muy difícil) con una tez muy morena, una “tumusa” de pelo ensortijado y la nariz un tanto ancha.

Un buen día, cerca de 1985, nos encontramos con que este Jackson era blanco, de nariz perfilada y pelo un tanto liso. Y lo que es más curioso, se nos apareció con dos hijos caucásicos. Misterios de la ciencia, indudablemente.

Mientras tanto, y durante esos años y más, en nuestras playas chicas color rana, se embadurnaban de cremas para darse una buena quemada en su piel, se hacían la permanente y colocaban lentes de contacto, para cambiar el color del iris de sus ojos.

El caso Jenner

En el último mes, la opinión pública mundial y de Estados Unidos, fue sacudida por dos casos en que, lo que vemos, no es real.

El 24 de abril de este año, William Bruce Jenner de 66 años, un famoso medallista olímpico de EEUU (1976) y actor, anunció haber culminado su proceso de conversión en mujer.

Para añadir más pimienta al escándalo, Jenner resultó ser el padrastro de la célebre socialité Kim Kardashian. Casado y divorciado tres veces, para el momento de su conversión, no precisamente religiosa, contabilizaba un total de 6 hijos propios y 4 adoptados.

Estuvo casado 9 años con la primera esposa, 5 años con la segunda, y 22 años con la última, quien es Christye, la matriarca de las Kardashian.

A pesar de ser todo un semental, Jenner, que ahora se hace llamar Caitlyn, confesó que “la condición de mujer la había sentido y ocultado durante toda su vida”.

No contento con el simple anuncio, vendió su historia por una desconocida suma de dinero, a la revista “Vanity Fair”.

Fotografiado(a) por la famosa Annie Leibovitz, Jenner ocupó con todo su esplendor la portada de la revista y extensas 22 páginas, bajo el sugestivo título “Llámame Caitlyn”.

Expresión que recuerda, al lugar común de la época de oro de las películas mexicanas, cuando ambientada en bares baratos o en uno de esos lugares de nombre irrepetible, se acercaba al protagonista una mujer de voz ronca y traslúcido vestido, y le decía “llámame Rosita”.

Para la sesión fotográfica con la Leibovitz, la neo “Caitlyn” lució diversos trajes de noche -algunos con amplios descotes y aperturas donde muestra sus otrora atléticas piernas- vaporosas piezas de interior, y hasta un “désahabillé- negro. No faltando la foto de Diva vestida de rojo, subida a un lujoso auto deportivo.

Si alguien duda, de la dirección que seguirá este caso, basta con mencionar que lanzó su cuenta Twitter, con más seguidores en pocas horas, que las que tuvo en su momento el presidente Barack Obama.

A lo que siguió la declaración de su ex, doña Cris Jenner, anunciando próximamente un “reality show”, en el mismo canal de TV que transmite “Keeping Up with the Kardashians”.

El caso Dolezel

Otro caso que capturó la atención del público estadounidense, es el de la activista de derechos civiles Rachel Dolezel.

Esta profesora de Estudios Africanos de 38 años, presidió la Asociación Nacional para el Avance de la Gente de Color (NAACP-siglas en ingles), del capítulo de Spokane en el estado de Washington desde el 2014, hasta el 15 de junio de este año, cuando debió renunciar al revelar públicamente sus padres “blancos” que era “una mujer blanca haciéndose pasar por negra”.

A los tres días, fue destituida por el concejo de la ciudad de su puesto en la Comisión de Ombudsman de la Policía de Spokane, con el alegato de “un patrón de mala conducta”.

Adicionalmente, sus críticos la acusan de ha cometido una “apropiación cultural” y “fraude”. Quienes le apoyan, alegan que su condición racial es genuina, aunque no está basada en orígenes biológicos o ascendientes.

A raíz de este incipiente escándalo, se conoció que en el 2010 renunció a su cargo de directora de educación del Instituto de Derechos Humanos en Couer D´Alene en Idaho, por haber sido “discriminada” por su origen racial.

Al profundizarse en sus orígenes, se conoció que cuando Rachel era adolescente, sus padres adoptaron cuatro niños negros. Posteriormente, se caso con un hombre negro y asistió a la Universidad de Howard, instituto donde asisten “principalmente gente negra”. Allí obtuvo un grado en cultura negra.

A pesar de su piel blanca rosada y cabello amarillo, esta joven comenzó a decir que era parte negra, y que ella “se identificaba como negra pura y simple”. Súbitamente, su piel y cabello comenzaron a oscurecerse. Otro misterio de la ciencia.

En un reportaje de la revista The Economist del 20 de junio, se señaló que “las voces minoritarias a menudo llevan más peso”, y que “Dolezel tuvo bien consciente de esto”.

“Como una blanca minoritaria en Howard, ella demando a la universidad por no ayudarla financieramente en parte por razones raciales; pero ella pasó su raza como negra (también como blanca y mestiza), cuando ella aplicó para ser ombudsman en Spokane”, aseguraron.

Para The Economist, “en todos los trabajos que ella buscó, siendo negra fue una ventaja”. Concluyendo que “tal vez, este fue el porqué ella se sintió forzada a ser algo que nunca fue”.

¿Insatisfacción o vanidad personal?

Más allá del chalequeo (bullying), al que pueden llevar estos dos casos recientes, nos encontramos con la incógnita de cuál es la verdadera motivación, que lleva a una persona, a asumir una condición que no tiene.

Por supuesto, que para los tiempos que vivimos, el caso de Jenner pudiera estar enmarcado en la insatisfacción con la identidad que tenía. Aunque el show montado por el protagonista, y los tres matrimonios que suman 36 años, y los 6 hijos, siembra dudas razonables.

En cuanto al caso Dolezel, la situación es distinta. La joven parece haberse aprovechado de una raza, a la que no pertenecía, para obtener ventajas. Para ello mintió, y cambio el color de su piel y cabello.

En ambos casos, razones de vanidad no parecen posibles. Jenner pasó de ser un interesante hombre maduro de 66 años, a una abuela sesentona que se la da pava o mujer fatal. Cualquier vecina de nuestros pueblos diría: “ubícate vieja, vístete acorde a tu edad y ve a cuidar tus nietos”.

En cuanto a la Dolezel, es difícil alegar vanidad, para ese cambio. Aunque el presidente de EEUU sea negro, todavía ser negro en ese país, sobre todo en esos estados apartados como Washington (3,57%), no le da confort a ninguno.

Fuente: The New York Times, Vanity Fair, The Economist

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