Misión energúmenos
Fui testigo, y actor de reparto sin proponérmelo, de los sucesos ocurridos en el Instituto Pedagógico de Caracas el pasado jueves 25 de octubre. Dos razones me motivaron; Asistir a uno de los pocos eventos donde la propuesta de Reforma fuese leída y analizada objetivamente, más allá del falso parlamentarismo de calle que sólo convoca a los conmilitantes, donde el fanatismo y el clientelismo imponen el acrítico respaldo tumultuario. En segundo lugar, visitar mi querida alma máter, el viejo Instituto donde estudié y me gradué, del cual guardo tan gratos recuerdos, al que tanto le debo, en lo personal y en lo académico.
Llegué a un mini auditorio lleno y me costó ingresar a través de los grupos que colmaban los dos pasillos de acceso. No duró mucho mi condición de simple espectador. Apenas presentado el acto, tomó el micrófono el primer orador, Jon Goicochea, y un grupito de doce ubicado cerca del podio comenzó a vociferar absurdos reclamos, que gradualmente se fueron convirtiendo en insultos, dirigidos al dirigente estudiantil, que en vano trataba de hacerse escuchar (acá es indispensable señalar que el sonido resultó un fiasco, insólito en una actividad a la cual asistieron unas doscientas personas, quienes merecían un mejor y más potente equipo de sonido).
Enseguida fue obvio que aquella docena de individuos no vino exclusivamente a vocear consignas y, por anticipado, manifestar su desacuerdo con las opiniones que iba a expresar Jon Goicochea, todo lo cual forma parte del juego democrático. Era evidente que el primordial objetivo de aquella mini turba era impedir, a como diera lugar, que se realizara la discusión civilizada de la Reforma a la Constitución. De superficiales reclamos verbales fueron pasando a la ofensa y los insultos más ruines, hasta dejar claro que tenían como objetivo secundario -pero muy importante- el agredir físicamente al dirigente estudiantil que ha venido ganándose un creciente respeto de los venezolanos, chavistas incluidos, y encontrándose por sorpresa a Pompeyo Márquez como integrante del pánel, también le hicieron blanco de sus cobardes e insólitas pretensiones de insulto, así como potencial víctima de las frustradas agresiones de estos energúmenos, incapaces de razonar o de aceptar los razonamientos ajenos.
Los lectores pueden imaginarse cualquier tipo de expresión ofensiva y ninguna habrá estado ausente de la gritería de aquellos pocos guapetones, conscientes del apoyo oficialista, falsos “revolucionarios” que volcaron su escasa formación ideológica y sus resentimientos, sobre dos hombres hermanados por sus convicciones democráticas, aunque pertenezcan a estaciones diferentes, el uno en plena primavera, el otro iniciando su invierno. Esa gavilla logró una victoria pírrica, al alcanzar su objetivo de impedir el Foro, para estar a tono con lo que el oficialismo se ha planteado en todo el país; Que los venezolanos no conozcan la Reforma, que actúen motivados por fanatismos, por dogmas o por miedos. Un Foro que estaba destinado a contribuir a la toma de conciencia de doscientos asistentes, gracias a la acción primitiva de esa minoría pasó a ser una actividad trascendente, para cientos de miles en Venezuela y el resto del mundo, que tuvieron la innegable evidencia del propósito oscurantista que persiguen quienes pretenden imponer por la fuerza un tumor canceroso de carácter estalinista dentro de una Constitución que en sus enunciados fundamentales rechaza las perversiones militaristas, centralistas, populistas, autoritarias, caudillistas y antidemocráticas.
El mayor contrasentido de aquella brigada de choque, seguramente de la Misión Energúmenos, residía en las acusaciones a Santos Yorme, a quien tuvieron el tupé de llamar tarifado de la CIA, agregando a su salvajismo el peso de su enorme ignorancia de la Historia de las luchas contra las injusticias y los regímenes dictatoriales, que ha tenido en Pompeyo Márquez a uno de sus más dignos protagonistas.