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“Todo está perdonado”

La portada de la tan esperada edición de Charlie Hebdo del 14 de enero, luego de la masacre de los periodistas, muestra al profeta Mahoma con una lágrima en el ojo, sosteniendo un cartel que dice «Yo soy Charlie” y sobre su turbante, la frase «Todo está perdonado». En su editorial y en el resto de las páginas, Charlie renace con su irreverencia de siempre, burlándose inteligentemente de los políticos, de la Iglesia, del Frente Nacional y del islamismo radical, entre otros.

Charlie, diario ateo, ha logrado lo que todos los santos reunidos no hubieran podido, el milagro de que las campanas de Notre Dame repicaran en su honor”, escribe Gérard Biard en su editorial, para luego exigir la profundización de la laicidad: “Ya sea por cobardía o cálculo electoral, si seguimos legitimando o tolerando el comunitarismo y el relativismo cultural, le abriremos el camino al totalitarismo religioso”. Entre caricaturas y chistes, denuncian en forma contundente la ineficacia de las políticas de seguridad del gobierno de Hollande y de los gobiernos que lo han precedido para contener el auge del Islamismo y la ambigüedad de los políticos, que por temor a perder votos entre los 8 millones de musulmanes que habitan en Francia, han adoptado la estrategia del avestruz. Un ejemplo de esto fue la mentecata y tristemente célebre declaración de Hollande, luego de conocerse públicamente la identidad de los asesinos: “Ninguna relación con la religión musulmana” (Aucun rapport avec la religion musulmane). Hasta la fecha, ningún portavoz del gobierno ha podido aclarar la frase, a sabiendas que los tres terroristas practicaban la religión musulmana y actuaron en nombre del integrismo sunita.

El filósofo Alain Finkielkraut en declaraciones a Le Figaro, fustiga a los políticos que “insisten en buscar una justificación al odio contra Francia, de aquellos que maldicen una República que los recibe, que los acoge, que los instruye, que los apoya y cuida de su salud, el colmo de la ingratitud. Para comenzar a resolver la crisis de ‘vivir unidos’, se debe cesar de alimentar la excusa de la discriminación y de la exclusión, mientras los salafistas subvierten moral y jurídicamente los valores de la sociedad francesa”.

Este número de Charlie Hebdo, ya va por los 7 millones de ejemplares vendidos. Las enormes colas que aún se observan delante de los kioskos predicen su aumento. Las ediciones de los principales diarios franceses, que en un día normal podían vender 600.000 ejemplares, al día siguiente de los sucesos del 7-E, ascendieron a un millón de ejemplares. La coyuntura parece extenderse, pues la última edición de Le Canard enchainé, otro semanal satírico fundado en 1914, vendió un millón de ejemplares esta semana, Le Figaro ha tenido un aumento de 134% y Le Monde de 175%. Los ciudadanos buscan respuestas a su incertidumbre en el periodismo de fondo de la prensa escrita.

Quien realizó el diseño de la portada fue Luz, uno de los sobrevivientes de la masacre, quien ha prometido seguir enfrentándose a la “oscurantofobia”. En las sucesivas entrevistas sobre el contenido de este número, se ha negado a revelar las motivaciones que lo llevaron a diseñar la portada, “Tenía muchas ideas, por ejemplo, pensé en una caricatura que mostraba los dos jihadistas que perpetraron la masacre, llegando al cielo y preguntando por las 70 vírgenes y un coro celestial que proviene de una nube donde se observa una fiesta de los caricaturistas asesinados, les responde: “¡…con el equipo de Charlie, pendejos!”. Sin embargo se decidió por esa del perdón argumentando que fue un “diseño catártico para desbloquearme luego de los sucesos”.

Sabemos que sin el arrepentimiento no tiene sentido el perdón. El acto de perdonar no tiene sentido si el culpable no lo pide. Jacques-Alain Miller, psicoanalista lacaniano francés, interpretó la portada (“Todo está perdonado”) de esta manera: “(…) sin declaración de causa, como de la nada, como Mane, Tekel, Parsin. Es hermosa (la frase) pero es una ilusión cristiana o de la izquierda cristiana, pretender que el Islam proceda a arrepentirse”.

Para entender la críptica frase de Miller, hay que remontarse a la pintura de Rembrandt (1635) “La fiesta de Baltazar”, que captura en forma magistral la expresión de miedo del rey ante la sorprendente aparición de las palabras “Mane, Tekel, Parsin”, escritas por la mano de Dios en una de las paredes de su palacio. Es una expresión que denota una desgracia inminente y hace referencia al pasaje bíblico del libro de Daniel, en el cual profetiza la invasión y caída de Babilonia luego de interpretar lo premonitorio de su significado y la inminente catástrofe.

 

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