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Petróleo y aspiraciones

El petróleo abrió la caja de pandora de las aspiraciones y durante cien años ha sido el trampolín que los políticos han utilizado para sus maromas, bajo la excusa y con la promesa de que se lo manejaba como la base para lograr el desarrollo del país y de su gente. Ese no ha sido el  resultado.

Con la caída del gomecismo se inició un proceso de modernización de un país que había estado sometido al más estricto dominio en su historia por parte de una parcialidad. Comenzaba la modernización del país con la Ley del Trabajo y la Ley de Hidrocarburos. Más adelante comenzó el proceso de convertir el petróleo en bandera política, apoyando la acción en la manifestación de que todo lo que se hacía en función de la ruta trazada para el petróleo era en beneficio de la estrategia política que conseguiría convertir el petróleo en la base de sustentación del progreso del país y del Desarrollo Humano de su gente.

Bajo esa bandera política, la industria petrolera en manos del capital privado llegó a producir su máximo nivel de 3.700.00 b/d en 1970, a pesar de todas las limitaciones que le impusieron a la actividad los gobiernos de turno, dedicados como estaban a la tarea de identificar como causantes de nuestros problemas a los países y capitales extranjeros y negando, contra viento y marea, la oportunidad de desarrollo y crecimiento de la industria privada a través de esquemas nuevos que permitieran una mayor y más balanceada base de producción que la existente y un crecimiento acorde con esa base ampliada, no solo en el renglón de producción sino en el de refinación. Esos otros rumbos hubieran marcado los niveles de producción y de refinación a los que hubiéramos podido haber llegado y que hubiéramos podido mantener. En el proceso y con las decisiones tomadas para imponer limitaciones, incluyendo la estatización, la industria nunca ha podido retomar ese nivel de producción, habiendo declinado desde 1970 y tan solo habiendo llegado a su tope de producción, incluyendo la apertura petrolera de unos 3.100.000 b/d a fines del siglo pasado.

Las preguntas que uno se hace como resultado de este breve recuento son las relativas a las oportunidades perdidas de desarrollo del país y de Desarrollo Humano de la gente, por haber sufrido las vicisitudes de una política limitativa del renglón petróleo, al no haber permitido una ampliada actividad que nos deparara mayores ingresos y un menos traumático acontecer petrolero; todo bajo la premisa de que ello hubiera permitido una mayor ampliación de la clase media y una disminución de la pobreza: es decir, un mayor Desarrollo Humano que hubiera, a su vez, redundado en una orientación hacia el crecimiento nacional y personal y no hacia el empobrecimiento producto de la filosofía de mantenimiento del poder que le abrió las puertas al chavismo: una equivocada filosofía de vida basada en el empobrecimiento general de una población dependiente de un estado supuestamente todopoderoso, unida al dominio del poder político en función del poder generado con fondos del estado. Todo basado en el uso continuado e inapropiado del petróleo, con resultados nefastos injustificables: inflación, estancamiento económico, escasez, inseguridad personal y de futuro, falta de oportunidades para progresar y tendencia acelerada hacia la emigración, buscando en otras latitudes las oportunidades que otros buscaron aquí cuando teníamos futuro. Triste desenlace para un país que en la segunda mitad del Siglo XX fue la tierra de oportunidades para quienes, en libertad, quisieran ganarse el pan con el sudor de su frente.

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