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Cuando el tamaño no importa

Hay unos temas de discusión pública para los cuales el sexo no entra. Sin embargo, se utilizan palabras para calificar de acuerdo género. Esto a pesar de no ser aceptado por la Real Academia Española. Con lo que se resta importancia al tema como suceso.

Tal es el caso de los abusos contra otras personas. La palabra a utilizar es abuso, sea contra hombres o mujeres. No se dice “el abusa contra la mujer”, porque sea mujer la víctima.

Tampoco se dice el “violencio” contra el hombre. Mucho menos se dice “la maltrata con la mujer”. Cuando se usa el término la “violencia de género”, ya trae la connotación de la diversidad sexual. Sabemos que quien menciona este calificativo, se refiere a personas que pertenecen a la comunidad gay, lesbiana o sexo diverso en general.

Claro, hubiera sido (y es más difícil) idear una terminación para adaptar ese vocablo, es decir incluir un calificativo, que identifique a los que se ven con un “género” distinto al de hombres y mujeres.

Los abusos son contra las personas, indistintamente. En eso nuestra lengua castellana es sabia. No hace distinción alguna.

Sin embargo, la gente en general no lo ve así. Se olvida de la sabiduría de la lengua e, inconscientemente, comienza a inducir a la discriminación.

Hace unos 5 años, el público estadounidense se vio sorprendido por un documental de la televisión en el cual se abordó el tema de la violencia que ocurre entre las parejas.

Hasta el momento, se había trabajado en los medios casi sin excepciones, la violencia en contra de las mujeres. En el caso de los sexo diversos, el trato dado era de “discriminación”. Y en el caso de los niños, el tratamiento era de “bullying”. Que en este caso, en venezolano coloquial prefiero llamarlo “chalequeo”.

Regresando al hilo que traíamos, el documental en cuestión mostró cifras alarmantes de la violencia en contra de los hombres, por parte de sus esposas. Se estimó en ese momento, que alcanzaría casi el 38% de los casos de violencia intra-marital: es decir, uno de cada tres.

La proporción, que los presentadores consideraron “alarmante”, no se veía reflejada en las denuncias. Lo cual se especuló (con cierta probabilidad de ser verdad) que las acusaciones no se materialicen ante las autoridades, por vergüenza o pena. Pena ajena, diría yo.

Fijada entonces hasta el momento la atención, en la violencia contra las mujeres, pareciera que la de hombres ha venido creciendo sin que nadie se sienta tentado a organizar una protesta para defender el trato físico y psicológico en contra de un caballero.

El chalequeo sería terrible, si a nuestro vecino (justo el de al lado) la mujer le pega y además lo denuncia ante la comisaría más cercana.

La policía vendría a preguntarle a la comunidad. No me quiero imaginar los señalamientos y burlas de los vecinos, cuando el agraviado por su mujer va y viene del trabajo. Ni que decir si se detiene a tomarse una cervecita en el bar de la esquina.

Algunos casos

En el 2011 en España, el Instituto Nacional de Estadísticas señaló que casi un 25% de las denuncias por violencia doméstica correspondió a hombres maltratados por su pareja. Y la cifra parece ir en aumento.

Decía que el trato, dado hasta el momento a este tema escabroso y detestable era discriminatorio, porque en muchos países, incluyendo Venezuela, se han aprobado leyes que aumentan las penas y castigos, cuando la violencia es contra la mujer o en contra de las minorías sexo diversas.

En Venezuela, para citar un ejemplo reciente, un ministro de la defensa se presume que perdió su cargo, cuando se difundió una sentencia del Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) que ratificaba su divorcio.

Entre los argumentos esgrimidos por el militar (y avalados por el máximo tribunal) se encontraba que el pobre hombre era maltratado física y psicológicamente por su conyugue.

El problema (y que nadie entendió) es que el agraviado mide casi 2 metros de altura y tiene un ancho de espaldas de una nevera de dos puertas. En tanto, la perpetradora de los abusos, difícilmente llega a un metro sesenta. Lo que parece demostrar el dicho popular: “que el tamaño, no importa”.

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