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Señor Maduro, está usted verde

Señor Maduro, está usted verde. Pero verde de ignorancia de mal estudiante, verde de caprichoso adolescente, verde de jovencito enrabietado; y ya no es usted estudiante ni adolescente ni jovencito.
Cuando en los años noventa, su padrino Chávez le asignó el nombre clandestino de «Verde» fue sin duda un visionario. Pero esa coloración es hoy en usted de verde baba, de verde peligroso para la salud, de verde bilis.

El mundo está lleno de dictadores, todos ellos verdes. Unos impuestos por las armas, otros elegidos por las urnas, pero reciclados al son del poder que quieren convertir en hereditario y omnímodo. Hasta los hay que, saliendo de una democracia al uso, terminan siendo dictatoriales en sus formas, porque llevan la dictadura en el ADN y eso no hay dios que lo disimule. Usted acumula todas las variantes e incluso añade algunas propias, como la del verde ignorante, el verde bocazas y el verde sanguinario. No hace honor a su apellido, en usted la madurez es extravagancia, resentimiento, palabrería y alarde de milico chusquero.

No digo que sus oponentes políticos sean una delicia, pero usted, haciéndolos callar, apresándolos y amenazándolos, los hace mejores de lo que son: la paradoja de siempre.

A día de hoy, prohibiendo que los jóvenes de la Orquesta Nacional juvenil de Venezuela, del Sistema Nacional de Orquestas, hagan una gira comprometida con varios lugares de EEUU, dirigidos por el mundialmente reconocido director de orquesta venezolano, Gustavo Dudamel, ha rizado usted el rizo de la ignorancia artística y la represión política.

Cierto que Dudamel, al que muchos recordamos al menos por dirigir el último concierto de Año Nuevo, 2017, con la Filarmónica de Viena —el más joven de todos los directores que por allí han pasado—, se había manifestado firmemente por la muerte a tiros del joven violinista Armando Cañizares; cierto que de haber mantenido una posición más tranquila, Dudamel, el jovencísimo director Titular de la Sinfónica de Los Ángeles, ha pasado de la moderación a decir abiertamente que hay que acabar con la presión gubernamental y escuchar a la gente, que hay que optar por la tolerancia y el diálogo, y que los venezolanos no pueden seguir padeciendo y muriendo cada vez más. Cierto, pero usted, señor Maduro «el verde», no entiende que las posiciones cambian porque su presión sobre su país se ha vuelto insostenible.

Y se pone usted verde del todo y prohíbe a sus jóvenes músicos llevar el mejor nombre del Venezuela por el mundo porque su director ya no está de acuerdo con su política represiva, con sus formas dictatoriales, con las durísimas condiciones de vida que sufre su nación.

El violín de Cañizares sigue sonando aunque muriese de un tiro policial en el cuello, la música de Beethoven seguirá luciendo en la batuta de Dudamel aunque quieran ningunearlo, y la voz de los venezolanos seguirá mientras usted continúa alejándose de la cordura, cada vez más verde, más vesícula biliar a punto de explotar. Sic semper tyrannis.

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