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Remedios que no remedian

Hoy parece un buen día para reflexionar un poco más sobre las recientes declaraciones y normas propuestas por el Ministerio del Poder Popular para la Salud, en boca de su titular y a las que se le ha puesto el nombre de Sistema Integrado de Acceso a Medicamentos (Siamed), que, supuestamente se iniciará con el control oficial de la asignación de medicinas para enfermedades cardiovasculares, endocrino – metabólicas y neurológicas que, según el Ministro son las tres principales causas de mortalidad en Venezuela. Como se informó en el mismo acto, las pastillas anticonceptivas también serán distribuidas, según el tamizado oficial, a aquellas personas que estén afiliadas a clínicas.

La cuestión es, según la información aportada por el ministro, disminuir el consumo de medicinas, ya que somos un país con un alto consumo de medicinas, el número 18 del mundo, según expresó. Y eso “hay que cambiarlo”.

En principio estoy de acuerdo con cualquier sistema que facilite la obtención de medicamentos para las personas con enfermedades crónicas o no. También lo estoy con aquellos sistemas que beneficien al paciente en el costo, al asumir el estado o la seguridad social, el total o parte del costo en el momento de la adquisición del medicamento, por ejemplo con la separación del pequeño cupón de descuento del envase una vez vendido y cuyo costo será luego asumido por algunos de estos entes de beneficio social. Los sistemas de descuento otorgados por las cadenas farmacéuticas, también son dignos de considerar y tomar en cuenta. Pero el verdadero problema donde se presenta es en las pequeñas farmacias, boticas o expendios de medicamentos, que no tienen el volumen ni la palanca financiera para dar descuentos y se les complica el inventario y la competencia con otras farmacias. Así pues, inscribirse en la farmacia más cercana es poco convincente como argumento socialista. Todos terminaremos inscribiéndonos en la farmacia de la cadena que de más descuento, aunque no sea la más cercana ni la más atenta, pero seguro que por el volumen de ventas hará más posible que consigamos allí los medicamentos prescritos. Esa indicación de llevar el inventario de los enfermos crónicos y su consumo de medicinas es poco convincente y muy entrabadora. Hace unos años, tres o más, debíamos inscribirnos en las farmacias cuando comprábamos algunas medicinas como la insulina. Al final terminamos mi esposa y yo inscritos en no menos de seis farmacias,. Hace pocos meses, en Los Roques, se me cayó al piso, por casualidad y descuido, una ampolla de insulina glargina de 10 cc y se rompió. Yo había llevado solo una ampolla, pues iba por cuatro días y no encontré más en la farmacia –siempre procuro tener dos. Bien, pues en toda la isla no había ningún tipo de insulina. Finalmente en la sede del IVSS, donde tampoco había, pero el amable personal me atendió con comprensión y diligencia, se logró que unos parientes de una de las enfermeras, que llegarían en algunas horas, en avión, provenientes de Higuerote, me compraran en una farmacia una ampolla de insulina y me la trajeran. Así fue, gracias a Dios. Bendita la solidaridad de mis compatriotas.

No puede estar uno ligado a un registro oficial para comprar un medicamento ni para comprar leche, pollo, café o papel higiénico. Solo es aceptable tal cosa cuando el precio esté ligado a descuento por seguridad social u otro sistema de protección y ayuda. En muchos países del mundo las medicinas son gratuitas o casi gratuitas para los ciudadanos protegidos por el estado. Pero la oportunidad de comprar fuera del establecimiento establecido por el ente benefactor, debe existir para todos.

Si para comprar un anticonceptivo oral hay que estar afiliado a una clínica, habría primero que definir que es “afiliación”, a mi, al menos, me suena a capitalismo salvaje, a neoliberalismo puro. No puede ser que la prescripción de un medicamento no esté sujeta al criterio profesional médico de acuerdo con el mejor interés del paciente, sino a aceptación mercantilista de un proceso de afiliación de atención médica. Eso es solo aceptable para las perdonas que han aceptado servirse de un seguro médico integral o del seguro social, que dependerán entonces de los procedimientos administrativos del sistema en el cual se acogieron. Pero, ¿Qué pasa con quienes desean ser atendidos por otros médicos no pertenecientes a ese sistema social en particular?

Obviamente, se plantea la eliminación de la medicina privada, la libertad de prescripción y de compra del medicamento. Todo formará parte el conglomerado oficial de atención al paciente, numerado, registrado y servido y avisado por mensaje de texto…

En Venezuela, por circunstancias que tienen que ver con su situación geográfica, siempre fue fácil la comunicación con los Estados Unidos, Francia, Inglaterra, España, Italia y Alemania. Eso permitió un acercamiento por nuestra parte a conocimientos en ciencia y tecnología, particularmente en Medicina, que fueron moldeando nuestra atención a la salud ciudadana. Los médicos venezolanos, muchos de nosotros formados en el exterior, con posgrados de alto nivel e intensos deseos de servir a nuestro país, salimos y regresamos años después y aquí nos desarrollamos y desarrollamos una medicina de muy alta calidad que, obviamente exigió insumos y medicamentos de ese mismo nivel y variedad.

Haber cortado el acceso a divisas en la industria farmacéutica y a los distribuidores de productos médicos, puede parecer, numéricamente hablando, un tiro al despilfarro de los necesarios dólares. Pero la realidad, simple y evidente, es que a los prestadores de salud en Venezuela, les cortaron las alas y a los pacientes, a los enfermos, para ser más explícitos, se les ha estrechado el panel de opciones en cuanto a médicos que puedan atenderles y diagnosticarlos con conocimientos actualizados y profundos y medicamentos e insumos médico-quirúrgicos para atenderles en sus dolencias.

Yo diría que el problema es al revés: hay que fomentar la producción de medicamentos, preferiblemente genéricos, sin descuidar los preparados registrados más modernos; estimular la asistencia médica de calidad a través de planes económicos y de actividad sanitaria atractivos para los médicos de aquí y los que sean han ido; fomentar los programas sociales de ayuda o subsidio de medicinas a los ciudadanos protegidos por el seguro social y la asistencia sanitaria oficial; garantizar al médico la libertad de prescripción y el acceso de sus pacientes a los medicamentos más modernos y eficaces.

Triste panorama en el que ha caído la asistencia médica de calidad en Venezuela. Los médicos y enfermeras e imagino que los nuevos médicos de producción masiva, intensiva y obviamente superficial y no actualizada al conocimiento científico actual, todos, probablemente sin excepción, son, como siempre lo han sido, entregados a su vocación, solidarios en sus actuaciones y apasionados en la búsqueda de nuevas y mejores maneras de aliviar en sus padecimientos a los ciudadanos.

Nuestros médicos ya emigrados, por las razones que sean, gozan de la más alta consideración y estima en los lugares donde les ha tocado ejercer. Su gentilicio es estimado y reconocido como garantía de eficiencia, dedicación y voluntad de atención y cuidado de sus pacientes, en los más variados y dispares lugares del mundo. Al igual que otros profesionales formados durante la cuarta república con o sin el apoyo de los medios oficiales como el programa Gran Mariscal de Ayacucho y los préstamos educativos, alcanzaron en su formación y desarrollo altos niveles profesionales que son, hoy día, reconocidos en todos los sitios donde a muchos de ellos les toca ejercer en este momento. Excepto en su propio terruño, en su patria, donde la descalificación, las limitaciones generadas por la envidia, el revanchismo y la puesta en práctica de ideologías políticas y económicas trasnochadas y obsoletas a más de probadamente ineficaces, han limitado tanto su ejercicio y desarrollo profesional que se han hartado de desesperanza y frustraciones.

En Venezuela, contrario a la opinión oficial del momento, ni nos enfermamos demasiado ni utilizamos demasiados medicamentos. Los remedios se hicieron y se seguirán haciendo para eso. Si existe en la producción, distribución y mercadeo de los fármacos una situación que resulta perjudicial, onerosa e injusta para el consumidor último, debe estudiarse y buscarse una fórmula de regulación y control que no incluya, como se está proponiendo, la libertad de prescripción, el inventario de medicinas y el fácil acceso al producto farmacéutico. Estrangular la producción de fármacos a través de disminuir o impedir el acceso a divisas es cuando menos, un acto negligente tremendamente perjudicial para la población. Es cierto que ojos que no ven, corazón que no siente, y que si los pacientes no saben de un nuevo y eficaz fármaco, no lo echarán de menos, pero el médico que esté al día en su formación –como es y ha sido su responsabilidad, siempre– sí lo sabrá y en justicia deberá participar a ese doliente que su salud, que podría mejorar con determinado remedio, no le será posible prescribirlo y a él obtenerlo, porque el gobierno no lo permite…

Esa situación, tristemente, ya se está viviendo en varias ramas de la medicina y de la cirugía. Ni los venezolanos, ni nadie, se merece eso.

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@a.requena

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