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Para un mejor 2015

«Las crisis crean oportunidades», sostiene en esta columna de opinión el destacado académico, quien llama a cambiar el modo de diseñar las grandes reformas estructurales y a considerar la experiencia internacional.

Su Excelencia: Ud. aportó hace pocos días un ensayo a la edición anual de » The Economist «, el decano del liberalismo mundial. En él, Ud. enumera 42 hermosos objetivos, incluyendo el desarrollo económico, la sustentabilidad ambiental, una mejor democracia, la reducción de las desigualdades, el respeto a los derechos humanos, una mayor innovación y más inversión. Son 42 fines que persigue todo gobierno razonable de un país desarrollado o próximo a serlo. Refleja los sueños del 90% de las personas y de los partidos, excluyendo, por supuesto, al 10% que es fascista, comunista o fundamentalista religioso.

En su artículo, Ud. pinta un bello cuadro del paraíso terrenal. Lamentablemente, su ensayo omite señalar medida o política específica alguna sobre cómo alcanzar tan elevados fines.

Sin embargo, al cabo de un año de su segundo gobierno, las formas que Ud. ha elegido para alcanzar dichos objetivos últimos -los fines intermedios, las reformas y los cambios específicos en políticas públicas- dibujan un cuadro del Chile real que difiere radicalmente de su obra donada al Economist .

Destaco dos reformas emblemáticas, que reflejan una particular disociación entre objetivos loables e instrumentos malos: la reforma tributaria y la reforma educacional. La reforma tributaria, aprobada sorprendentemente en forma casi unánime por el Congreso, busca y probablemente logre recaudar adicionalmente tres puntos porcentuales del PIB. Pero sabemos, con un alto grado de certeza, que los instrumentos tributarios que su gobierno eligió reducirán el ahorro, la inversión, el empleo y el crecimiento económico de Chile, sin cambiar mayormente la equidad tributaria. Su gobierno falló en darse el tiempo necesario para consultar a expertos y desarrollar estudios para evaluar distintas opciones tributarias. Existiendo alternativas muy superiores en diseño tributario y en recaudación; su ministro de Hacienda empujó a matacaballos la aprobación de una reforma ineficiente e inequitativa. Chile ya está pagando los costos de esta reforma.

El proyecto de reforma educacional, actualmente discutido en el Senado, tiene tres pilares principales, que son muy cuestionados: el fin al lucro, al copago y a cualquier tipo de selección en la educación subvencionada. Sin duda, este proyecto es plenamente congruente con el objetivo del ministro de Educación, quien pretende «bajar al competidor que corre con patines … mientras el otro va descalzo». Pero Chile sabe – y lo saben especialmente los apoderados de los estudiantes de colegios subvencionados – que esta reforma destruirá en buena parte la educación particular subvencionada, reemplazando buenos colegios privados por peores liceos estatales. Supuestamente, en el año 2015 vendrían las reformas que buscarían alcanzar una mayor calidad de la educación pública en Chile. Esta estrategia – sobre la cual su propio «sentido» le indicaba que era errónea – reducirá aun más la calidad de la educación en Chile. Hace con la educación lo que un ministro de Minería perturbado haría para alcanzar una mejor gobernanza y una mayor eficiencia de Codelco. Primero, nacionalizaría las más eficientes minas privadas. Luego se focalizaría con reformas inciertas en una Codelco gigantesca, expandida por las mineras privadas estatizadas.

En resumen, dos de las reformas emblemáticas de su gobierno nos alejan de los objetivos de progreso económico, mejor democracia y más equidad que buscamos casi todos los chilenos. Dejémonos de mirarnos el ombligo y seguir las recetas de dos o tres «expertos» locales – populistas o ignorantes – para el diseño de reformas fundamentales. Que nos sirva la experiencia mundial de experiencias exitosas (desde Corea hasta Suecia, y desde Alemania hasta Finlandia) para buscar el desarrollo con equidad. Miremos, también, tantas experiencias desastrosas (desde la República Democrática Alemana hasta Cuba; desde Argentina hasta Brasil, y desde Grecia hasta Rusia), que muestran que se pueden destruir simultáneamente la democracia, el desarrollo económico y la equidad.

Estimada Presidenta Bachelet: Deseo ferviente y apasionadamente que su gobierno sea exitoso, en el sentido de que Chile logre los objetivos generales que Ud. plantea en su ensayo en «The Economist». Pero ello requiere evaluar y elegir con cuidado los instrumentos correctos para alcanzar dichos fines. Requiere inspirarse en los mejores ejemplos mundiales. El Estado pequeño, musculoso y transparente de Nueva Zelandia. El sistema tributario de Nueva Zelandia. Distintos segmentos de los sistemas educacionales de Alemania, Finlandia y Suecia. El sistema de pensiones de Dinamarca.

«Tomar decisiones difíciles»

Las crisis crean oportunidades. Aproveche la intensa caída en apoyo popular que han sufrido, Ud. y su gobierno, para tomar las difíciles decisiones políticas que la crítica coyuntura exige. Entre otras cosas, considere lo siguiente:

Primero, abandone a socios políticos que son impresentables en cualquier país serio y democrático, despidiéndolos con una beca de pasantía de nueve meses en Pyongyang y tres meses en Nueva York.

Segundo, ábrase al centro político del país, consulte a técnicos independientes, converse con la oposición política, escuche a las regiones y dese el tiempo necesario para evaluar las reformas requeridas para un Chile verdaderamente desarrollado, equitativo y democrático.

Tercero, inspírese por el verdadero socialismo del siglo XXI, que es social y liberal. Revise las reformas radicales del gobierno laborista (de centroizquierda) liderado por Roger Douglas en Nueva Zelandia en los años ochenta. Y siga de cerca el socialismo del Primer Ministro, Manuel Valls, y del ministro de Economía, Emmanuel Macron, en la Francia de hoy, con su paquete de reformas estructurales para impulsar el empleo y el crecimiento.

Cuarto, como le recomienda Ignacio Walker, confíe en sus intuiciones o «sentidos» que, de acuerdo con sus propias declaraciones (publicadas por el campeón del capitalismo local) y en concordancia con el sentido común, casi la llevaron en 2007 a frenar la implementación del Transantiago y casi la empujaron ahora a parar la reforma educacional.

Quinto, y como Ud. bien sabe, aplicar el sentido común no basta para el éxito de un gobierno. Las recetas simples y populistas en políticas públicas típicamente sufren de la férrea ley de consecuencias adversas y no intencionadas. Por el lo, apóyese en estudios y comisiones para evaluar y diseñar políticas públicas alternativas para alcanzar un desarrollo integral para Chile.

Forme más grupos del tipo comisión Bravo, intégrelos con los mejores expertos (por ejemplo, faltaron tres extraordinarios expertos previsionales en la comisión Bravo: Solange Berstein, Augusto Iglesias y Salvador Valdés) y déles el tiempo requerido para hacer bien su trabajo (como Ud. acaba de hacer con la citada comisión, duplicando el plazo de entrega de su informe final).

Finalmente, despida a sus ministros ineptos – y hay excesivos en su gabinete actual -.

Le deseo una muy Feliz Navidad y un año 2015 que sea mejor, para Ud. y para nuestro amado país, que este annus horribilis 2014. «El ministro de Hacienda empujó a matacaballos la aprobación de una reforma ineficiente e inequitativa. Chile ya está pagando los costos».

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