Síndrome de Estocolmo y violencia de género
En ese lapso de tiempo desarrollaron una extrema afinidad con los asaltantes, se resistían a ser liberados, pedían clemencia por los delincuentes al ministro Olof Palme, se negaron a declarar en contra de ellos y hasta ayudaron a costear los honorarios del abogado defensor.
Había nacido lo que ahora se conoce como Síndrome de Estocolmo, y a raíz de este hecho tan sorprendente, psicólogos y psiquiatras se dedicaron a investigar los motivos que pudieron haber generado ese sentimiento de afinidad con los secuestradores. Llegaron a la conclusión de que el Síndrome de Estocolmo es una respuesta emocional frente a una vulnerabilidad extrema de indefensión que produce el cautiverio cuando se está privado de libertad. El secuestrado experimenta sentimientos de gratitud por el secuestrador cuando éste le “perdona la vida” y tiene buen trato hacia él. La víctima de identifica totalmente con las actitudes y el modo de pensar y actuar de sus captores, y además el aprecio y agradecimiento hacia ellos se prolonga a través del tiempo, aun cuando el cautiverio haya finalizado.
Este síndrome no lo sufren solamente las personas secuestradas sino todas aquellas que por distintas razones no pueden huir del sometimiento psicológico que un captor, sea pariente o no, ejerce sobre ellos. Por ejemplo, una gran parte de las mujeres maltratadas por sus parejas no pueden terminar con la relación aun cuando cuenten con todos los medios, sean económicos o de otra índole, como para poder hacerlo. Estas mujeres desarrollan un fuerte vínculo de afecto hacia sus agresores e incluso los justifican y defienden el maltrato al que son sistemáticamente sometidas, gestándose así un lazo enfermizo difícil de identificar y de ser asumido por estas víctimas.
Resumiendo, tanto en los casos de secuestro como en los de violencia doméstica las víctimas del Síndrome de Estocolmo deben someterse a tratamiento psicológico para poder recuperar su independencia mental y física. Ante las primeras evidencias de violencia deben buscar ayuda, denunciar, no aislarse, concurrir a todos los estamentos que les brinda la sociedad y psicológicamente asumir que están transitado por una enfermedad de la cual es posible sanar, sobre todo cuando la negación deja paso al reconocimiento de la misma.